Dificultad del futuro

Dificultad del futuro

Una cosa es estudiar los tiempos verbales y otra usarlos. Lo primero es académico (¡¡¡y aprenderse los nombres!!!); lo segundo es natural. Cuando aprendemos a hablar de niños, los usamos como nos viene en gana y los adultos nos van corrigiendo (sin los nombres académicos, por supuesto). Cuando vamos a la escuela… no nos corrigen académicamente y menos aún aprendemos a usarlos con eficiencia; solo nos hacen memorizar sus nombres por el tipo de terminación, pero queda en absoluta incógnita, incluso, la razón de su nombre (a veces, demasiado complejo). Entonces, ¿para qué estudiarlos si no nos enseñan a usarlos correctamente? Entenderlos nos permite un uso más eficiente; aprenderse las terminaciones y asociarlas a los nombre, solo a pasar un examen.

El tiempo de por sí es un concepto complejo. Entre más pequeños, más difícil manejarlo; pues para los niños solo existe el presente. Para los adultos el pasado es totalmente claro (muchos viven atrapados en él); pero el futuro es complejo, por eso no es sencillo prever, visualizar algo que no ha sucedido, ni está sucediendo. Si a ello agregamos que el idioma español tiene dos formas de visualizar el futuro (como un hecho incontrovertible –el indicativo– y como una probabilidad –el subjuntivo–), el asunto se complica.

La forma indicativa es contundente (de ahí su nombre), no deja lugar a dudas: «Vendré por la tarde a verte». No obstante, como es un futuro en la mente de quien escucha queda como algo que podría no llegar a realizarse («Algo se me atravesó…). Para dar mayor certeza (también del indicativo) se usa la conjugación en presente, pero se le da valor de futuro: «No te preocupes, vengo porque vengo».

Hay dos modalidades para asegurar los hechos en futuro: el simple (imperfecto) y el compuesto (perfecto). En el simple, el hecho queda enunciado contundentemente, pero no el momento de su realización. Por eso en muchas ocasiones debe precisarse ese momento: «Vendré por la tarde»; «Muy bien, ¿a qué hora, para estar listo».

El futuro perfecto (compuesto) siempre necesita de una referencia (ya sea otro verbo o un momento exacto) para que esté claro cuándo sucederá (por eso es llamado perfecto): «Para cuando vengas, habré terminado el trabajo» (se sabe que terminaré entre el momento que enuncio el compromiso y el instante en que llegará la otra persona; por eso es perfecto). Actualmente, este último tiempo suele usarse con menos regularidad. Popularmente, se prefiere otras formas constructivas: «Para cuando vengas, ya estará terminado el trabajo».

Por su parte, el futuro del subjuntivo siempre refleja posibilidad. Esto es, como no es una acción o estado inequívoco, siempre da idea de incertidumbre (puede que se realice, pero puede no suceder). Como popularmente cada día es más difícil conceptuar el futuro –más cuando refleja duda–, el subjuntivo tiende a desaparecer en el habla coloquial. A las nuevas generaciones suenan cada vez más extraño: «Quien no presentare la documentación, no será inscrito». La posibilidad de la presentación de los documentos no se asegura. De esta forma es claro el matiz que podría darse o no el caso: es una acción futura dudosa. Sin embargo, popularmente se prefiere el presente (aunque eso le quita incertidumbre): «Quien no presente la documentación, no será inscrito». Esta última oración (la no presentación) parece un hecho que acontecerá, suena muy contundente. La oración ha perdido el matiz de futuro de posibilidad, por dar contundencia.

El futuro es un concepto difícil de dominar, porque la única manera de vislumbrarlo es mediante el idioma. Podemos tener imágenes del presente y del pasado, pero el futuro solo lo podemos conceptuar mediante el lenguaje. Incluso, en una película futurista, las imágenes pueden apoyar un ambiente extraño a la actualidad, mostrando tecnología aún inexistente; pero el lenguaje juega un papel fundamental para comprender que se trata de un futuro. Si no manejamos bien sus conjugaciones, la visión de futuro (tan anhelada en empresas y oficinas públicas), será un concepto falso, hueco para los que deban alcanzarlo.