miércoles. 09.10.2024
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Inicio de cursos

Inicio de cursos

En la ceremonia de inauguración de cursos 2013-2014, el Rector General de la Universidad de Guanajuato, José Manuel Cabrera Sixto, informó que de los 30 mil aspirantes que presentaron exámenes de admisión para entrar a alguno de los 185 programas de educación superior, o a alguna de las diez escuelas  de nivel medio superior de esta universidad, sólo 7 mil 250 fueron aceptados, entre ellos 62 de la nueva unidad Noreste de Tierra Blanca.

Sólo uno de cada cuatro aspirantes logró el objetivo de integrarse a la comunidad de la universidad más prestigiosa de la entidad, y una de las diez mejores del país. Es una cifra inquietante, porque deja en el aire la pregunta: ¿y a dónde se irán esos 22 mil 750 que no lograron ingresar? Los más suertudos a lo mejor a otra universidad, sobre todo entre las privadas, entre las que abundan las de baja calidad, que centavean a los estudiantes y les otorgan certificados que avalan cierta instrucción, mas no una educación integral.

Muchos otros buscarán trabajo, y sólo excepcionalmente lo encontrarán. Pero tengo la sensación de que la mayoría alimentará las filas de miles de NiNis que pululan en nuestras ciudades y pueblos. Ya mencionaba yo en mi anterior colaboración que según una encuesta del INJUVE de 2010 “de un millón 834 mil jóvenes de entre 14 y 29 años que hay en Guanajuato, 533 mil no estudian ni trabajan”. (Periódico a.m., citado en www.sinembargo.mx/17-08-2012/335456)

Es decir, un 29% de los jóvenes guanajuatenses se encuentran en esa situación: no estudian, no trabajan, so se labran un futuro. Dependen de sus padres, de trabajos eventuales o de a tiro vagabundean en la mal vivencia. Un caldo de cultivo para la frustración, para el enojo social y la violencia. Más de medio millón de chavos, una décima parte del total de guanajuatenses, padece esta falta de oportunidades. Es un milagro que nuestra entidad no tenga los problemas de inseguridad que sí se presentan en entidades del norte y del sur, que tienen menos población desocupada, y sí más violencia social y criminalidad.

Y no dejo de preguntarme por qué los gobiernos federal y estatal no invierten más en educación, en formación de capital humano. El gobierno de Guanajuato ha invertido una enormidad de recursos para atraer empresas privadas y públicas para generar empleos; sin embargo la mayoría de las empresas extranjeras traen consigo un alto contenido tecnológico que emplea a poca mano de obra, y la requiere calificada. Las atrae las condiciones favorables que les ofrece el gobierno local: terrenos, comunicaciones, agua, infraestructura, una legislación medioambiental laxa o inexistente, y recientemente mejores condiciones para la “flexibilidad” laboral (para correr gente, pues).

La Universidad de Guanajuato ha podido expandir su oferta, pero no a la velocidad de la demanda. La institución no ha querido crear de manera irresponsable los miles de espacios que requiere la juventud local, porque sería la mejor receta para desbordar sus capacidades y devaluar la calidad de la educación impartida. Se requieren instalaciones funcionales y suficientes, equipamiento y sobre todo incrementar su planta docente de tiempo completo y alto perfil. Pero todo ello requiere tiempo y recursos, que siempre son escasos.

Me consta lo difícil que es abrir nuevas unidades, como hoy lo hace la UG en el noreste de la entidad, región históricamente abandonada y ausente de opciones de formación superior (me tocó participar en la formación de la Unidad Yuriria en 2006). Porque no se trata solamente de recibir alumnos y abrir grupos: hay que formar una planta docente calificada y arraigada en la región. A los profesores de nuevo ingreso se les demanda nivel de doctorado, y ¿qué doctor se anima a mudarse a una comunidad pequeña como Tierra Blanca? Incluso ni San José Iturbide, que queda cerca, podría resultar atractivo para alguien que hizo doctorado en Boston, en París o en el DF. Hay que buscar docentes con mística social, que se comprometan con la comunidad y con la institución; y esa condición es difícil de encontrar.

Como para muchos de nuestros problemas, la solución llega tarde, pero llega. Es altamente loable que la Universidad de Guanajuato, así como las demás universidades públicas y privadas de la entidad y del país realicen un esfuerzo extraordinario para aumentar sus matrículas. Pero el Estado mexicano debe acompañar este esfuerzo con la mejor de las inversiones posibles: en la formación profesional de su propia gente.