Cisnes en el nuevo teatro
"Desde entonces la princesa hechizada ha dado la vuelta al mundo con cambios permanentes, en especial en el final del cuento"
Piotr Tchaikovsky recibe una importante oferta económica mientras componía su tercera sinfonía. Proviene del Teatro Bolshoi y cuenta 800 rublos por una pieza de ballet inspirada en un cuento de hadas donde una princesa sufre el hechizo de un malvado brujo. Urgido por el dinero, Tchaikovsky acepta y, según comentaría en una carta, lo hizo por probarse en ese tipo de música.
Según relata su hermano, Modest, en un pasaje de memorias, Piotr tenía una gran facilidad y gusto por el baile. En noviembre del mismo año que recibió el encargo, se encontró con el compositor francés Camille Saint-Saëns, quien visitaba Moscú. Saint Saëns compartía muchas de las inclinaciones de Tachikovsky (la danza, la música y la compañía varonil entre ellas), y no tuvo inconveniente en bailar el pas-de-deux de la Galatea y Pigmalion con el acompañamiento musical de Nicolai Rubinstein en el teatro del Conservatorio. El ruso de 35 años, con una veintena de composiciones importantes, entre ellas dos óperas, interpretó a Pigmalión. El francés fue Galatea.
No sabemos si ese sería el último impulso que requirió Tchaikovsky para acometer la partitura, pero trabajó con rapidez y gran energía. Hay que decir que una vez entregada la composición, contrario a lo que había sucedido con sus anteriores trabajos para la escena, el músico estaba muy despreocupado, casi convencido en que no tendría éxito. Y así fue, su estreno el 4 de marzo de 1877 podría calificarse de desastroso: entre las dificultades para interpretar la música por parte de un director poco capacitado, y una coreografía poco llamativa, pobre en escenografía y vestuario, el público no pudo apreciar la obra en todo su esplendor. La crítica terminó por hundirla.
Sin embargo, como ha sucedido con muchas obras maestras poco apreciadas en su estreno, años después la transcripción para piano llamó la atención Olav Hansen, quien volvió a coreografiarla con mejor recepción de público en 1882. Pero sólo tras el éxito de La bella durmiente, el segundo ballet de Tchaikovsky, en 1890, con el trabajo del mejor coreógrafo de la época, el francés Marius Petipa, la partitura de El lago de los cisnes volvería a despertar interés para que se reelaborara por completo su despliegue en escena. Esto sólo pudo lograrse tras la prematura (y muchos dicen que misteriosa) muerte de Tchaikovsky, en 1893. Por fortuna, antes de su deceso, alcanzaría a terminar la música para otro ballet extraordinario, El cascanueces, estrenado un año antes.
Petipa, por exceso de trabajo y enfermedad, se apoyó en su discípulo Lev Ivanov, y con la ayuda adicional de Modest, el hermano biógrafo, finalizaron la que se considera su versión clásica que se estrenaría el 27 de enero de 1895 bajo la batuta de Riccardo Drigo. Versión que, con revisiones y cambios permanentes, sigue siendo considerada como una obra paradigmática del ballet. Muchas bailarinas recuerdan en particular los 32 fouettés (giros dados sobre una pierna impulsándose con la otra) continuos que se le exigen a Odile (el cisne negro) en el tercer acto. Desde entonces la princesa hechizada ha dado la vuelta al mundo con cambios permanentes, en especial en el final del cuento. Es famoso el de Nureyev con la ópera de Parías de 1986, por ejemplo. No estoy seguro cuál se representará el ballet estatal de la ciudad de Vorónezh, pero creo que será más apegado a la versión de Petipa. Así que espero que algo de la historia de su composición sirva para invitarle, el martes, 7 de marzo, cuando presentará El lago de los cisnes en el Teatro de la Ciudad de Irapuato.
A asistir a alguna de las dos representaciones previstas a las 18:00 y 21:00hrs. Boletos en taquilla del teatro y en el sistema eticket.
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