sábado. 20.04.2024
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Diario de Campo • De pueblo a ciudad [II] • Luis Miguel Rionda

"No fue gratuito que Guanajuato haya sido el crisol donde se aglutinaron los desasosiegos de indios, mestizos y criollos..."
Diario de Campo • De pueblo a ciudad [II] • Luis Miguel Rionda

Continúo comentando el contenido del libro póstumo del maestro Isauro Rionda Arreguín, Acámbaro: De pueblo a ciudad, 1526-1899, compilado por el maestro Gerardo Argueta y publicado por la Asociación de Cronistas del Estado de Guanajuato con el apoyo del Instituto Estatal de Cultura. 

El segundo capítulo, “Los Chichimecas en Guanajuato a Principios del siglo XVI”, narra la cruenta guerra chichimeca (1550-1600) que dejó una profunda huella en la memoria colectiva de las comunidades y villas del Bajío, pero muy en particular en los asentamientos del camino real de tierra adentro, que con frecuencia padecían los ataques brutales de unos pueblos que nunca se rindieron ante el invasor europeo y los nativos sureños. Un auténtico westernmexicano, tres siglos antes del gringo. Mi padre siempre profesó una íntima admiración hacia esos bravos guerreros, que sólo defendían sus tierras ancestrales de una invasión que les produjo hambre, miseria y persecución. Su brutalidad sólo respondía a su defensa ante el invasor, aventajado en técnicas de guerra.

Paralelamente a estos conflictos violentos corrió la intensa y exitosa labor de evangelización y pacificación que realizaron las órdenes religiosas. Este proceso es descrito minuciosamente en el tercer capítulo, denominado “La evangelización en Guanajuato”. La expansión del imperio colonial sólo fue posible gracias al paciente y sacrificado esfuerzo de estos religiosos, sobre cuyos adoloridos hombros recayó el grueso del trabajo de pacificación y aculturación de las diversas naciones de los naturales. En Acámbaro destacó la labor de los franciscanos, que fundaron conventos en la región y divulgaron el cristianismo en lenguas como el otomí y el tarasco. Destaca la labor visionaria y utopista del obispo Vasco de Quiroga, quien quiso reconstituir la ciudad de Dios en el Nuevo Mundo. Esta pacificación garantizó el progreso material y espiritual del Bajío acambarense. Para ello también participaron los agustinos y los jesuitas, que también contaron con bienes y haciendas que participaban activamente en la generación de riqueza regional. 

El progreso económico de lo que después sería la intendencia de Guanajuato permitió un llamativo florecimiento durante el siglo de las luces y la ilustración, el XVIII, que vio la cúspide de ese ascenso material, donde la minería de las sierras centrales de Guanajuato cumplió un papel trascendental. Esto lo explica muy bien el maestro Rionda en uno de sus mejores textos, que en este libro aparece en el cuarto capítulo, denominado “Situación de la Minería Guanajuatense antes de Iniciarse la Revolución de Independencia de México”.

Guanajuato se convirtió en un emporio minero, agrícola, comercial y artesanal en el trascendente siglo XVIII. Era un entorno plenamente capitalista, bien integrado al mercado nacional e internacional por el gran valor de sus metales preciosos y demás productos de su suelo. Los sueldos de los trabajadores mineros y agrícolas eran de los más altos de la colonia, y eso atrajo un gran volumen poblacional, hasta convertirse en una de las intendencias más progresistas, donde circulaban no sólo mercancías, sino también personas e ideas. No fue raro que en este territorio florecieran los valores de la modernidad revolucionaria de Europa y de los Estados Unidos. 

Esto se confirmó con el movimiento insurgente de 1810, cuando explotaron las contradicciones sociales y se desfogó el resentimiento de las capas más desfavorecidas del sistema colonial. No fue gratuito que Guanajuato haya sido el crisol donde se aglutinaron los desasosiegos de indios, mestizos y criollos, todos ellos actores con diversos intereses y aspiraciones contradictorias, evidente en la sangrienta rebelión que encabezó Hidalgo.

El quinto y último capítulo, intitulado “Acámbaro: pueblo, villa y ciudad”, realiza un interesante recorrido desde la condición de pueblo indígena, heredero de una larga tradición como asentamiento de frontera hasta convertirse en la ciudad pujante y vigorosa de hoy en día. Un tránsito nada sencillo, pero que contó siempre con el esfuerzo de los y las acambarenses. Hay mucho que celebrar en este aniversario 496 en una ciudad con trascendencia histórica, económica y cultural.

Puedes bajar el libro en: https://tinyurl.com/2zqefcdc

(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León, Departamento de Estudios Sociales. [email protected] – @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ –https://rionda.blogspot.com/