Medio ambiente y salud • Mezquilate, meditación y Senderismo • Maricruz Romero Ugalde
“Fue un domingo gélido para la población leonesa, acostumbrada a vivir de manera cotidiana el calor que llega del sol, luego refractado en las tardes por el cemento…”

El mezquilate es una bebida preparada a base de la combinación de dos frutos que nos otorgan los árboles emblemáticos del norte y el sur, el mezquite y el cacao,[1] respectivamente, de acuerdo con el pensamiento cósmico de los antiguos pueblos de lo que ahora reconocemos como México.[2] Ese líquido obscuro, denso y amablemente dulce, fue el recibimiento en Mesa de Borregos, Sierra de Lobos de León, Guanajuato, en una actividad de meditación y senderismo.
Fue un domingo gélido para la población leonesa, acostumbrada a vivir de manera cotidiana el calor que llega del sol, luego refractado en las tardes por el cemento. Neblina fresca y luminosa, que limita la visión al envolverte con su frescura. En ese contexto, 20 personas nos dimos la oportunidad de subir a la sierra, disfrutar del bosque y confiar en nuestros guías.
Llegamos a un paraje conocido como Casa Mixtli, proyecto privado familiar que tiene como propósito demostrar que la bioconstrucción es un recurso amigable con el medio ambiente y factible económicamente. Sólo se requiere compromiso, capacitación y trabajo colaborativo. Por ello ofrece talleres para diferentes niveles educativos y recibe trabajo voluntario. Así es como se vincularon Fate y Jackson con el espacio.

Dos egresados de la Universidad de Guanajuato, Campus León: Fate estudió Cultura y Arte; Jackson, Antropología Social. Ahora, juntos desarrollan proyectos como la Biblioteca de semillas y éste de Meditación y senderismo, con el que se han vinculado con Casa Mixtli. Una vez al mes, en domingo, hacen los recorridos. Ella nos enseña a respirar conscientemente, practicando sencillas y útiles técnicas de meditación. Él nos guía por los senderos diseñados para “principiantes” y nos motiva a observar y escuchar, y con la imaginación, volvernos semilla en el bosque.
En enero iniciaron sus recorridos del 2025. La cita de inicio fue en Echeveste, a las 8 am, y regresamos al mismo sitio aproximadamente a las 17 horas, o sea que en el lugar estuvimos cerca de ocho horas, una jornada de trabajo para el mundo capitalista contemporáneo. El clima, frío y húmedo, invernal, contrastaba con la calidez de guías y participantes, todos jóvenes, y yo.
A la llegada, entre la neblina pudimos vislumbrar una caseta. La cortina que funcionaba como puerta era una manta con mapamundi; el acceso a un baño seco. A un lado, como a 30 metros, una construcción de adobe en cuyo muro se habían reutilizado al menos 30 botellas de vidrio para iluminar el interior.[3] Atrás de esa construcción estaba un horno construido con materiales de reciclaje, macetas rotas. Ahí, los guías explicaron cómo sería el recorrido, pidieron la firma de responsivas y empezaron a ofrecer los alimentos: fruta de temporada (manzanas, mandarinas), pan de plátano, barritas de avena con chocolate, leche dorada y mezquilate. Todo, excepto la fruta, lo había elaborado Fate.

