Opinión • ¿Debates? • Jaime Panqueva

Buena dosis de debates tuvimos esta semana en la recta final de las campañas 2024. A inicios de la semana, el de la gubernatura del estado y poco a poco se han desgranado los de las presidencias municipales. Esto se sumó al primer debate presidencial, hace dos semanas. Aunque se haya vuelto un mantra la queja en contra de los formatos de debate y de algunas fallas de escenografía o en los relojes, esto no soslaya lo interesante que resulta reunir a los aspirantes cara a cara bajo un mismo techo para desnudar sus deficiencias y virtudes.
Como vivimos en la era de las altas expectativas, pareciera que gran parte de los comentaristas espera un formato ideal para debatir donde sea fácil determinar ganadores y dónde, en muchos casos, el favorito de cada opinólogo obtenga un triunfo claro y contundente; pues tampoco puede negarse que hacia el fin de este sexenio, cuando prácticamente los grandes medios están decantados hacia un lado u otro, la objetividad es un elemento tan difícil de encontrar como el astato.
Y sin embargo, debates como el organizado por la Coparmex para la gubernatura de Guanajuato dan un ejemplo interesante de cómo esta organización no tiene reparos en pujar por una candidata en concreto, así como de imponer una agenda que debía firmarse sin cortapisas al inicio del evento. La aparición de logos de la corporación y de sus asociadas, así como las preguntas ciudadanas, lo hicieron un extraño híbrido entre documental y rueda de prensa. Las preguntas dicotómicas, sesgadas para unas y de manga ancha para otra, dejaron en evidencia de qué lado masca la iguana. La billetera impuso el lugar, los temas, el formato e incluso a su favorita. Y a pesar de todo, adoleció de una inflexibilidad absurda. Al haberse ausentado la candidata Alma Alcaraz, pudieron perfectamente aprovechar el tiempo sobrante para que las dos asistentes, Libia García y Yulma Rocha, discutieran de manera más directa, sin necesidad de sacar papeletas para saber a quién interpelar, por sólo mencionar un ejemplo.
Debatir proviene del latín debattuĕre, que significa batir o sacudir, algo que si se realiza con respeto y argumentos no debería espantar a nadie. Menos aún a una población cada vez más politizada, que debe aprender a través de sus modelos políticos a asumir y rebatir la crítica de forma civilizada. Para eso existe la política, para evitar las guerras, o por lo menos para llevarlas a un plano menos violento y destructivo. Por ello, cualquier candidato que evade un debate, levanta sobre sí una sombra de sospecha.
Durante la confrontación verbal es posible también ver de qué están hechos los candidatos, su forma de responder o de contraatacar. Los debates organizados por el IEEG, a pesar de sus limitaciones, también desnudan a los candidatos. Vergüenza dan muchos que llegan sin preparación a leer declaraciones, o inconscientes de hablar a un público televisivo, como vimos en el debate irapuatense a Lluvia León Vega del partido Verde y Alejandro Herrera de Movimiento Ciudadano. Sus intervenciones fueron capaces de acabar con cualquier ilusión de gobernar una ciudad.
Este tipo de enfrentamientos es exigente y puede superar hasta las capacidades físicas del mismo aspirante, como sucedió en el evento romitense con la candidata Xóchitl Domínguez Pérez de Movimiento Ciudadano, que abandonó por nocaut técnico.
Quizás los debates castiguen a los menos fotogénicos o a quienes carecen del don de la palabra, pero también tienden a premiar a los más preparados y a quienes en el calor de la discusión saben devolver de forma elegante un ataque, o contragolpear con estilo y humor. Casos hay muchos, tanto en la política mexicana como en el mundo democrático.
Qué bien que haya tantos debates disponibles a quienes deseen verlos. Mi consejo: no se clave tanto en los formatos, pondere la precisión de las propuestas, la calidad de los ataques y las defensas. Piense en la esgrima o en el tenis. No tenga miedo a ver las grabaciones disponibles de forma gratuita, donde uno puede pausar, adelantar o retroceder a voluntad. Saque sus conclusiones. Hay tiempo: nos quedan 40 días más de campañas y varios debates más para definir el voto. Aproveche.
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