Medio ambiente y salud • sin aplausos, por favor • Maricruz Romero Ugalde
“…las personas somos quienes con decisiones cotidianas construimos el presente…”
Los días internacionales establecidos por la Organización de las Naciones Unidas u otras instituciones afines tienen como una de sus principales funciones llamar la atención sobre un tema, promoviendo que los gobiernos, las organizaciones y sobre todo, la sociedad, inviertan en acciones para atenderlo o bien, se sensibilicen para modificar conductas.
En ocasiones los temas rebasan los días del año, y por ello hasta se llegan a empalmar. Esta vez hablaremos de dos relevantes, de igual número de días. El primero es el día Internacional de la Mujer Indígena, que se celebra el 05 de septiembre. En honor de Bartolina Sisa, guerrera aymara, quien fue asesinada en La Paz, Bolivia en 1782, por oponerse a la dominación colonial[1] instituida en 1983 en Tiahuanaco, Bolivia durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América. El segundo, 30 de agosto, Día Internacional de las víctimas de desapariciones forzadas.[2]
En ambos casos es necesario hablar de mujeres. Recordar la inequidad. El presente con deudas. Los diferentes movimientos feministas que en la actualidad conviven, luchan y se manifiestan muestran una gran variedad de líneas de acción.
En la Universidad de Guanajuato, Campus León, existe un grupo “Alumnas en sororidad” que promueve actividades de diálogo “para no quedarnos calladas” en las diferentes sedes. Es un trabajo de hormiguitas, constante, fino, disidente y al mismo tiempo propositivo.
El pasado miércoles 31 de agosto, en uno de los anfiteatros de la Sede Fórum, proyectaron un documental donde se exponían dos historias paralelas con el mismo resultado: la desaparición de un ser querido. En un caso, un hombre a quien simplemente “lo levantaron”, no regresó del trabajo y en el otro, una mujer, una madre activista, exintegrante de la liga 23 de septiembre, de quien se sospecha en realidad fue víctima de un conflicto político. El resultado era el mismo: angustia, desolación, rabia, impotencia, porque en el caso de personas desaparecidas, ya sea por asuntos políticos o consecuencia del crimen organizado, las familias, sus seres cercanos entre la búsqueda, la exigencia a las autoridades para que se dé seguimiento a las denuncias, el seguir viviendo sin saber si están vivos o muertos, hace que la violación a los derechos humanos -tanto de la víctima como de la familia, la comunidad y la sociedad- sea inconmensurable.
Al término de la exhibición, la estudiante que estaba al frente como presentadora y moderadora, motivó a la audiencia para reflexionar. Ella vestía una blusa morada, el color preferido para evidenciar que sigue la lucha por la reivindicación de la dignidad humana de todas las mujeres. Logró un breve diálogo en un espacio con más de 40 personas.
Cuando terminó la presentación se aplaudió, en un tono de contradicción. Se reconocía la importancia de abrir y sostener estos espacios que nos permiten conocer otros momentos históricos del país en el que, al mostrar la “violencia de Estado” nos hace sentir que desafortunadamente estamos demasiado cerca de ser víctimas o condescendientes cuando no hacemos nada. Necesitamos hablar de ello para buscar caminos de paz.
La ciudadanía, las personas, somos quienes con decisiones cotidianas construimos el presente. Somos más que el gobierno o el crimen organizado juntos. Sólo que estamos divididos, fragmentados, distraídos, desorganizados. Hacer comunidad con los seres humanos cercanos es fácil cuando nos comunicamos. Eso es lo que ahora se ha fetichizado; parece que estar en la redes sociotecnológicas es suficiente, pero no: la comunidad con convivencia en proyectos comunes que pueden ser desde dar y recibir un saludo, compartir un gusto, dialogar sobre el clima, salir a la calle y empatizar con las y los vecinos reconociendo diferencias, es lo que las mujeres indígenas nos enseñan con su lucha diaria por la vida cuando alimentan, curan, cuidan, trabajan.
Ellas, las mujeres indígenas que muchas veces sufren formas de discriminación: por ser mujeres, por hablar de forma diferente el español, por vestir con prendas que han hecho ellas mismas o gente de su comunidad, por ser niñas, por ser jóvenes, por querer ser diferentes, por estudiar, por el color de su piel, por…por…por…
Ninguno de los dos días internacionales a los que me estoy refiriendo: 30 de agosto -Día de las víctimas de Desapariciones Forzadas- o el 5 de septiembre -Día Internacional de la Mujer Indígena- son para celebrar o conmemorar. Son para no olvidar que todavía hay mucho quepor hacer. Cualquier pequeño acto, como pudo ser un video debate o una nota en un diario digital, contribuyen a hacer comunidad. Sólo unidas/os, haciéndonos responsables de nuestros actos, podríamos contribuir en la transformación que tanto necesitamos. Sin aplausos, por favor.
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La autora es etnóloga, Profesora de la Universidad de Guanajuato adscrita al Departamento de Estudios Sociales, División de Ciencias Sociales y Humanidades, Campus León e integrante del Cuerpo Académico: Agua, Energía y Cambio climático.
[1] https://www.cndh.org.mx/noticia/dia-internacional-de-la-mujer-indigena#:~:text=El%205%20de%20septiembre%20fue,Internacional%20de%20las%20Mujeres%20Ind%C3%ADgenas.
[2] Recomiendo visitar el siguiente sitio: https://plataformapazyjusticia.blogspot.com/