viernes. 01.12.2023
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Mujeres y Arte • Las primeras mujeres profesionistas en México • Mónica Muñoz Carmona

“Hace falta reflexionar sobre las posturas ideológicas que han limitado la implicación femenina en las áreas de la ciencia…”

Matilde Montoya. Imagen tomada de México desconocido
Matilde Montoya. Imagen tomada de México desconocido
Mujeres y Arte • Las primeras mujeres profesionistas en México • Mónica Muñoz Carmona

A lo largo de la historia de la mujer en México, diversas autoras han dado cuenta de la participación de las mujeres en los procesos históricos de los siglos XIX y XX. El hilo conductor de las investigaciones es la lucha de las mujeres por sus derechos sociales —educativos y laborales—, así como políticos.

También participaron mujeres en la lucha de independencia de México, como Josefa Ortiz, Leona Vicario, María Ignacia Rodríguez y Gertrudis Bocanegra.  Conviene tomar en cuenta lo que aportaron las Leyes de Reforma en la condición jurídica de las mujeres, con la implantación del matrimonio civil y el divorcio.

Diana Arauz Mercado, doctora en Historia por la Universidad Complutense y Rey Juan Carlos I de Madrid, ha estudiado el tema sobre las primeras mujeres profesionales en México (Mercado, 2015). Cita ejemplos como el que en Alemania, entre los años 1650 y 1710, 14% de los astrónomos fueron mujeres, y no de la aristocracia, sino pertenecientes a talleres artesanales en negocios familiares. En la misma época, mujeres vinculadas a la realeza aparecieron como fundadoras de instituciones como la Academia de Ciencias en Berlín. Eso derivó en un análisis para indagar hasta que punto las mujeres estuvieron vinculadas con las ciencias, y con quiénes integraban esos grupos académicos.

Sin embargo, es sabido que la mujer ha quedado siempre supeditada a pertenecer al espacio privado, dedicada a su familia. Inclusive, diversos discursos filosóficos, religiosos, científicos, políticos y jurídicos (generados por voces masculinas, aunque también femeninas) no se cansaron de argumentar su inferioridad y la baja capacidad intelectual en relación con el hombre.

Una de las primeras referencias femeninas en el campo médico fue Merit Path, en el año 2700 a.C., quien ejercía en el Egipto de su época el oficio de partera, incluidos los cuidados para el puerperio. La labor de Path fue socialmente reconocida hasta la Grecia de Hipócrates. La práctica de la medicina y la obstetricia por parte de las mujeres no tuvo la misma aceptación en la Grecia Clásica, donde se promulgaron leyes que les prohibieron ejercer la profesión. Hacia finales del siglo IV y principios del V, en época del Imperio Romano, encontramos a la brillante matemática, astrónoma y filósofa griega Hipatia de Alejandría, con importantes obras, conocidas gracias a sus discípulos, como La Aritmética de Diofanto, el Corpus astronómico,Comentario a las secciones cónicas de Apolonio de Perga, Revisión de las tablas astronómicas de Claudio Tolomeo y Los elementos de Euclides, entre otras.

En Europa

Después, avanzando en la historia, hay información sobre las primeras damas de Salerno, quienes en el siglo XI practicaron la medicina e impartieron clases en la universidad. Allí destaca Trota de Salerno, conocida también por el diminutivo Trotula (cerca 1050–inicio del siglo XII), médica italiana que intervino en la creación de varios tratados médicos de gran influencia. De la Universidad de Bolonia durante el siglo XII también hay datos de Bettina Gozzadini y Novella D’Andrea, como doctoras en derecho.

En los monasterios alemanes sabemos de Hildergarda de Bingen (1098-1179), compositora, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, polímata, abadesa, mística, líder monacal y profetisa alemana (nombrada recientemente Doctora de la Iglesia), quien además de aportar a la cristiandad occidental una importante obra musical, legó libros relevantes como De las causas y los remedios o el Libro de las medicinas simples. (Mercado, 2015).

Posteriormente hubo más y más datos sobre mujeres relevantes que engrosan una amplia lista en áreas como química, biología, física experimental, medicina, astrología y primeros descubrimientos en informática y computación. Pero fue durante la revolución científica del siglo XVII cuando las europeas ingresaron abiertamente en el mundo de las ciencias. Ya en el siglo XVIII, las mujeres comenzaron a publicar sus obras científicas, identificándose más abiertamente con autorías individuales, y ocuparon en algunas universidades las primeras cátedras en ciencias, como sería el caso de Laura Bassi, primera catedrática en física experimental de la Universidad de Bolonia. Todo un ejercicio de liberación para las mujeres reclamando igualdad de oportunidades.

