martes. 16.04.2024
El Tiempo

A don José Emilio Pacheco

A don José Emilio Pacheco

Este premio no es para mí; es para los libros.
Yo soy un instrumento para escribirlos.
José Emilio Pacheco

«La palabra los dominaba o ellos la dominaban», declaró Silvia Lemus, viuda del escritor Carlos Fuentes, al referirse a la sincera y profunda amistad de su marido y José Emilio Pacheco. «Fueron personas que se reunían para hablar», precisó.

El pasado 28 de enero falleció don José Emilio Pacheco. Entre otros muchos aspectos y actividades de su vida dedicada a las letras, fue miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua. Todo su ser y vida, consagrados a las letras: poeta, ensayista, cuentista, novelista y traductor.

La declaración de la viuda de Fuentes tiene varias lecturas. Una, la de una lucha constante. Es decir, la voluntad de dos personajes por controlar un ente escurridizo, incorpóreo, con materializaciones de diversa forma y modalidades en la mente de cada persona, que siempre los amenazó con hacerlos sus esclavos. Una vida de una feroz lucha por impedir que la Palabra se hiciera de su voluntad.

Otra, que la Palabra nunca logró su propósito, porque ellos lograron su cometido, sometiéndola a su decisión, como escritores. Como férreos combatientes desarrollaron sus habilidades en el coliseo del espíritu universal. Demostraron que a esa singular entidad es posible dominar con la voluntad de conocer sus recovecos. Exploraron entonces sus entrañas y la mostraron en sus textos a todo aquel que tuviera su mismo espíritu. La victoria de haber enfrentado un ente con representación gráfica, pero solo con existencia en la voluntad de quien se aventura a dominarla. Conocieron a profundidad ese aliento con sentido y lo expusieron sin cortapisas a sus lectores.

La tercera, la más simple y quizá más lógica, es que lograron conocer muy a profundidad ese fugaz instrumento que ha arrastrado masas a las guerras, hundido en el llanto a lectores, puesto en los más recónditos puntos del Universo al hombre o que lo ha colocado en la sima de los abismos de sí mismo. Se apasionaron por la Palabra.

Hablar y escribir, ninguna fórmula secreta para dominar la Palabra. Trabajarla conscientemente para llevarla más allá de la cotidianidad, darle sentido y profundidad; extraer de ella la singularidad, una personalidad distintiva, el oficio de escritor, poeta y filósofo de don José Emilio.

Hablar y escribir es una actividad cotidiana en el quehacer de cualquier persona. Todos los días hablamos con otras personas y diariamente mandamos mensajes a nuestros contactos mediante el teléfono, correo electrónico o redes sociales. Sin embargo, recurrimos a ese instrumento como a cualquier cosa, sin reparar que en él se resguarda todo el Universo. En el lenguaje se encuentra todo. Si algo no tiene nombre, no existe. Ese es el principio de la alexitimia y de la cura psicoanalítica. Ese el principio de formar un Universo en la mente o un abismo.

«Hay que amar las palabras, porque si uno respeta las palabras respeta todas las cosas», añadió la viuda de don José Emilio para describirlo, la también reconocida periodista Cristina Pacheco.

Mi admirada amiga Flor Aguilera también así lo describe: un ser humano con el arma más poderosa en sus manos pero capaz de comportarse sencilla y respetuosamente ante todo su entorno. Don José Emilio vio de frente la Palabra y nunca luchó contra ella, se hizo su enamorado. Su amor lo compartió, porque afablemente la invitó a que se apersonara en cada uno de sus lectores. Solo falta que muchos más perdamos el miedo a amar, a sentir la misma pasión, para que a partir de ella sepamos amar todo.