jueves. 26.06.2025
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Jaime Panqueva
05:18
28/10/17

Robar bien (o Por qué leer a los antepasados)

“Soy un ladrón muy hábil. Cuando empecé a robar, el primer año pude sobrevivir, el segundo tuve más que suficiente, y al tercero me había hecho rico. A partir de entonces mi riqueza no ha dejado de crecer hasta el día de hoy que mis posesiones alcanzan un territorio con miles de familias.”

Robar bien (o Por qué leer a los antepasados)

Me han preguntado varias veces por qué leer textos antiguos. Por lo general, respondo que los más valiosos contienen una sabiduría a prueba del tiempo. Cuenta el Lie zi que en Qi vivía un hombre muy rico llamado Guo, mientras que en Song habitaba un hombre muy pobre llamado Xiang. Éste se dirigió desde su país a Qi para preguntarle a Guo cuál era el secreto de su fortuna. Éste le dijo: “Soy un ladrón muy hábil. Cuando empecé a robar, el primer año pude sobrevivir, el segundo tuve más que suficiente, y al tercero me había hecho rico. A partir de entonces mi riqueza no ha dejado de crecer hasta el día de hoy que mis posesiones alcanzan un territorio con miles de familias.” Xiang no cabía en sí de alegría. Había comprendido por las palabras de Guo que el secreto consistía en robar. Pero no había entendido que el robar se rige por unos principios. Así que empezó a saltar tapias y saquear viviendas. Se convirtió en un cuatrero tan voraz que no dejaba nada de lo que encontraba. Al poco tiempo fue apresado y condenado como ladrón, con lo que perdió incluso lo poco que antes poseía.

Xiang pensaba que Guo le había engañado, y cuando se reencontraron se lo reclamó. Guo le preguntó cómo había realizado sus robos y, al escuchar la respuesta de Xiang, notó que había malinterpretado sus palabras.

Hasta aquí esta primera transcripción casi textual del Libro de la perfecta vacuidad, como también se le conoce. Hasta este punto muchos de los lectores se habrán acordado, quizás por analogía, en alguno de los coprócratas que nos gobiernan. Y lo habrá hecho, también, quizás con algo de envidia. No lo culpo, son los tiempos que corren, y aunque el Lie zi fue escrito hace unos dos mil quinientos años, la especie humana ha cambiado relativamente poco desde entonces.

El caso es que Guo le explica a Xiang que lo llamado por él “robar” consiste en tomar “los tiempos y las cosas útiles del cielo y de la tierra”, es decir, aprovechar la lluvia, los ríos, los animales y la tierra para cultivar, cazar, pescar o construir. Todo lo que toma de la tierra en su beneficio lo considera un robo al medio ambiente, y por tal motivo, no recibe castigo alguno porque no perjudica a nadie. Y remata diciendo: “En cambio, el oro y el jade, las piedras preciosas, los alimentos y telas, los bienes y mercancías, han sido acumulados por los hombres y no son en absoluto un don del cielo. De modo que si los robas y sufres castigo, no tienes razón para quejarte.”

En la época que se escribió, con un mundo sin sobrepoblación y materias primas disponibles por doquier, lo anterior no nos haría reflexionar como ahora, que somos conscientes de la escasez de los recursos no renovables. Bueno, en realidad, ¿somos realmente conscientes?

Xiang, como podemos imaginar, no queda satisfecho con la explicación. A su perplejidad se suma la sospecha de que Guo trata de engañarle de nuevo, así que decide acudir a un sabio más reconocido, el maestro Dong Guo. El regaño del viejo maestro es más esotérico: “¿Acaso no has robado tu propio cuerpo? Has robado la armonía de yin y del yang para completar tu fuerza vital y dar forma a tu cuerpo. Con cuánta mayor razón se deberá hablar de robo si nos referimos a las cosas exteriores. En realidad, el cielo, la tierra y los diez mil seres (se refiere a todos los seres vivos de la tierra) constituyen una unidad, por lo que es un error pretender introducir cualquier tipo de discriminación apropiadora. Los robos de Guo se ajustan al principio común y por eso no sufrió perjuicio alguno, mientras que los tuyos se guiaron por un interés particular, y por eso has sufrido el castigo.”

Creo que en estos tiempos de hiperindividualismo, culto al poder y al dinero, en las palabras de Dong Guo aún resuena la sabiduría milenaria de los antiguos.

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