La violencia nuestra de cada día • María Esther Bonilla López
“…series, telenovelas y programas de televisión donde la violencia familiar en todas sus modalidades se convierte en un espectáculo que ridiculiza y aleja de un diálogo respetuoso…”
Se está normalizando la violencia en nuestro país, hecho que evidenciamos no sólo por los numerosos casos de bullying en escuelas de todos los niveles, y el notable incremento de delitos como homicidios dolosos, extorsiones, cobro de piso, secuestros y desapariciones forzadas, que ha estado ocurriendo este sexenio. A esta realidad se unen otros tipos de manifestaciones en la sociedad, por ejemplo: gran cantidad de series, telenovelas y programas de televisión donde la violencia familiar en todas sus modalidades se convierte en un espectáculo que ridiculiza y aleja de un diálogo respetuoso, comprensivo y empático que pudiera conducir a la resolución de un problema.
Son muchos miles los espectadores que a diario observan programas como los conducidos por Rocío Sánchez Azuara y Laura Bozzo, entre otras, donde varios integrantes de una familia se prestan para actuar y sobreactuar los conflictos cotidianos ante las cámaras. ¿Por qué aceptan estas personas hacer públicas sus intimidades?, ¿están mintiendo?, ¿desean solo salir en la televisión?, ¿les pagan?, a la luz de la ética, el respeto y la responsabilidad, ¿buscan una ayuda profesional seria? ¿O se conforman con ser parte de un show?
No podemos adivinar sino intuir algunas respuestas; sin embargo, lo que se manifiesta con claridad, lo que perciben los millones de espectadores, es una forma equivocada de abordar un conflicto, lo cual es grave. Recordemos que todos somos influidos por la educación formal, la no formal y la informal. Esta última, la educación informal, no está estructurada en grados. Es ilimitada, abarca toda nuestra vida, se recibe en la calle, en las redes sociales, en la televisión, con los amigos, las pandillas, etcétera.
A la luz de este concepto, los programas televisivos están provocando que los espectadores se acostumbren día con día a situaciones anómalas como las que se representan con temas como: “mi cuñada quiso envenenar a mis hijos”, “mis hermanos tienen miedo de las peleas de mis papás” y tantos otros temas donde se destacan los pleitos, la comunicación basada en acusaciones, en reproches mutuos, donde los gritos y el lenguaje no verbal agresivo acompañan las denuncias y quejas. Ninguno de los participantes reconoce su responsabilidad, sino que suelta la letanía de errores y abusos que supuestamente cometió el familiar en cuestión.
Este show ocurre con algunas frases sueltas de las conductoras, cuando pretenden dar cátedra de lo que la familia debería hacer. Con base en su ignorancia, se tornan en autoridades con derecho de regañar y ofender a los participantes. O bien, un abogado y una psicóloga aportan opiniones muy generales, pero jamás se aproximan a una intervención profesional donde realmente se busque el bien de todos los involucrados. No podría ocurrir de otra manera, pues las conductoras desconocen totalmente las estrategias y técnicas de la Resolución Pacífica de Conflictos. No tienen idea de las funciones que debe cumplir “un mediador” entre las partes, y su meta en el programa es convencer a los espectadores de que deben comprar colchones de una u otra marca. Obviamente, su objetivo es: vender.
En un artículo anterior formulé las preguntas: ¿qué puedo o debo hacer ?, ¿qué puedes o debes hacer?, ¿qué pueden o deben hacer las autoridades? Desde luego que la violencia aumenta porque todos lo hemos permitido, lo estamos permitiendo: tú, yo, nosotros, las autoridades civiles, de educación, de los tres niveles de gobierno, la sociedad civil. Ocurre porque nada hacemos para detener esta ola de violencia física, psicológica, económica, hacia las mujeres, hacia los niños, hacia los demás.
Sabemos que muchos delitos ni siquiera son denunciados porque, desde hace muchos años, predomina la corrupción en la impartición de justicia en México; hay un 97% de impunidad. Hemos sido testigos de cómo familiares y amigos de alguna víctima se ven obligados a organizar manifestaciones, a cerrar grandes avenidas provocando un verdadero caos vial y la paralización de la economía por horas, días o semanas para exigir justicia y en ocasiones ni con esas presiones consiguen que las autoridades cumplan con su deber. Los jueces se venden al mejor postor y la justicia brilla por su ausencia.
Está en todos y cada uno de nosotros la solución. En nuestro círculo familiar, laboral, social, con quienes podamos comunicarnos sobre esta realidad y abonar a la Cultura de la Paz. No se trata de imponer una línea de pensamiento sino de provocar el diálogo, intercambiar miradas, perspectivas de análisis, argumentos, acudir al diálogo que cada día parece más inexistente.
Además de provocar acercamientos constructivos, podemos compartir videos, lecturas, autores, programas, espacios de reflexión que aporten elementos de juicio, inclusive materiales didácticos que sean útiles a niños y adultos, para profundizar en el tema de la Resolución Pacífica de Conflictos.
Descubrí recientemente que Trixia Valle ha impartido conferencias y talleres gratis a partir de 2007, es autora de cerca de 20 libros sobre el tema de la Cultura de la Paz y cuenta con un sitio web donde imparte cursos gratuitos a distancia. No he leído sus libros, pero pienso hacerlo pronto. Ella se presenta como una persona que sufrió el bullying de niña y se ha dedicado a comprender, estudiar y buscar soluciones a este fenómeno de la violencia escolar. Entre sus títulos están: “¡Ya no quiero ir a la escuela!”, “¡Déjame en paz!”, “¡No tengo ganas de trabajar!”, “¡Basta! No me piques” y muchos otros.
