Consecuencias de la política educativa
Los resultados de la política educativa ya nos alcanzaron. Nadie puede darse cuenta de lo que no está preparado para ver. Mientras persista la política de acreditar sin verdaderamente confirmar conocimientos y habilidades seguirán arribando a salones de clase como profesores, a puestos ejecutivos de empresas y a cargos directivos en el sector público (de los tres ámbitos de competencia) personas a las que les será imposible percatarse de errores en las redacciones que producen ellos o sus subordinados. Buena parte de textos en nuestro país están plagados de absurdos, imprecisiones, incorrecciones, palabras impropias y un muy largo etcétera en el uso del idioma.
Los 117 errores en los libros de textos gratuitos próximos a distribuirse son la culminación de las cientos de señales que se han venido presentando en la sociedad y que no han sido vinculadas a la política educativa desde los años 70 del siglo anterior. Hace algunos meses, el responsable del área educativa en el municipio de San Luis de la Paz escribió un documento tan lleno de faltas, que los síndicos protestaron: a todas luces una señal. En Celaya la reestructuración del área de Seguridad no se ha consolidado por errores en la iniciativa: otra señal. Estos dos casos solo por mencionar los de Guanajuato, pero casos similares se presentan en todo el país: los rótulos de carreteras federales y estatales no presentan tildes en las palabras que les corresponde (¿cómo sabrá un visitante que el estado se llama Querétaro y no *Queretaro?); en la Ciudad de México fueron a parar a los separos muchachos del movimiento «Acentos perdidos» acusados de «pintarrajear» anuncios, porque estaba poniendo tilde a los rótulos con lo que se topaban.
¿Cuánto están costando al país estas deficiencias? Los libros de texto con errores ya nos dan una idea. Pero no es el único caso. No parece haber una conciencia clara en sociedad que escribir mal (ortográfica y gramaticalmente) está arrojando a la basura cantidades pasmosas de dinero e impide el desarrollo integral del individuo. Horas hombre, energía eléctrica, papel, desgaste de máquinas (computadoras y fotocopiadoras), tinta, etc., son aspectos manifiestos del derroche. Pero escribir correctamente no está ligado solamente a la habilidad de evitar errores; está vinculado al razonamiento (estructuración del pensamiento), a la capacidad de tomar decisiones (valoración), a procesos argumentativos, intercambio de ideas (identidad mediante neuronas espejo), respeto de otros puntos de vista y a la salud física, por mencionar algunos aspectos ya abordados aquí. Esto hace que el costo rebase la evaluación económica. Es cierto que los errores están costando millones de pesos, pero también está sacrificando el desarrollo integral del individuo, factor menos estudiado, poco ponderado, pero de una importancia extrema para el propio país.
Hace ya algunos años, administrando la capacitación en la delegación de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, un jefe de Distrito de Desarrollo Rural manifestó: «Mi personal no nesesita cursos de ortografía» (sic). Evidentemente, aquel ingeniero estaba incapacitado para percatarse de la necesidad en su área. En su calidad de agrónomo en la universidad en la que estudió no le exigieron cuidara su manejo del idioma. Pero, como servidor público debía cuidar estos aspectos (que tampoco le eran exigidos). Cuando lo hice saber a mis superiores, la respuesta fue contundente: «No te apures, las vacas no necesitan saber si su nombre se escribe con v chica o b grande». Hasta ahí quedó mi labor. La visión de corto alcance supone que el ser humano no requiere de tener habilidades integrales para todo su contexto.
El Acuerdo 200 tiene un espíritu positivo para que ningún niño se quede rezagado. Pero la segunda parte del compromiso, que verdaderamente haya una preocupación por que los alumnos aprendan, no se está cumpliendo. Ello porque demanda mayor trabajo para el profesor y gasto tanto para la escuela como para el padre de familia. Entonces, la vía más cómoda es acreditar simplemente a los muchachos, la prohibición irrestricta (e irracional) de reprobar. Así se cumple que no haya rezago, pero se expone a la sociedad a costos demasiado elevados, como día tras día se comprueba en distintos ámbitos.
Mientras persista la creencia de que el idioma y su sustento (la ortografía y la redacción) son asuntos menores, seguiremos derrochando dinero y quedando a la zaga en el desarrollo humano y con ello la consecuencia de desarrollo del país.