Lenguajes en la lengua

"El lenguaje es un elemento vivo que habita en los usuarios, porque es interpretado. La construcción o ciertos vocablos dan sesgos a las oraciones. Ello puede impedir una comunicación o dar resultados inesperados"

Lenguajes en la lengua

El lenguaje es un elemento vivo que habita en los usuarios, porque es interpretado. La construcción o ciertos vocablos dan sesgos a las oraciones. Ello puede impedir una comunicación o dar resultados inesperados. Por la complejidad de nuestra sociedad entonces se hacen necesarios otros lenguajes, dentro del que usamos regularmente, para lograr o evitar consecuencias. Ello ha llevado a la proliferación de manuales de estilo con características muy específicas.

Hay muchos tipos de lenguaje (Braille, semáforo, morse, de señas), pero refiero ahora los que son de interés en esta época; esos que plantean darle un giro al habla cotidiana. Pretendiendo acercar estilos a necesidades concretas (comercio –publicidad y comercialización– o política –para un lenguaje objetivo–) en muchas empresas y organismos se han dado a la tarea de formular manuales. En ellos, algunos de forma objetiva y otros, tendenciosa, definen los conceptos que combaten o resaltan. Solo uno de ellos ha logrado su propósito.

Lenguaje administrativo: En realidad se trata del estilo y terminología de la Administración Pública. Está caracterizado por el lenguaje jurídico, pues se basa en lo que las leyes definen. Su ausencia en muchas oficinas ha provocado un lenguaje complicado, tortuoso y artificioso. Suele recurrir a los otros lenguajes. «Existe un lenguaje fiscal, otro militar, otro laboral, otro diplomático, etc., y cada uno de ellos cuenta con un vocabulario determinado, característico de la actividad concreta que cada sector lleva adelante, a manera de subsistemas que operan dentro de un sistema común a todos ellos y que es el lenguaje administrativo general» (http://www.salta.gov.ar/descargas/archivos/ocspdfs/ocs_manual_de_estilo_del_lenguaje_para_la_administracion_publica_provincial.pdf).

Lenguaje discriminatorio: Este tipo de manuales desaconseja vocablos como ‘minusválido’ por términos como ‘capacidades diferentes’. El propósito es buscar igualdad de trato hacia personas o grupos que por alguna razón no coinciden con la media social física, intelectual o sexual. «Es el que utiliza términos que dan trato diferenciado por razones físicas, morales o ideológicas a determinadas personas o grupos».

El lenguaje androcéntrico: Es en el que escribimos los que sostenemos que no hay machismo en el lenguaje. En este estilo están redactados la mayoría de los documentos (incluso leyes). «Es el empleo reiterado de voces masculinas en sentido genérico, con la excepción de las palabras referidas a actitudes, comportamientos y profesiones relacionadas tradicionalmente con el género femenino. Igualmente, la redacción androcéntrica, es aquélla que sólo tiene en cuenta la experiencia de los hombres olvidando la existencia de las mujeres» (Manual de lenguaje neutro. En línea: http://www.supersalud.gob.cl/568/articles-4899_recurso_1.pdf).

Lenguaje neutro o estándar: «…es una variedad (…) empleada en las traducciones y los doblajes (…) se utiliza con el fin de eliminar los rasgos fonológicos regionales de los hispanohablantes (…) consiste en aplicar un conjunto de formas gramaticales que constan de variaciones mínimas en la lengua. También, se excluye el vocabulario rebuscado, logrando así, un contexto en un español comprensible, conciso y neutro» (El español neutro. En línea. http://www.lexiophiles.com/espanol/el-espanol-neutro). Es el único exitoso por su vínculo con productos comunicacionales.

Lenguaje sexista: «Es mantener en el lenguaje un orden jerárquico presentando a las mujeres minorizadas (sic) y/o relacionadas con valores como: debilidad, pasividad, dependencia, o visibilizándolas (sic) a solas cuando se hace referencia a sus roles tradicionales» (Manual de… op. cit).

El problema de la mayoría de ellos es que han hecho más complicado el uso del lenguaje. La forma de escribir debe ser simple, llana, sencilla. Sin embargo, buena parte de ellos retuercen con eufemismos o con palabras de más lo que debía ser simple.

Hablar o escribir objetivamente es imposible. Todos reflejamos tendencias en los vocablos a los que recurrimos regularmente o construcciones que nos satisfacen. Cuando trabajé en una estación radiofónica, recibía teletipos de agencias noticiosas en las que se les daba un giro distinto a un mismo hecho: tropas de un país en territorio que no era el suyo. En aquel entonces recibía notas con el encabezado «La invasión rusa de Afganistán»; mientras que cuando se trataba del polo político opuesto titulaban «La presencia norteamericana en Grenada». A uno lo llamaban invasión, al otro «presencia de ayuda o humanitaria». Manejo descarnado en uno, eufemístico en el otro. Estilos, cientos; pero objetividad al escribir, ninguna.