martes. 24.06.2025
El Tiempo

Rusia 2018, día 7: ganar apenitas

"...Quizá pesó más el miedo a la goleada que la posibilidad de dar la sorpresa..."

Rusia 2018, día 7: ganar apenitas

Los tres partidos señalaban un favorito claro. En todos los casos ganaron, pero con un desempeño por debajo de lo esperado y una resistencia loable de sus rivales, nunca derrotados. Una combinación entre la excesiva confianza de las selecciones que se fueron al frente, en buena medida por sus grandes figuras, y la convencida disposición de los considerados víctimas propiciatorias que, a pesar de saberse inferiores, no dejaron de buscar el empate: la duda que permanece es porqué salieron con un esquema tan temeroso si al final del día no había tanta diferencia y solo a partir de recibir el gol, soltaron las amarras. Quizá pesó más el miedo a la goleada que la posibilidad de dar la sorpresa.

Un cabezazo para definir el destino

Cercanos geográficamente y ahora rivales, Portugal y Marruecos se enfrentaron para abrir la segunda jornada del grupo correspondiente. Muy pronto, Cristiano aprovechó bien su capacidad de desmarque en el área para anotar el gol de la quiniela (como se decía antes) con sólido cabezazo. Una anotación que confirmaba la importancia del individuo en un juego esencialmente colectivo: en este caso, el hombre en solitario acaba por pesar más que la estructura, tanto propia como la de los de enfrente. Los africanos reaccionaron bien, recordando que son un equipo competitivo y que su derrota previa no reflejaba su potencial: se fueron al frente buscando la igualada y dominaron las acciones ante unos lusitanos apáticos.

Desde la banca, el entrenador Renard de Marruecos, con todo y su facha de villano de película de espías, confiaba en el desenvolvimiento de sus jugadores, sobre todo porque se apoderaron del medio campo y ejercieron un dominio prometedor durante buena parte del juego, siempre orientado a la intención de empatar y mantener aspiraciones en la Copa. Portugal, por su parte, parecía jugar en contexto conocido: bajo presión del rival, sin la pelota y siendo dominados, tal como conquistaron el título europeo. Cambios desde la banca enviados por el técnico Santos y la presión marroquí persistía, ante la angustia del tiempo transcurrido. Pudieron empatar, sin duda, pero la falta de precisión al frente les generó su segunda derrota, también inmerecida.

Un remate para sentenciar el resultado

Después de su lamentable presentación, Arabia Saudita ajustó líneas e intenciones para enfrentar su segundo compromiso con mucha mayor prestancia y atención. Se enfrentó a un rival habituado a la aspereza y a los partidos cerrados. Uruguay estableció condiciones y términos al inicio del juego y tras generar algunas opciones, Suárez aprovechó una mala salida del arquero en tiro de esquina para empujar la pelota al fondo y colocar el tanto de la tranquilidad, quizá interpretada con demasiado optimismo. En lugar de empujar, los sudamericanos recularon y se pasaron el resto de la primera mitad administrando la ventaja sin visos de intentar aumentarla.

Para la segunda parte, los Halcones Verdes siguieron insistiendo durante los primeros minutos pero poco a poco se les fue agotando el vuelo, en tanto los bicampeones mundiales hacían los ajustes correspondientes para mantener la capacidad de contención, sin dejar de mandar ciertos avisos hacia la puerta contraria. A pesar de sus buenas intenciones y su recuperación indudable en relación con su presentación, los árabes disminuyeron paulatinamente su capacidad de peligro y los uruguayos fueron gestionando la ventaja mínima también lanzando uno que otro ataque la frente. Ya sin mayor premura, los charrúas echaron llave a cualquier intención de explotar algún pozo que se convirtiera en igualada por parte del cuadro árabe, al fin dando un juego digno.

Un rebote para finiquitar el marcador

Después de exhibir un juego excelso de toque coordinado de pelota, los españoles se presentaron en su segundo compromiso ante unos iraníes que ganaron de última hora su partido previo, sin merecerlo demasiado. El partido arrancó con el guion esperado: los ibéricos como dueños absolutos de la pelota en tanto los persas aguantaban lo más posible, cual escuchas de un concierto inacabado pero que no terminaba de incidir en las emociones del encuentro. La primera parte se diluyó entre intentonas constructoras de los españoles y esfuerzos de los iraníes para destruir las amenazas.

A los diez minutos del segundo tiempo, en extraña jugada de carambola, Costa acabó introduciendo la pelota en la puerta de Irán para abrir el marcador. Cuando se establece tal insistencia, de alguna manera se logra el objetivo, aunque no sea la más pulcra. Pero en lugar de finiquitar el partido, el conjunto del improvisado Hierro dejó que Irán creciera, adelantara líneas y generar cierto peligro en la puerta española. Parece que de tanto buscar el objetivo, su consecución generó una actitud de cierta relajación en los europeos que por poco les cuesta el empate. Queda la inquietud de porqué el cuadro del golfo pérsico no se animó desde un inicio a jugar como lo hizo la última media hora de partido: a lo mejor lo goleaban, quizá daba la sorpresa. Vean a México.

 

 

[Ir a Rusia 2018, día 6: entre sorpresas, la casa gana]