Fate fue nuestra instructora de respiración. Hizo recomendaciones tan básicas que parece increible no practicarlas de manera cotidiana de manera consciente. Como el hecho de limpiar la nariz antes de dormir para que el aire entre a los pulmones en tres tiempos, llenando desde el vientre y diafragma hasta el cuello, donde nace la lengua. Nos explicó algunas técnicas de pranayana, palabra en sánscrito con diferentes traducciones, dejémoslo como ser y tomar la energía del todo -interpretación mía-, y por ello practicamos en el bosque, sentados en la alfombra de hojas de encino, acompañados del aroma y la humedad: la respiración alternando la entrada del aire de las fosas nasales tapando una, destapando la otra. Si empiezas del lado izquierdo es para estar tranquilo, y si lo haces del lado derecho, para activarte. Luego aprendimos la respiración “cuadrada”, entre muchas otras cosas.
La actitud tranquila, cordial y entusiasta de Fate complementaba la de Jackson, el otro guía, quien con serenidad y con su característica sonrisa nos daba las instrucciones de seguridad de una manera firme y amable. Él conocía los senderos por los que bajamos al río. Subimos al mirador desde donde —por fortuna– el viento, pareció recorrer la neblina como un telón, despejó el espacio, y descubrimos al fondo la ciudad de León. Él nos guió, tanto por los senderos como con la motivación para observar y escuchar, respirando con las técnicas que nos había enseñado Fate. Primero para contemplar desde lo alto la ceja de los cerros, los cultivos, los bordos, en fin, todo aquello que desde la cima te muestra lo pequeño que eres como ser humano. Luego a sentir a los árboles. Cada uno de nosotros abrazó a un encino con los ojos cerrados. Estos momentos, todos en silencio, nos permitieron conectarnos con nosotros mismos y con el bosque, a pesar del ruido lejano de las motocicletas pasando por la carretera.
La caminata en silencio nos permitió observar, desde las heces del ganado caballar hasta unas bolitas frescas que bien pudieron ser de zorra. Dicen que en el lugar hay venado, gato montés, incluso puma, pero con el ruido que hacíamos -aun en silencio- con nuestras pisadas, la presencia por nuestro aroma, los colores, el movimiento, era imposible verlos. En cambio, cuando entre el follaje se percibían algunos rayitos de sol llamaban la atención el musgo sobre las piedras, las flores de algunos cactus o los honguitos nacidos en una corteza.

El día fue intenso y las horas pasaron fugaces, sobre todo cuando compartimos la meditación de cierre, donde escuchamos instrumentos de percusión y viento de diferentes orígenes (India, Vietnam, Suiza, entre otros). En el recorrido, Taurino —un joven músico– había tocado diferentes flautas, generándonos confianza con su música y compañía. En la meditación final tocó brevemente la flauta transversa, mientras Jackson pedía que con la imaginación y los ojos cerrados siguiéramos lo que nos estaba narrando como meditación guiada. Nos pidió seguir practicando la meditación cuadrada, que considero de cuatro tiempos: llenas los pulmones por completo en 3 tiempos, retienes, luego exhalas hasta que tu ombligo toque la espalda, y sostienes ese vacío. Fate nos explicó que cada fase es un lado de un cuadrado. Mientras respirabamos así, él nos pidió primero ver una flor, luego caer a la tierra como semilla, y transformarnos en árbol. Así, al final compartimos la experiencia, nos escuchamos y agradecimos.
El mezquilate
unión de dos árboles sagrados para los pueblos originarios. El nuestro, el del norte, el mezquite, con su vaina dulce y madera fuerte. El cacao, del Sur, que fue utilizado como moneda. Ahora es una propuesta de unión mezquite-cacao, norte-sur, árbol-ser humano, respiración (ver hacia dentro) / observación-escucha (ver hacia fuera). Sí, participamos en una propuesta realizada por jóvenes urbanitas que desde su convicción generan nuevas oportunidades de conexión, porque ante el desastre que provocamos por el consumo cotidiano capitalista, siempre hay alternativas, esperanza.
Gracias, Fate. Gracias, Jackson. Gracias, Casa Mixtli. Gracias a quienes compartimos esta experiencia iluminada por los colores y trinos de los pájaros chuin que al final se acercaron a escuchar la música interpretada con los instrumentos más variados: didgeridoo, dan moi (arpa de boca vietnamita), handpan, shruty box, gong steel drum, djembe, maracas, entre otros.
Les invito a estar atentos a las actividades, tanto de Casa Mixtli como de nuestros jóvenes universitarios Fate y Jackson, así como todas aquellas en que participan con otras redes. Pueden encontrarlos en el instagram prana.sana.mx y en “plantas pioneras”.
Por ahí se dice que somos lo que comemos. En este viaje comimos muy rico, de todo lo que se compartió. Creo que también somos lo que hacemos. Por ello les comparto esta experiencia para que juntos aprendamos a cuidar, querer y respetar al ambiente desde el amor a nosotros mismos. Como es afuera, es adentro. Cada acción cuenta.

[1] Imagen del Códice Fejervary Mayer tomada de:
http://www.famsi.org/research/pohl/jpcodices/fejervary_mayer/img_fm01.html
[2] Interpretación realizada por León Portilla retomada por Mónica del Villar
https://masdemx.com/los-arboles-sagrados-del-mexico-antiguo-2/
[3] Fotografías propias tomadas con la autorización de Casa Mixtli.