jueves. 26.06.2025
El Tiempo
Jaime Panqueva
04:06
13/10/18

Han vuelto

“Su ideología, o mejor, la ausencia de ésta, debe condensarse en un término que pensábamos en desuso hace décadas, pero que los engloba a la perfección: fascismo…”


Es difícil ver las noticias de los últimos años y no pensar en ello. Se les denomina derechas populistas, y sus partidos pueden ostentar nombres como “Social Liberal”, “Unión Cívica”, “Ley y Justicia”, o usurpar instituciones de gran tradición como el partido Republicano de los Estados Unidos, pero la máscara cede con facilidad cuando se ponderan los discursos y sus acciones. Su ideología, o mejor, la ausencia de ésta, debe condensarse en un término que pensábamos en desuso hace décadas, pero que los engloba a la perfección: fascismo.

El domingo pasado los brasileños votaron en su mayoría por un candidato racista, homófobico, misógino, que defiende la tortura y que la policía realice ejecuciones sumarias. Hace unas semanas, escuchamos a Donald Trump blofear ante el pleno de las Naciones Unidas y hablar de su férrea defensa de la libertad y la independencia, y la necesidad de cobrar por la defensa del mundo libre para que su país recupere la grandeza. Que a mi modo de ver, es una forma elegante de decir, hegemonía o supremacía, algo que debe reflejarse, por supuesto, en dinero contante y sonante. Escuchar estas falacias nos invita a reflexionar en las palabras de Thomas Mann, escritor perseguido por los nazis, quien durante su exilio en el país del norte dijo: “Déjenme decirles la verdad: si alguna vez el fascismo llega a Estados Unidos, lo hará en nombre de la libertad”.

No, el fascismo no se superó tras el final de la guerra. Ese periodo de paz que ha vivido Europa a lo largo de siete décadas, está bajo amenaza por el resurgimiento de los mismos odios y miedos que empujaron al mundo a la mayor guerra conocida por la humanidad. Llámense, Áder, Duda, Farage, Le Pen, Duterte o Johnson, la exacerbación del nacionalismo, hasta el punto de cuestionar los organismos multilaterales como entes tiránicos y no como uniones consensuadas de países con iguales responsabilidades y derechos; la incitación a la xenofobia o a la violencia contra etnias, condiciones sociales o preferencias sexuales; y la banalización de la condición y actividad humana a una mera mercancía o recurso productivo, son su sello indiscutible.

Rob Riemen, en Para combatir esta era (Taurus, 2017), cita esta frase extraordinaria de Federico Fellini:

El fascismo siempre surge de un espíritu provinciano, de una falta de conocimiento de los problemas reales y el rechazo de la gente –por pereza, prejuicio, avaricia o arrogancia- a dar un significado más profundo a sus vidas. Peor aún, se jactan de su ignorancia y buscan el éxito para ellos mismos o su grupo, mediante la presunción, afirmaciones sin sustento y una falsa exhibición de buenas características, en lugar de apelar a la habilidad verdadera, la experiencia o la reflexión cultural. El fascismo no puede ser combatido si no reconocemos que no es más que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos, y del cual debemos estar avergonzados. Para contener esa parte de nosotros necesitamos más que activismo en favor de un partido antifascista, pues un fascismo latente está oculto en todos nosotros.

Hace algunos años, Timur Vermes cosechó un éxito extraordinario con su novela Ha vuelto, que con un humor corrosivo relata el regreso por arte de magia de Hitler a la Alemania del 2011, y cómo los medios de comunicación vuelven a entronizarlo ante un auditorio seducido por su retórica. La película, realizada en 2015, es aún más perturbadora, pues se filmó como un falso reality, donde se escucha a los alemanes actuales clamando por un salvador ante el desastre que se avecina, y del cual promete salvarlos el “Führer”, encarnado por un formidable Oliver Masucci. En algunos pasajes, la película logra mostrarnos ese ente oscuro del que hablaba Fellini, y que habita en el ciudadano de a pie. Así mismo, desnuda el gran vacío sobre el cual gravitan los argumentos del fascismo: lo único importante es el poder y el dinero.  

Y en México tampoco cantamos mal las rancheras, por ejemplo, hace un par de semanas se aprobó en Sinaloa una legislación antiaborto, con una pena de seis meses a tres años de prisión para la madre que lo haga. La semana pasada se postuló Román Cifuentes Negrete como candidato a dirigente del PAN en Guanajuato. Según las fuentes allegadas al ala más conservadora del Estado, este personaje es apodado Rogelio Vignote, en honor a un militar partidario de la Falange Española, fanático del dictador Francisco Franco...

Quizás me haya equivocado con todo esto que comenté atrás, y en lugar de pensar que están de vuelta, más bien debamos aceptar que nunca se han ido.

 

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