Jaime Panqueva
12:09
22/10/22

Opinión • Criar cuervos • Jaime Panqueva

"Mientras Occidente está dividido y temeroso, China parece el único que tiene muy claro qué hacer, y todo parece emanar de la cabeza de Xi Jinping"
Hu Jintao y Xi Jinping
Hu Jintao y Xi Jinping
Opinión • Criar cuervos • Jaime Panqueva

Hace ocho años visité China por un par de meses gracias a una invitación de la Asociación de Escritores de Shanghai, para realizar una residencia en esa ciudad. Pocos días antes de las fiestas por el aniversario de la revolución, me permitieron pasar unos días en la capital, Beijing. Por entonces, el presidente actual, Xi Jinping, llevaba poco más de un año y medio en el cargo. Su ascenso podía verse de la forma más natural y orgánica, considerando las estructuras partidarias chinas, pues había sido el vicepresidente de Hu Jintao durante todo el quinquenio 2008-2013, y unos meses antes de su designación como presidente fue elegido como Secretario General del Partido Comunista.  

Por aquel entonces, muchos pensaban que Xi Jinping continuaría por la misma senda de su predecesor, quien gobernó una década y potenció el crecimiento económico mediante la asociación de empresas privadas con los recursos del Estado, un capitalismo o marxismo a la china. Por entonces, las quejas principales de sus habitantes se concentraban en la corrupción y enriquecimiento desmedido de los grandes empresarios en alianza con sus socios funcionarios del gobierno. O por lo menos eso es lo que podía uno percibir por los medios y algunos comentarios que lograba obtener de los habitantes. En general, como en toda dictadura, la gente es muy reacia a expresarse. Pocos meses después de mi visita, Xi Jinping comenzó una campaña anticorrupción con la que fue removiendo piezas muy importantes dentro del aparato oficial y tocó también a empresarios bajo el cargo directo de corrupción. 

En su primera reelección como presidente en 2017, promulgó 14 principios políticos bajo su nombre para guiar China hacia el futuro. Dentro de los cuales el Partido Comunista es el eje principal para garantizar la unidad que lleve a una reunificación completa (eso implica principalmente a Taiwán) y “la búsqueda de un destino común entre el pueblo chino y otros pueblos en un entorno pacífico”. Creo que sobra mencionar el desarrollo alcanzado por China en los rubros económicos y militares, así como el fortalecimiento del liderazgo de su presidente. Él ha logrado algo no visto desde los tiempos de Mao Zedong, un tercer mandato que podría, tras las reformas legales realizadas hace años, convertirse en vitalicio. 

Uno de los pilares del pensamiento chino es la creencia en una vía virtuosa. Antiguamente la denominaban la Vía del Cielo, y cualquier acción podía justificarse mientras el resultado mantuviera a los actores en ese camino. Xi Jinping considera que sus antecesores se alejaron de los principios del Partido y que sólo el liderazgo fuerte que ofrece, puede mantener a China sobre la senda trazada. Bajo esa égida, mantiene la tensión con Occidente alrededor de Taiwán, ha multado y reprimido sectores empresariales en su país, mientras continúa la expansión comercial a través de su gigantesco plan de la nueva ruta de la seda. El covid, aunque desaceleró la actividad económica, le permitió crear un sistema de vigilancia electrónica de la población que no ha tenido precedente en la historia de la humanidad.

La imagen que da la vuelta al mundo por estos días es la de Hu Jintao, el expresidente y antiguo valedor de Jinping, sacado a la mala del presidium del partido, frente a la asamblea en pleno. El viejo presidente se niega al principio, y es puesto en pie por dos asistentes con cubrebocas; antes de ser escoltado fuera de la sala dirige unas palabras a Jingping, que éste contesta sin inmutarse. Ninguno de los presentes sentados en la misma mesa osa girar la cabeza para ver cómo lo sacan. El silencio en la sala es escalofriante. En un sistema tan hermético, una escena de este calado no es gratuita, significa la ruptura total de Xi Jinping con el pasado que se alejó de su “vía del cielo” y la consolidación absoluta de su liderazgo. Se realiza justo cuando acaba de ratificarse como presidente, para demostrar que nadie dentro de su país puede competir contra él. Su peso en el mundo está claro; la invasión de Rusia a Ucrania comenzó justo el día después de la clausura de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín. Mientras Occidente está dividido y temeroso, China parece el único que tiene muy claro qué hacer, y todo parece emanar de la cabeza de Xi Jinping.

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