¿Por qué los países libres progresan más?
La semana pasada hablamos de cómo el desarrollo de un país depende de su capacidad transformativa, es decir, de su capacidad para convertir las materias primas en bienes de consumo, en riqueza. Por ejemplo, capacidad para transformar el hierro en coches. A esta capacidad para transformar los bienes en riqueza
se le llama tecnología.
Ahora bien, ¿por qué algunos países desarrollan más tecnología que otros? ¿Por qué Estados Unidos tiene tanta tecnología y México menos? Mi teoría es esta: mientras más libres sean los ciudadanos de un país, más tecnología producirán.
Libertad y creatividad
La libertad favorece la creatividad. Un ejemplo de esto es la Antigua Grecia. Los hombres que han alcanzado las más altas cumbres del pensamiento vivieron en lo que actualmente es Grecia y la parte occidental de Turquía. Algunos creen que el pensamiento griego floreció gracias, entre otras cosas, a su geografía.
El Mar Egeo está tapizado de islas y la Península de los Balcanes está conformada por pequeños valles en las que se asentaron las diversas polis. Todo esto hacía muy difícil que una sola autoridad dominara toda la región. En otras palabras, los griegos, por su territorio, estuvieron obligados a vivir en una federación.
Pero hay una excepción: Esparta. Los espartanos, famosos por su rudeza y fortaleza física, vivían en la región del Peloponeso, esto es, en la punta de la península, al sur del Golfo de Corinto. En el Peloponeso, la geografía es mucho menos abrupta y eso permitió que un poder central dominara toda la región.
La libertad de expresión te garantiza que puedas decir lo que quieras; pero no te garantiza que nunca digas una tontería. Es verdad. Sin embargo, siempre, mientras más libertad de ideas haya, más posibilidades habrá de que surja una idea original.
Los problemas comienzan —atención aquí— cuando un ser humano se siente con la potestad o, peor aún, la responsabilidad de dirigir el pensamiento de otros. Ciertamente, los niños necesitan ser orientados por sus padres, pero no es el caso con la gente adulta, a la cual se debe iluminar y estimular en su capacidad crítica.
Fomentar la libertad de pensamiento y respetar las tonterías o aciertos del otro es algo fundamental para detonar el desarrollo y la creatividad. Cuántas veces una idea o una persona a la que hemos dado poco valor, llega mucho más lejos de lo que hubiéramos esperado.
Libertad y competencia
Séneca decía «marcet sine adversario virtus» (la virtud sin adversario se marchita). Las vides, si las siembran en un territorio con muy buena tierra, solo dan hojas. Para que produzcan uvas, necesitan estar en una tierra que les exija, que las fuerce un poco.
Los seres humanos somos iguales: si nos dan todo hecho; si no tenemos una verdadera exigencia externa, fácilmente nos conformamos y acomodamos. Por eso los burócratas son tan improductivos —y exasperantes—, porque saben que, aun haciendo mal su trabajo, van a seguir recibiendo puntualmente su paga.
¿Liberalismo o Socialismo?
El «Liberalismo» generalmente se entiende como “libertinaje moral”. Por ejemplo, alguien muy liberal es aquel que está a favor de los intercambios de parejas.
En el contexto del pensamiento político- económico, el Liberalismo es otra cosa. Es una corriente que privilegia al individuo sobre la comunidad, es decir, trata de darle a cada persona los márgenes de libertad más amplios
posibles. Por ejemplo, en un país liberal, el Estado cobra menos impuestos y ofrece pocos servicios, pero da amplio espacio a los individuos para que se procuren los servicios por sí mismos. No hay Seguro Social, cada
quien compra un seguro de gastos médicos eligiéndolo de entre el abanico de posibilidades que le ofrece el mercado.
El ejemplo más claro de liberalismo económico es Estados Unidos, un país que favorece y apoya la iniciativa privada. Por ejemplo, puedes abrir un negocio en un día sin ninguna traba burocrática (en los países socialistas, abrir un negocio es un vía crucis).
El Socialismo, en cambio, pone a la comunidad por encima del individuo. Los países socialistas cobran altos impuestos y ofrecen muchos servicios, como atención médica, educación, pensiones, etc. El Comunismo es el
Socialismo extremo, en donde el Estado puede disponer incluso de la vida de los individuos, si así lo requiere su proyecto de bienestar.
Si analizamos la historia de las últimas tres décadas, veremos que las innovaciones tecnológicas han florecido sobre todo en países liberales. Google, Apple, Microsoft, Amazon, YouTube, Netflix, por mencionar solo algunas, son compañías que nacieron de la base, no son consecuencia de un programa de desarrollo
diseñado por el Estado. Esas compañías nacieron gracias al espíritu emprendedor y competitivo de individuos concretos, de los cuales conocemos incluso su nombre.
Mientras más socialista es un país, menos creatividad y deseo de emprender tienen los ciudadanos. Les desalientan las trabas burocráticas y, sobre todo, que no hay necesidad de complicarse la vida. De hecho, hasta el vocabulario los traiciona: mientras en un país liberal se habla de “buscar empleo”, en uno
socialista se habla de “tener un puesto de trabajo”. Es decir, los individuos se ven a sí mismos como engranes de una inmensa maquinaria llamada Estado. Eso es, en el fondo, una deshumanización.
Ciertamente, el Estado debe existir. Es imprescindible. Pero su función debe ser la de moderar la actividad de los individuos sin suplantarlos. Debe ser como un mesero o como un buen árbitro de fútbol: al final no te das
cuenta ni siquiera de que estuvo ahí.
Tú qué eres, ¿liberal o socialista?
Yo soy liberal, pero pienso que algunas cosas no se pueden dejar al capricho del mercado, como la salud y la educación. Creo que lo mejor es un equilibrio, el cual no siempre es fácil de lograr.