Y retiemble en su centro
"Habiendo comprobado que tenemos la fuerza para no dejarnos caer en indignidad ni tolerar la impunidad, nos uniremos todos los mexicanos para que nunca nadie más, empezando por nuestro propio gobierno, abuse de nosotros..."
Lo veo claro en mi mente ahora.
Trump y sus acciones son perfectos para venir a despertar al pueblo mexicano.
Sí, así lo creo.
La mujer dormida debe de dar a luz a una sociedad consciente de su poder y de sus derechos y responsabilidades.
La vida nos pone dificultades enfrente, que hacen las veces de una pesa frente al músculo flácido. Es la resistencia perfecta para ayudarnos a lograr la fuerza precisa para gestar el cambio deseado. El esfuerzo es cansado y doloroso pero ultimadamente nos lleva a la potencia, al poder del que hemos abdicado por sentirnos débiles y atrofiados.
En mi mente, que intuye posibles futuros, el tirano naranja del norte nos hace unirnos para sabotear las ventas de los productos estadounidenses, y lo hacemos al unísono. Vemos la pesa de 200 kg como algo imposible de levantar y de pronto, sorprendentemente, enfocamos nuestra fuerza y lo logramos. Rompemos la barrera de lo que creíamos posible y entonces ya no hay límite.
El poder de consumo de millones de mexicanos no es cualquier cosa. El no comprar en Walmart lo sentirá el Sr. Sam Walton, y así como él, miles de empresas que lucran en México.
El malinchismo nos lleva a consumir un café de Starbucks de $40 pesos en vez de uno de Punta del Cielo de $10, porque no valoramos fácilmente lo mexicano sobre de lo extranjero.
De pronto, el orgullo de lo mexicano ebulle en nuestros adentros.
Lo que ocurre es similar a cuando nosotros molestamos a nuestro hermano, a diferencia de que alguien más lo haga. En este último caso sí entramos en furia y lo defendemos.
Peña Nieto y sus secuaces pueden abusar de nosotros, robar nuestros recursos, servirse con la cuchara grande y romper en mil pedazos nuestra confianza y dignidad, pero se necesita alguien de fuera, se necesita a un Trump para unirnos como sociedad.
No lo sabe él, pero nos está haciendo un gran favor.
Necesitamos algo que nos restriegue las narices lo suficiente en la mierda para unirnos y comprobar nuestra fuerza.
Nos observamos al espejo, incrédulos al levantar los 200 kg, y una lágrima rueda por nuestro rostro marcado por siglos de abuso.
Una lágrima de tristeza y de esperanza, de darnos cuenta del tsunami que somos cuando nos proponemos algo como sociedad. El siguiente paso natural será unirnos en contra de las indignidades con las que nos restriega mierda en las narices nuestro propio gobierno, hecho de pillos y rufianes con cero sentido de patriotismo y toda la sed avara de ganancia propia.
De pronto, al defender a nuestro hermano del agresor externo nos damos cuenta que nuestro hermano tiene valor, y de que nosotros tampoco debemos maltratarlo.
Valoramos quiénes somos y lo que merecemos, y comenzamos a actuar en consecuencia.
Dicen que las parejas se divorcian cuando el abuso interno que se hace uno de los cónyugues es excedido por el abuso externo del otro. En otras palabras, si uno se maltrata a uno mismo, aguanta sólo esa misma cantidad de maltrato, no más.
Trump acaba de rebasar ese umbral, y ha ocurrido un cisma interno dentro de los mexicanos, que ha hecho que retiemble en su centro (o centros) la tierra, y ha logrado finalmente que el sonoro cañón comience a rugir.
En el país donde nunca pasa nada, ha pasado algo.
Masiosare, ese extraño enemigo, ha osado profanar con sus plantas nuestro suelo.
Nos uniremos en contra de los productos estadounidenses y eso nos hará sentir y vivir nuestra fuerza y ayudará a bajar el umbral de abuso que aguanta México, porque creceremos en la dignidad, el amor propio y el poder.
Cuando esto pase, el pueblo mexicano será otro. Un pueblo transformado.
Ya lo vi. Esto ya es realidad en mi mente y en las de quienes lean esto.
Cuando nuestro gobierno quiera volver a abusar de nosotros, sabremos que ya no podemos volver a lo de antes. La mente expandida a nuevas dimensiones nunca más puede regresar a su tamaño anterior.
Habiendo comprobado que tenemos la fuerza para no dejarnos caer en indignidad ni tolerar la impunidad, nos uniremos todos los mexicanos para que nunca nadie más, empezando por nuestro propio gobierno, abuse de nosotros.
Los agachados finalmente caminan erguidos de la mano.
La mujer dormida dio a luz a una sociedad despierta que se amamanta en sus brazos amorosos, que la guiarán en sus pasos incipientes hacia el Méshiko que estamos destinados a ser. México vivo, capaz, abundante para todos, justo, amoroso, divertido, Méshiko de nuestros antepasados, en un presente brillante que entrega a nuestros hijos un futuro prometedor.
Que así sea!