Jaime Panqueva
07:58
25/04/20

La esencia y lo no esencial

"... lo pequeños que han quedado los líderes ante la emergencia del coronavirus..."
La esencia y lo no esencial


Leía a Moisés Naim hace unas semanas sobre lo pequeños que han quedado los líderes ante la emergencia del coronavirus, y las dificultades de enfrentar una enfermedad, que poco tiene de catastrófica, de una forma coordinada e inteligente. La ignorancia, el nacionalismo y la pugna política han primado sobre el multilateralismo y la solidaridad de tal forma que no atino a pensar qué pasará con la OMS o las Naciones Unidas una vez apagado el incendio, o qué sucederá cuando en realidad llegue una enfermedad más mortal y contagiosa. ¿Aprenderemos como humanidad de esta experiencia?

Si a escala mundial, en los gobiernos de los países y las instituciones supranacionales, hay problemas, es también desesperanzador ver cómo actúan los gobiernos estatales o municipales. En México en torno al debate del Covid se amalgaman las expresiones de descontento de quienes han visto amenazados sus privilegios por la 4T. Muchos de estos detractores esperaban un país en llamas a partir del 1 de diciembre de 2018 y el surgimiento de una dictadura de corte venezolano. Aún están decepcionados. No está de más comentarlo acá, que el Covid le habría dado una excusa perfecta al gobierno para implementar medidas autoritarias más allá de la cuarentena, y que AMLO, hasta el momento, se ha dado el lujo de rechazar. Pero otro parece ser el mundo de los editorialistas y moneros nacionales que evocan el triste y breve periodo que vivió don Francisco I. Madero en la silla del águila. Todos sabemos lo que vino después.

Mientras tanto, gobernadores broncos y de nueva generación manotean ante el gobierno para presentarse como adalides de la economía y la salubridad. Sobran expresiones como “el Estado rebasado”, “aquí sí nos preocupamos por la gente y la economía”, “aquí sí haremos cumplir la ley” y otras lindezas, mientras vemos que los índices de criminalidad permanecen incólumes y los carteles locales mantienen sus feudos a punta de repartir despensas, plomo y sobornos.

En el estado de Guanajuato la emergencia presenta una dicotomía funesta. Mientras se pide a la población que se quede en casa y no realice actividades no esenciales, se exige al gobierno federal que se declare a la industria del automóvil y sus partes como esencial para que pueda reanudar actividades. Para mí siempre estuvo claro que no se debió realizar una cuarentena de forma tan indiscriminada y anticipada. Nadie lo reconocerá, pero ahora ante los platos rotos y la amenaza de que los empleos migren para hacer America great again, este pequeño cluster neoliberal sabe que debe preocuparse menos por la salud... Sin ánimo de ponerme filosófico, veremos en unos días qué es en realidad lo esencial.

Paso para los municipios, donde la esencia de algunos presidentes municipales se manifiesta en el tono autoritario a través de multas, ley seca y una policía que claudica en la lucha contra las bandas delincuenciales o los motorratones, para enfrentarse contra un enemigo más débil y derrotable: la población desarmada. La vertiente autoritaria, más fácil y rápida, vence pero no convence. No educa, no hace pueblos cultos o inteligentes. Sólo refleja la triste mentalidad de quienes la esgrimen. Esa misma raigambre violenta y majadera se refleja en la última frase del más reciente discurso de nuestro gobernador, uno de los pocos que parecía bien escrito y difícil de refutar, hasta que tropezó con estas siete palabras dignas de un examen semiótico: “aún nos quedan muchas alhóndigas por incendiar”. Grandes problemas, líderes pequeños. Qué duda cabe.

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