Liguilla Clausura 2023 [3]: Las semifinales

La mesa estaba bien puesta: el clásico nacional y uno de los regionales más importantes de nuestro fútbol para definir a los dos finalistas del torneo. Pero quizá la excesiva tensión, las presiones y las propias limitaciones de los equipos, aunadas a ciertas decisiones de sus estrategas, impidieron que alcanzaran las expectativas generadas, salvo algunos pasajes en los que se advirtieron ciertas emociones y un mejor nivel de juego. Quedaron fuera el líder y sublíder del torneo cuando a quince minutos del final tenían el pase en su manos.
Otra raya al tigre
La Universidad Autónoma de Nuevo León enfrentó a su vecino distante, el Monterrey, para definir el boleto a la final. En el primer partido, ambos equipos salieron en plan cauto, lo que provocó una primera media hora de partido nebulosa, con lánguidas llegadas que no implicaban mayor problema para las puertas. Fue pasada la media hora cuando en pelota parada, Meza lanzó un tiro centro que calculó mal el arquero universitario y a pesar del esfuerzo posterior, no pudo evitar que la pelota traspasara la línea de gol. En la segunda mitad, los Rayados lanzaron un par de avisos pero fue Córdova al 50’ quien terminó empujando la pelota para emparejar el marcador, gracias a una buena combinación entre Quiñones y Aquino. El resto del tiempo se diluyó entre un par de acciones peligrosas de los visitantes y poco más.
Para el juego de vuelta, tanto los Rayados como los Tigres parecían dejar que el tiempo corriera para que, en su momento, cada quien hiciera la suya. Bajo una necesaria lluvia, ambos equipos cuidaban la retaguardia por motivaciones distintas: los primeros para mantener la ventaja por su posición en la tabla, mientras que los segundos para seguir a tiro de piedra y cazar a sus rivales en una jugada. Ambas estrategias provocaron que el desarrollo de la primera mitad fuera de contención más que de peligro: algún error del portero Guzmán que casi cuesta caro, un par de centros al área y un fuerte choque de cabezas fueron las escasas notas del periodo.
Para la segunda parte, los de amarillo adelantaron filas y por lo menos mostraban presencia, ante unos anfitriones que se mostraban pasivos, como si su ventaja fuera mayor que la de un gol. Un disparo desviado por el portero Andrada antecedió a un gol de los de casa que fue anulado tras revisión del VAR y a la siguiente jugada, todo cambiaría.
Funcionaron los cambios de Siboldi: los recién ingresados López y Quiñones se combinaron bien para que este último lanzara medido servicio al área que encontró Córdova para empujar la pelota –como contra el Toluca y el juego previo- y darle la ventaja a su equipo con poco más de diez minutos por jugarse, tiempo en el que los líderes del torneo intentaron hacer lo que no se propusieron en todo el partido: ya no les alcanzó a pesar de tener una última opción y, después de una gran campaña regular, se despiden de la posibilidad del título. En contraste, aunque cayendo y levantando, los Tigres están en la final tras un torneo irregular, en un duelo que nos quedó a deber mayor intensidad y emoción.
Un clásico descremado
Se soltaron las Chivas en un inicio para buscar con frenesí el arco de enfrente, como para darle rumbo temprano al partido y a la eliminatoria, pero se toparon con un Malagón inspirado que sacó al menos dos claras. Las Águilas se acomodaban y sobrevolaban para ir aterrizando en el campo de manera paulatina, al grado de emparejar el desarrollo del trámite tras 20 minutos complicados por la presión del local. Así, el Guadalajara empezó a bajar la intensidad y el América empezó a llegar a la puerta rival, al grado de anotar un gol invalidado por centímetros. Hacia el final del primer episodio, otra vez el cuadro rayado se organizó para inquietar el arco de los antes llamados cremas, pero sin lograr abrir el marcador.
Para la segunda mitad, los visitantes se fueron plantando mejor y controlaron las acciones buena parte del tiempo, mientras que el cuadro jalisciense se mostraba confundido, sobre todo después de recibir el gol de Zendejas, conseguido con sólido disparo a primer poste. La media hora restante no fue lo que se esperaría de los anfitriones, denotando falta de creatividad e insuficiente enjundia para tratar de emparejar el marcador. Incluso la opción más clara fue de la visita con un remate de cabeza que se quedó en el travesaño. Difícil de creer cómo un equipo puede cambiar tanto, para mal, de un tiempo a otro, como si solo tuviera gas y disposición para 45 minutos.
En el partido de vuelta, los dos equipos iniciaron con cautela aunque los de amarillo parecían mostrar una mayor ambición; los tapatíos no apresuraban el trámite y mostraban paciencia para ir alcanzando el objetivo de ganar por dos goles. Fue hasta cerca de los veinte minutos cuando Alvarado recuperó una pelota en propia cancha, incluido dudosa falta, y se la fue llevando con entereza hasta que filtró pase a Cisneros quien trompicado y todo con resbalón defensivo como parte de la coreografía, terminó con el balón en la portería para abrir el marcador. Ya solo faltaba uno y no recibir ninguno, para lo cual tendrían que aplicarse mucho más. Presionaron los capitalinos pero sonó el silbato para el descanso.
En la segunda parte, los de casa salieron a buscar el empate y otra vez la ventaja en el global, sobre todo a través de disparos de media distancia que salían ligeramente desviados o que el arquero chiva lograba resolver, hasta que al 57’, Valdés cabeceó un servicio de manera venenosa casi de espaldas para incrustar la pelota en la cabaña rival y emparejar el marcador aquí y regresar la ventaja de dos en el global. No pasaba gran cosa hasta que una sucia barrida de Fidalgo provocó que fuera echado del campo y todo cambió con media hora por delante: el Rebaño se organizó, aprovechó la ventaja numérica y al 76’ anotaron el segundo en jugada a balón parado vía Mozo, después de que les anularon un tanto. El destino parecía inevitable: un par de llegadas de peligro antecedieron al remate de Orozco hacia el final y las Chivas sentenciaron una eliminatoria descremada que solo regaló efímeros lapsos de emoción.