Opinión • Abandonados • Jaime Panqueva
El saldo blanco del martes negro en Irapuato no tardó en teñirse de rojo. Después de la medianoche, cuando aún ardían algunos OXXO de la ciudad, cuando autoridad alguna intentaba brindar seguridad a los ciudadanos, los narcoterroristas seguían haciendo de las suyas en la carretera Irapuato-Abasolo. Juan Carlos Orozco, 33 años, conducía una pipa de la empresa Transportes Azteca y fue cobardemente asesinado a balazos por no haberse detenido a petición de los delincuentes. Su nombre no figuró en los reportes oficiales que se jactaban al día siguiente de que la inacción de la policía municial, las fuerzas de seguridad pública del estado, la guardia nacional y el ejército, no había causado víctima alguna.
Por esas horas de la madrugada en las que Juan Carlos fue asesinado, se reportó que otro conductor, sin nombre, había sido acribillado por no detener su trailer. Su cuerpo yació durante ocho horas al borde de la vía, cerca al rancho La Playa, porque la policía de Abasolo tras encontrarlo dentro los lindes con Irapuato no se hizo cargo. Dijeron haberlo reportado a sus pares de Irapuato hacia las 3 de la mañana, pero el cuerpo fue recogido hasta casi el mediodía del miércoles. Ese cadáver anónimo y desamparado es una perfecta alegoría de la sociedad irapuatense, abandonada a su suerte por la negligencia y cobardía de sus autoridades, que aún no responden cómo tres o cuatro células de delincuentes, que se pasearon a sus anchas, pudieron aterrorizar a una ciudad de 700.000 habitantes al amparo de una de las zonas militares más importantes del país y con una policía que se come una cuarta parte del presupuesto municipal. Porque no hablamos de ejércitos con decenas de combatientes, esto fue una vil algarada que aprovechó la pasividad y desidia de la autoridad ¿Para qué sirvieron los drones y los helicópteros? ¿Para qué sirvió el Escudo de Zamarripa y de Márquez? ¿Ese sofisticado equipo con el que deslumbran a cualquiera que visite las instalaciones de la Fiscalía del Estado y que puede identificar las rutas de cualquier ciudadano de a pie, ha llevado a la detención de algún terrorista? ¿Por qué no vimos a los peritos de la Fiscalía levantando evidencias en los OXXO incendiados o en los vehículos calcinados? ¿Preguntará alguien por la investigación en curso o podemos volver a pensar en convertirnos en una potencia turística?
Todo Irapuato paga por la improvisación de nuestra alcaldesa en materia de seguridad (por no mencionar otros rubros); el desmantelamiento del CERI, grupo de respuesta inmediata de la policía, que no funcionó ni seis meses y que, por lo menos en el papel, hubiera ayudado a combatir actos como los que vimos el pasado martes. ¿Cómo tienen el descaro de quejarse de la estrategia de abrazos y no balazos si la actuación local consiste en dejar hacer y dejar pasar?
Hasta el día de hoy no hay detenidos en Irapuato, se ha constatado que la fuerza pública no enfrentó a nadie, ni repelió ataque alguno. Hace no mucho se presumió en los medios la coordinación de diferentes instancias de seguridad, pero hasta un OXXO fue atacado impunemente junto a la barda de la Zona Militar XII.
El año pasado nuestra actual alcaldesa, Lorena Alfaro, indignada por comentarios de sus contendientes los demandó porque dijeron que ella no tenía el valor que pregonaba su publicidad de campaña. El martes negro, teñido de rojo, vimos desde nuestro abandono que no sólo carece del valor, confirmamos que el asunto de seguridad, le vale.
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