La lengua para la unidad nacional
"Existe un enorme prejuicio sobre las lenguas nacionales"
En días pasados, tuvimos mi esposa y yo el gusto de comer con un matrimonio multilingüe: ella es profesora en lengua ñañú; él, ingeniero agrónomo, hablante de totonaca. Sus dos pequeños, además de dominar esas lenguas, también se expresaban en español. ¡Qué riqueza familiar! Eso es una herencia única.
Gentilmente, hablaron todo el tiempo en español, pues ni Emilia –mi esposa–, ni yo dominamos otra lengua nacional. No obstante, tuvimos el gusto de ser saludados en ñañú, en totonaco y yo correspondí en náhuatl, que es de la que tengo mayor noción.
A mi amiga Yolanda de León la conocí en la Biblioteca Central Estatal Wigberto Jiménez, ubicada en León. Ahí impartía un curso básico de ñañú, al cual asistimos Emilia y yo. Esa lengua es conocida popularmente como otomí. Eso se debe a que los mexicas, la cultura dominante en otros tiempos, así llamaban a ese pueblo y su forma de hablar; pero ellos mismos se reconocen como los ñañú.
Yolanda también es una excelente cuenta cuentos. Múltiples ocasiones es convocada por la Biblioteca Estatal para presentarse ante niños en época de verano. Antonino, su esposo, aunque no es profesor bilingüe, también da clases en diversas materias agronómicas.
Como era de esperarse, mucha de nuestra conversación se centró en las lenguas. En México existen 11 familias lingüísticas dispersas en todo el territorio. De ellas se desprenden 68 lenguas y 364 dialectos, de acuerdo con el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales hecho por el Instituto Nacional de Lenguas indígenas.
Existe un enorme prejuicio sobre las lenguas nacionales. Mi abuela era zapoteca y ni una sola palabra me enseñó. A buena parte de los hablantes de lenguas vernáculas pasa lo mismo. Muchos sienten el menosprecio y en, términos generales, hay hasta un trato desigual. Para ello es suficiente leer con detenimiento las leyes, empezando por la Constitución. El artículo 2.° norma la unidad e indivisibilidad de la Nación. En el apartado A, fracción iv enuncia, refiriéndose a las etnias: «Preservar y enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan su cultura e identidad». Al recurrir a los vocablos ‘sus’ y ‘su’, el ordenamiento está señalando diferencia (las trata gramaticalmente como tercera persona). Ello lo que refleja es un prejuicio ancestral de verles diferentes. El texto podría enunciar: «Preservar y enriquecer las lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan la cultura e identidad».
En los procesos judiciales, la ley establece que si el indiciado es de alguna etnia y no domina el español «…tendrá derecho a contar con traductor…». Si todas las lenguas son consideradas nacionales, incluso el español, debería ser obligación del juez contar con un traductor. Aunque se trate del mismo hecho, el enfoque es diferente y podría contribuir a dejar de marcar diferencia al tratar de similar forma al hablante de español.
Creo que nos falta mucho para conseguir la unidad nacional. No ver diferente en quienes tienen lengua y cultural distintas es una forma de fortalecer un día como el 9 de agosto: Día Internacional de los Pueblos Indígenas.