Diario de Campo • Derecho a optar • Luis Miguel Rionda
Si hay un tema que es polarizador es el del aborto voluntario. Mejor dicho, el derecho de las mujeres a la interrupción legal del embarazo en un término razonable. Es un asunto polémico porque así lo han convertido las concepciones religiosas y las ideologías políticas. Pero no existe tal debate a nivel de la sociedad llana, la que se enfrenta cotidianamente con las adversidades de la vida diaria. Las mujeres abortan con o sin permiso del sistema legal, y lo hacen en las mejores o en las peores condiciones que les permiten su nivel de ingresos personal o familiar.
En Guanajuato hemos regresado al debate legislativo sobre el tema. Pero tal vez con más virulencia que en otras entidades, ya que detentamos el primer lugar nacional en catolicidad (91.1% en 2020; nacional: 70%) y, en consecuencia, con arraigadas preconcepciones desprendidas de los dogmas de la fe.
Históricamente el asunto del aborto se ha abordado desde una óptica religiosa, punitiva e ignorante de los hechos científicos. Se cree que el cigoto, la célula resultante de la unión del óvulo y el espermatozoide, es recipiente de una calidad metafísica: el alma. Es un asunto de fe, no de sapiencia. Según el diccionario de la Real Academia, el “alma” es (1) el “Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida”, y (2) “En algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.” Yo prefiero el primer sentido, que implica el desarrollo paulatino de un principio sensible e intelectual que nos separa de nuestro componente biológico original.
Para la tradición científica y racionalista, el “alma” no existe más allá de la fe religiosa. Los seres humanos somos entes biológicos, con la única diferencia ante el resto de los animales de poseer una facultad extraordinaria para el pensamiento abstracto (basado en imágenes mentales y códigos de comunicación) y, como consecuencia, la posibilidad de desarrollar conciencia de nuestra existencia y fatalidad. Eso es todo.
México avanza hacia el reconocimiento del derecho de las mujeres a optar. Es decir, decidir libremente si desean mantener o interrumpir el proceso de reproducción, hasta ahora considerado como un sino inevitable. Es el derecho de optar sobre su cuerpo y su futuro como personas libres y plenas. De eso se trata la despenalización del aborto voluntario.
En septiembre de 2021 la Suprema Corte de Justicia de la Nación (esa que la 4T decidió desaparecer) estableció que la penalización del aborto va en contra de la Constitución. Desde entonces 21 entidades han eliminado de sus normatividades la criminalización de esta práctica, acotándola casi todas a las 12 semanas de gestación, momento en el que la ciencia médica considera se forma en el feto el sistema nervioso central.
El actual debate en el congreso local ha conducido a un empate que no parece que se resuelva en una segunda votación. Me temo que el tema se regrese a la congeladora legislativa, manteniendo a Guanajuato en las catacumbas del conservadurismo fundamental. Hay que preservar la vida, sí, pero empezando por la vida de las madres que no quieren ser víctimas de la biología. Eso es el humanismo; lo demás es fatalismo.
(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal - ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda