martes. 24.06.2025
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Rusia 2018, día 23: adiós américa

"...Pero la lucha se desarrolló sobre todo en el centro del campo, peleando por cada centímetro de césped para hacerse de la posesión"

Rusia 2018, día 23: adiós américa

 


Iniciaron los cuartos de final con la intensidad esperada. Los dos equipos americanos aún en competencia enfrentaron a las que probablemente sean las dos selecciones europeas más fuertes del certamen. Mientras que los uruguayos no salían como favoritos ante los franceses, los brasileños sí estaban señalados como más probables ganadores ante Bélgica. Al final del día, los sobrevivientes de nuestro continente se terminaron despidiendo de Rusia para dejar el Mundial poblado de europeos, ya sin asiáticos y africanos. Partidos que se resolvieron en jugadas específicas y que terminaron inclinándose a favor de quien mostró mayor capacidad de concreción, no obstante que el trámite en la mayor parte del tiempo resultó muy disputado.

El fin del bicampeón

Los uruguayos recordaron historia y genética. Salieron a pelear todas las pelotas, meter la pierna hasta donde el árbitro se los permitiera y a buscar en alguna jugada esporádica sorprender a los franceses, superiores en el manejo de la pelota y también dispuestos a ensuciarse el uniforme si fuera necesario. A lo largo de la primera mitad, los europeos dominaron más la pelota y generaron un fútbol de impacto, paulatinamente dominador; los sudamericanos, en tanto, no renunciaron del todo al ataque y tuvieron sus llegadas, sobre todo a balón parado. Pero la lucha se desarrolló sobre todo en el centro del campo, peleando por cada centímetro de césped para hacerse de la posesión.

Incluso los habituales coequiperos ahora rivales -Godín-Griezmann y Suárez-Umtiti- se desconocían en el fragor de la batalla. Hacia el final de la primera parte, una falta cobrada por el delantero francés del Atlético de Madrid, con finta incluida, fue recibida con antelación por Varane para colocar la pelota en la portería: solo con esa combinación de astucia y oportunismo era posible anotarle a los bicampeones del mundo, muriéndose por cada pelota. El tanto galo influyó en el planteamiento para la segunda parte, dado que ahora no bastaba con dominar cada palmo de terreno, sino había la necesidad de construir peligro al frente sin descuidar la retaguardia ante delanteros tan temibles como escapistas.

Al inicio del complemento, los representantes del paisito mostraban comprensión y buena lectura del partido, pero también los franceses se desenvolvían con pleno conocimiento de causa, combinando el detalle artístico con las resoluciones industriales. El juego estaba ahí, buscando una definición, hasta que una vez más Griezmann se hizo presente a media hora del final: lanzó un disparo desde fuera del área que se le fue moviendo a Muslera y se escurrió en la portería: mostrando clase ante el error del rival, colega al fin, el pequeño príncipe no festejó de manera ostentosa y simplemente aceptó el abrazo de los suyos.

Con los dos de ventaja, un Kanté que se reproducía por todas partes y ante las lágrimas prematuras de Giménez, la garra charrúa no cedió y permaneció en la pelea, aunque impotente ante una selección que luce tan sólida como brillante. Faltó Cavani para la celeste, por supuesto, pero los uruguayos se van satisfechos de su desempeño, comandados por el venerable profesor Tabárez, y de su irreprochable entrega por los colores de su país: enfrentaron a una selección superior y le dieron digna pelea, abusando por momentos de las faltas pero mostrando una notable confianza en sí mismos. La multiétnica Francia sigue avanzando con paso firme, eliminando a cuanto rioplatense se le ponga enfrente.

El fin del pentacampeón

En el partido presumiblemente más atractivo de la ronda, belgas y brasileños se veían las caras con sus alineaciones repletas de talento, sobre todo de medio campo en adelante. La ausencia de Casemiro, pivote y brújula del equipo carioca, pudiera resultar significativa, sobre todo considerando los despliegues brutales de los Diablos rojos, incendiando el campo con velocidad infernal en el contragolpe. Primero fueron los brasileños vía Thiago Silva y Paulinho quienes se asomaron a la puerta del gigante, en todos sentidos, Courtois. No lograron anotar y en una jugada desafortunada de tiro de esquina, Fernandinho anotó en propio arco antes del cuarto de hora.

El partido continuó con buena dinámica y pasada la media hora, una descolgada fue bien capitalizada por el fino toque del gran mediocampista De Bryune, insertando la pelota con disparo preciso para el segundo en la frente: la generación belga que más esperanzas ha generado tras la experiencia adquirida hace cuatro años, estaba cumpliendo con su cometido al vencer a los (casi) siempre favoritos sudamericanos. El contragolpe con Hazard y Lukaku impulsados por el anotador del gol mantenían ocupado al cuadro bajo brasileño, perdiendo creatividad al frente y estampándose con un sólida media de cabelleras esponjadas.

La segunda parte no pintaba bien para los belgas: decidieron recular de más ante el talento carioca y permitieron que se volviera dueño de las principales opciones de gol. A pesar de que Neymar no estaba en su día, aunque limitando su tendencia al engaño, y los demás se enredaba entre los medios y centrales, Marcelo generaba llegada que se potenció con el ingreso de Douglas por la otra banda, inexplicablemente retenido en el banco durante toda la primera mitad. Empujaron los brasileños con fuerza ante los esporádicos avances belgas que tampoco concretaban, hasta que el recién ingresado Augusto aprovechó un esclarecedor centro de Coutinho para incrustar la pelota con preciso cabezazo abajo, único resquicio a donde no podría llegar el arquero belga.

A falta de un cuarto de hora por jugarse, los brasileños dieron todo de sí, poniendo además de su reconocido talento, un pundonor que no se les veía hace tiempo, ya sea porque no lo necesitaban o por ciertas muestras de desidia; pero enfrente tenían a un equipo que ya se volvió adulto y que más allá de su enorme capacidad individual, está listo para ser contendiente al título. Por su parte, Brasil recupera fuerza después de su escandalosa caída hace cuatro años y se vuelve a constituir como uno de los conjuntos más poderosos del mundo, no solo por su participación en el torneo, sino desde la contundente eliminatoria para llegar a tierras rusas.

Así, el Mundial de Rusia le dijo adiós a América y la copa se disputa entre puro europeo, como si volviéramos 500 años en el tiempo y el eurocentrismo regresara a ser la lógica que rige el destino global. Por suerte es solo fútbol. Nada más. Nada menos.

 

 

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