Recordemos que en nuestro medio existen valiosos materiales didácticos vinculados a la Cultura de la Paz, que pueden ser aprovechados tanto en las escuelas como en el hogar. Un ejemplo es el conjunto de cuentos creados, producidos y grabados en CDROM por los académicos David Herrerías Guerra, Clara Azcué y Raúl Azcué. Este primer volumen se titula “Cuentos para la paz. Ocho relatos sonoros para niñas y niños” de 4 a 10 años, pero comprobado está que son disfrutados también por niños mayores a esa edad, inclusive por adultos. En la contraportada especifican los autores que abordan temas relacionados con la dignidad, la tolerancia, la libertad de expresión, la igualdad, la justicia, la cooperación y el tiempo para descansar.
Los ocho excelentes y divertidos cuentos son: “El niño llorón”, “El señor que se convirtió en gallina”, “Beto pautado de la raya. Un músico de buen timbre”, “La tortuga porada”, “El niño gigante”, “El lobo maligno”, “El loco” y “Polvos para sopa”. Este material incluye sugerencias didácticas para que los educadores aprovechen los cuentos en el aula.
El mismo equipo de académicos publicaron el CD con temas científicos “Cuentos Bichofónicos”, acompañado de un folleto con guías didácticas que abarcan objetivos, una síntesis, preguntas generadoras, actividades sugeridas y otros elementos que enriquecen el uso de relatos tan atractivos como: “El Babalusco”, “El Hoyo Yoy”, “La Cochinata”, “El Castillo de Oxis”, “Teoría de Bolitas” y “La torta cuántica”.
Un tercer CD editado por David Herrerías y los hermanos Clara y Raúl Azcué se titula “A todo pulmón”. Contiene siete ecocuentos y un libro de 54 páginas con actividades divertidas para que los docentes trabajen en el aula. Las temáticas van desde el abuso actual del confort y el consumo, hasta la cadena alimenticia y la alteración humana de los ecosistemas.
Estos tres discos son verdaderos tesoros que alumnos y maestros podemos disfrutar, al tiempo que tomamos conciencia de nuestros valores, los cuales se reflejan en lo que decimos y hacemos, en nuestra forma de mirar, hablar, decidir, convivir, etc.[1]
Extiendo una invitación para darnos a la tarea de identificar y difundir información valiosa que pueda compensar la enorme cantidad de noticias de violencia que se trasmiten todo el día en todos los canales y redes sociales, y a la que están expuestos nuestros niños y niñas. La invitación comprende el tomar consciencia de las burlas y ofensas que ocurren en programas como los mencionados que, desde el tema, por ejemplo “Mi hijo es un cornudo y no lo quiere aceptar”, reflejan la enorme violencia que se ejerce hacia las personas, y el nulo respeto a la dignidad humana.
¿Y el ambiente político?
Sabemos que el ambiente político de nuestro país no ayuda a difundir la Cultura de la Paz; todo lo contrario, predomina la polarización, uno y otro bando se sienten los buenos y critican a los contrarios, a los malos. Hay muchos fanáticos que tajantemente, sin análisis y reflexión alguna, desbaratan, descalifican, desaprueban a los que piensan diferente.
Hay quien dice que por fin hemos alcanzado la democracia, y hay quien afirma que hemos llegado a una dictadura, pues el Presidente López Obrador está desapareciendo las instituciones que justamente nos aseguraban democracia y transparencia, 75% de las compras las ha realizado sin licitación y ha habido desvío de grandes cantidades de dinero, entre otras muchas anormalidades, cometidas por todos los partidos políticos. ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué lo han hecho a través de décadas? Porque los ciudadanos lo permitimos.
Un párrafo que sintetiza la situación actual es el siguiente: “La frágil democracia mexicana está en riesgo ante los embates contra diversas instituciones nacionales orquestados por el presidente Andrés Manuel López Obrador y ejecutados por sus aliados en el Congreso y sus seguidores en las calles de las ciudades, sobre todo las de la CDMX”,[i] afirma Eduardo Ruiz Healy, en su artículo de este 27 de abril de 2023, y coincide con muchos analistas y académicos.
Es un lugar común decir que tenemos dos orejas y una boca, porque es importante saber escuchar y hablar con mesura. Nuestro presidente no aprendió a dialogar, sólo descalifica y suelta la lista de ofensas a sus adversarios. Es un excelente ejemplo de lo que nunca debemos hacer: imponer nuestra voluntad a toda costa, sin escuchar, sin comunicarnos, sin ponernos en el lugar del otro y respetando en todo momento la dignidad de la persona, sea quien sea nuestro interlocutor.
La tarea es difícil, pero no veo otro camino si queremos contrarrestar la violencia desatada. Se reciben sugerencias. Construyamos el proyecto de sociedad en la que deseamos vivir (no sobrevivir) y diseñemos el camino a seguir para alcanzar la meta.
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María Esther Bonilla López es licenciada en Letras Españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guanajuato; maestra en Desarrollo Educativo, y doctora en Educación por la Universidad Pedagógica Nacional.