lunes. 13.01.2025
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Replantear la coma

Replantear la coma

 

Propongo desterrar la idea de que la coma es una pausa. Cierto es que se expresa con una variación, que bien podría considerarse una pausa, pero no siempre es así. Conceptuarla de esta forma, resta o minimiza el aspecto más importante: la coma es intención (y con ello, significado). La coma está más emparentada con el sentido de un enunciado, que con detenimientos para la respiración o la pausa por la simple pausa.

A causa de esa concepción, no es extraño que en oraciones donde son necesarias muchas palabras para determinar al sujeto (quien realiza la acción), se incluya una coma antes de la acción (verbo): «La secretaria de la Dirección General que trabaja en el turno matutino redacta muy bien». En casos similares he observado que algunas personas colocarían una coma entre las palabras ‘matutino’ y ‘redacta’. Eso es debido a que a esa altura, en una lectura en voz alta, en esa altura habría un cambio de tonalidad o una franca pausa. Prueba es que si toda esa referencia se sustituyera por el nombre propio, no habría cambio de tonalidad o pausado: «Laura redacta muy bien». La gramática no prevé comas entre el sujeto (quien realiza la acción) y el verbo (acción), a menos que haya una aclaración: «Laura, la secretaria que trabaja para la Dirección General, redacta muy bien».

El pausado en un enunciado o el cambio de tonalidad tiene como propósito comprender el sentido otorgado por el redactor (o cuando menos, el esperado). Pongamos por caso alguien que es llamado a dejar una tarea. Su respuesta es contundente para lograr su objetivo: «No, estoy seguro de conseguirlo»; mientras la ausencia de la coma tiene el sentido de duda. Cierto es que hubo un pausado en la primera respuesta. Sin embargo, haber incluido ese silencio tuvo como propósito dar contundencia, no fue una pausa sin sentido. Es decir, que el pausado señaló un ritmo que dio sentido a la pretensión.

Ahora, cuando se trata de comas explicativas, el pausado se parece a un cambio de tonalidad más que a un ligero silencio: «El licenciado Miguel Márquez Márquez, gobernador del Estado, inauguró obras para beneficio de…». Las comas ahora tuvieron como propósito simular un paréntesis para introducir información de apoyo, que diera respaldo o explicara lo inmediato anterior.  

Incluso cuando se usa para la enumeración, la coma procura dejar claro en el lector que son elementos diferenciados: «Nos visitaron Luis Manuel, José Luis, María José y María Elena». El pausado pretendió señalar que se trata de cuatro personas, en este caso con dos nombres cada una. En otro ejemplo: «No, no, no, no, no». Suponga, estimado lector, que se enuncia rápidamente. En la práctica, un enunciado así no tendría pausas. Sin embargo, escribirlo sin ellas, perdería sentido. Cada ‘no’ es una oposición, por lo que se nota que hay una negativa decisiva.

Ahora, el caso contrario también es común (la ausencia de coma, a pesar de la pausa). El libro de Ortografía de 2010 de las Academias de la Lengua expone una oración que, aunque se incluye un ligero silencio en el momento de enunciarse entre las palabras ‘cambiado’ y ‘que’, no presenta coma: «Estaba tan cambiado que apenas le reconocí».

La pausa, entonces, es una consecuencia de la intención, no el propósito en sí mismo. De ahí que en la comprensión de este signo debería hacerse más énfasis en que se encuentra vinculado al sentido, al significado, que a la respiración o a un eventual pautado.