Diario de Campo • Década saltapatrás • Luis Miguel Rionda
Tiempos inquietantes estos que vivimos, tanto en el plano nacional como en el internacional. En la última década nuestro país y el mundo han estado dando traspiés, e incluso metido reversa, a procesos que en términos generales parecían abonar a cierta progresividad en los índices de bienestar y paz social. Los elementos clave de esa progresividad de la humanidad fueron destacados por Juval Harari en su libro Homo Deus, de 2015. El humanismo liberal permitió reducir sustancialmente —no eliminar— las plagas históricas de la humanidad: el hambre, la enfermedad y la guerra.
Pero algo se quebró en ese orden humanista y progresista: los fanatismos de izquierda y derecha se reavivaron como hace cien años, y con el arribo de Donald Trump en 2017 a la presidencia de los Estados Unidos se metió reversa a los avances civilizatorios liberales, trastocando el orden mundial multilateral. En México el proceso se replicó con el triunfo del populismo setentero de López Obrador en 2018. Los dos personajes eran los extremos de la misma soga autoritaria, y eso explica que se hayan llevado tan bien.
En ambos países se han acumulado diez años de desmantelamiento del orden liberal preexistente. El intento de corrección que significó la administración Biden (2021-2024) en el país del norte fue vituperado y demonizado por una corriente de opinión creciente, nativista, xenófoba y beligerante. La derecha populista regresó recargada este año, con un Trump sin bridas, desbocado, convencido como nunca de tener las respuestas —siempre simples— para todos los problemas de su país y del mundo.
Algo así ha sucedido en México con los gobiernos de la 4T. En siete años los neoecheverriístas han desmontado los elementos institucionales que permitieron estructurar un delicado equilibrio de “check and balances” —controles y contrapesos— que nos acercó como nunca a la democracia poliárquica, como la bautizó el politólogo Juan Linz. Por supuesto faltaba mucho camino para construir la democracia social, pero la solidez institucional pavimentaba el camino para acercarnos, sin prisas pero sin pausas, a un modelo redistributivo con viabilidad financiera a largo plazo.
La conquista y colonización del Poder Judicial en México ha sido una cima, aunque no el cúlmen, de este retroceso antiliberal. El ya anunciado Plan D de reformas legales de Sheinbaum continuará el desmantelamiento de las instituciones autónomas especializadas. Mucho dolor me causa la desaparición del Coneval, un organismo que siempre dio muestras de independencia y profesionalismo, donde colaboraron los más reconocidos expertos en investigación y atención a la pobreza multidimensional.
Ahora van sobre el INE. El inevitable fracaso de la elección judicial del 2 de junio fue la trampa que las élites populistas le tendieron al instituto. Era imposible que las cosas salieran bien: recortes presupuestales, candidatos desconocidos paridos por tómbolas y por comités parciales, desinterés ciudadano, procedimientos oscuros y escasez de controles. El prestigio acumulado en 34 años se perdió en una triste jornada. Y por eso, ya viene la parca echando rasero con su guadaña…
(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. [email protected] – @riondal – FB.com/riondal - ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda