A la turca
“El asunto turco es mucho más complejo, como la relación que tiene Estados Unidos con México. Habrá que estar atentos a los trucos de tahúr sobre el tapete verde, pues quizás tengamos que aprender a jugar a la turca…”
Si pensaba que Trump sólo se iba a dedicar a fastidiar a México con su retórica nacionalista, se equivocó. Turquía, aliado incondicional de los Estados Unidos en el Medio Oriente, miembro de la OTAN, candidato eterno a ingresar a la Unión Europea, e importante socio comercial como economía emergente, sufre por las políticas económicas del multimillonario presidente. Su libra se ha depreciado desde que se impusieron aranceles al acero y aluminio turco. Sin embargo, Tayyip Erdogan, omnímodo presidente turco tras el referéndum del año pasado, que le permitió aumentar sus poderes, no se arruga. Hace unos días, ordenó nuevos aranceles a productos estadounidenses: 120% en coches, 140% en bebidas alcohólicas y 60% en hojas de humo, y también en productos como los cosméticos y el arroz. Además no ha tenido pelos en la lengua para denunciar las medidas norteamericanas como una “puñalada en la espalda”, e invitar a sus compatriotas a evitar la compra de productos gringos. En este tira y afloje que Trump considera muy apropiado en los negocios, Erdogan reconsidera fortalecer sus lazos con Rusia, China e Irán.
Mientras Trump se mantiene firme en el berrinche, el gobierno francés ha salido al quite. Macron, al parecer, comprende que la relación con Turquía trasciende la liberación de un pastor protestante o un aspecto arancelario. Turquía es una pieza clave en la relación de poderes en Medio Oriente, como se ha visto a lo largo del conflicto sirio. Además de ser una de las economías emergentes más importantes de la zona y un bastión en la defensa europea, pues no se puede olvidar que alberga bases militares estadounidenses con arsenales nucleares.
Las olas que levantaron las sanciones norteamericanas golpearon también en América Latina; Argentina como mercado emergente vio afectada también la cotización de su moneda, y en menor medida se sintió en México, con una baja del peso mexicano.
¿Nos importa lo que pase en Turquía? Sí. De lo que derive la negociación con Erdogan, México podría aprender a manejar al actual inquilino de la Casa Blanca. El primer guiño del presidente turco hacia Rusia, China e Irán puede ser un bluff que haga reaccionar a los políticos norteamericanos, que no pueden darse el lujo de perder un aliado estable y poderoso en la región.
Trump decía que le gustaba negociar con “hombres fuertes” (por no decir dictadores), al parecer solucionó fácilmente sus asperezas con Kim Jong-un, líder de un país aislado y sin mayor capacidad para negociar, que esgrimir una bomba atómica. El asunto turco es mucho más complejo, como la relación que tiene Estados Unidos con México. Habrá que estar atentos a los trucos de tahúr sobre el tapete verde, pues quizás tengamos que aprender a jugar a la turca.
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