En México

Durante el siglo XVII la ciencia moderna, producto de la revolución científica, penetró en México. Según Elías Trabulse —químico, historiador, escritor, investigador y académico mexicano–, dicho proceso cultural no fue sencillo, pues la nueva racionalidad corrió paralela al despertar de la conciencia criolla, incluidas todas sus manifestaciones políticas, sociales, económicas y religiosas. En esta forma, una amplia variedad de tradiciones, escuelas de pensamiento, instituciones, universidades, diversas publicaciones impresas y un nutrido grupo de estudiosos de ambos lados del Atlántico, contribuyeron en diferentes épocas a la gestión y difusión del conocimiento científico en México (Mercado, 2015).

Respecto a la época de la colonia no tenemos dato; sería hasta el escenario barroco cuando Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, hace su aparición. Desde su celda de la orden de las Jerónimas realizó experimentos científicos que la llevaron a obtener conocimientos prácticos de astronomía, astrología, matemáticas y música. Tendría que llegar la época ilustrada, en la que Rousseau defendió la subordinación de las mujeres en su Discurso sobre las ciencias o el de la desigualdad. Por un lado, a las mujeres no se las creía aptas para los estudios científicos (el pensamiento ilustrado había cerrado filas en torno a la relación de los conceptos razón-mujer) y, por otro, venían arrastrando en las prácticas, académica y profesional, el hecho evidente de tener una menor instrucción formal en comparación con sus compañeros hombres.

En México, el arranque femenino dentro del campo científico también estuvo relacionado con la incursión de las primeras mujeres en estudios profesionales. En plena época porfirista, periódicos como “La Voz de México” dieron en enero de 1886 noticia, con un toque burlón, sobre la graduación de la primera odontóloga cirujana en el país. Al igual, en 1887, la doctora Matilde Montoya Lafragua fue la primera médica egresada de la Escuela Nacional de Medicina, sorteando una serie de dificultades como clases prácticas de fisiología donde manipulaba cadáveres desnudos, sin tener por qué, afectando su pudor y el de sus colegas varones. 

Así fueron sumándose en la lista nombres como el de Columba Rivera, segunda médica cirujana graduada en la Escuela Nacional de Medicina en 1900, y más colegas médicas tituladas en la misma época: Guadalupe Sánchez (1903), Soledad Régules Iglesias (1907), Antonia Ursúa (1908) y Rosario Martínez (1911). Se unieron a este grupo de mujeres María Sandoval de Sarco, primera abogada graduada en 1898, y doce años más tarde, en una disciplina completamente diferente, la metalurgista Dolores Rubio. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) aportó becas y apoyos para que algunas estudiantes pudieran cursar los primeros años de cirujano dentista.

Adentrarse en este tema implica redescubrir la participación femenina en el desarrollo profesional, científico y tecnológico, reinterpretando según cada época histórica el porqué de su supuesta ausencia o falta de trascendencia. Las primeras profesionistas mexicanas se concentraron en la atención de la salud y la educación de la familia; en la medicina, en las especialidades de obstetricia y odontología, así como en la enseñanza de los niveles básicos.

Reflexiones finales

Hace falta reflexionar sobre las posturas ideológicas que han limitado la implicación femenina en las áreas de la ciencia. También hay toda una asignatura pendiente de reflexión en México: ¿qué pasa cuando una mujer se enamora de la ciencia y dedica su vida a ella? ¿Tiene las mismas posibilidades que un hombre, de tener una carrera exitosa? ¿Qué tanto hacemos como padres de familia para estimular las carreras científicas en nuestras hijas? 

En general, las investigadoras suelen tener carreras más cortas y peor pagadas. Según datos de la UNESCO, las mujeres que se dedican la investigación científica representan sólo un tercio de los investigadores a nivel mundial y únicamente ocupan el 12% de los puestos en las academias científicas nacionales de todo el mundo. Las mujeres siguen siendo una minoría en las áreas matemáticas, de informática, las ingenierías e inteligencia artificial. Asimismo, en la actualidad sólo 28% de los investigadores en el mundo son mujeres.

Actualmente persiste al respecto una gran brecha social entre hombres y mujeres. Hace falta incentivar en las niñas las vocaciones en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, y promover la participación de las jóvenes en los campos de ciencia, tecnología e investigación. No incluir a las mujeres en el desarrollo científico seguirá perpetuando la desigualdad de género en la educación y el empleo, así como las desigualdades de género, en cuanto a los puestos que ocupan ellas en estos campos y su ingreso menor en comparación con el de los hombres.

Bibliografía

Mercado, D. A. (2015). Historia de las Mujeres en México. México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México. Secretaría de Educación Pública.