Mujeres y Arte • Lola Álvarez Bravo la primera gran fotógrafa mexicana • Mónica Muñoz

Lola Álvarez Bravo la primera gran fotógrafa mexicana
“Le interesó siempre retratar la vida del ciudadano anónimo, como una cronista visual…”

Si mis fotografías tienen algún significado, es que representan el México que alguna vez existió.
Busco la esencia de los seres y de las cosas, su espíritu, su realidad. El interés, la experiencia propia, el compromiso ético y estético forman el tercer ojo del fotógrafo. Hay quien lo enfoca hacia el paisaje, yo me siento atraída por los seres humanos.

Lola Álvarez Bravo


 

Dolores Martínez de Anda, conocida como Lola Álvarez Bravo nació en México, en 1903. Trabajó como reportera gráfica y fue artista plástica. Durante su carrera de cincuenta años, su fotografía callejera documentó el “corazón” de México y su gente. 

Cuando era niña sus padres se separaron y ella se fue a vivir con su papá, mudándose de Jalisco a la Ciudad de México, pero él murió, y sus familiares se encargaron de criarla. Estudió en colegios religiosos como el Sagrado Corazón, el Colegio Francés. Posteriormente fue internada con las monjas teresianas, donde permaneció sólo dos años.En su nuevo entorno conoció a Manuel Álvarez Bravo, quien era su vecino. Se enamoraron y se casaron en 1925, y desde allí tomaría el apellido de su esposo, por el que será reconocida; se fueron a vivir a Oaxaca.

En 1927 regresaron a la ciudad de México, y al poco tiempo nacería su único hijo. Lola empezó siendo la asistente de cuarto oscuro de Manuel, y con el tiempo terminarían abriendo un taller fotográfico juntos. Mientras tanto, ella se inspiró en fotógrafos como Edward Weston y Tina Modotti, pero en algunas ocasiones usaba la cámara y el equipo de su esposo para tomar sus propias fotografías. Lola y Manuel se separaron en 1934, y entonces se replantea el vivir profesionalmente de la fotografía para mantenerse ella y a su hijo de siete años. Decidió conservar el apellido de su marido y esto le otorgó fama y prestigio. Divorciarse como tal fue hasta 1949.

La etapa independiente de su trabajo

Lola trabajó como maestra de arte en una escuela primaria, con el tiempo consiguió un puesto en el Departamento de Educación para catalogar fotografías. Por lo que, a mediados de 1930 fotografío al secretario de Educación, a quien encantó su trabajo, que se encargó de difundir. Posteriormente la revista “El Maestro Rural” la contrató como fotógrafa principal, lo que le permitió documentar desde escuelas hasta orfanatos, granjas, estaciones de bomberos… Era inquieta y no se sujetaba a un solo lugar, así que capturó la vida al aire libre, expresando: “Yo era la única mujer que andaba brincando con una cámara en las calles… y los reporteros se reían de mí. Así que me volví gallo”.

Lola hizo durante los siguientes cincuenta años retratos profesionales, organizó exposiciones fotográficas itinerantes en áreas rurales sin acceso a galerías, fotografió artistas famosos como Frida Kahlo, y María Izquierdo. Usó sus fotos para despertar compasión por los pobres y los más afectados a causa de la violencia de la Revolución Mexicana. Trabajó una amplia variedad de temas: imágenes documentales de la vida cotidiana en pueblos de México y de las calles de las ciudades, de esculturas prehispánicas y de arquitectura. De esta forma se convirtió en una fotógrafa modernista. Llegó a experimentar con el fotomontaje y collage, e incluso con el cine.

En 1944, Lola tuvo su primera exposición individual en el Palacio de Bellas Artes, llegando a ocupar la dirección de fotografía del recinto. Luego de abrir una galería de arte en 1951, primera en exhibir el trabajo de Frida Kahlo en la Ciudad de México. 

Lola Álvarez falleció el 31 de julio de 1993, a los 90 años, a causa de un infarto. Sus obras, que incluidas en el acervo de museos importantes, muestran una parte de nuestra historia mexicana que fue inmortalizada gracias a su cámara fotográfica.

Ella fue la primera mujer fotógrafa en exhibir su trabajo en el Salón de la Plástica Mexicana en 1953 y fue aceptada como miembro de esta institución. En noviembre de 1985 se colocó una placa con el nombre de Lola Álvarez Bravo en el Teatro Degollado de Guadalajara, Jalisco, donde se inauguró una exposición de con alrededor de 80 fotografías.

Reflexiones finales

Lola Álvarez bravo rompió moldes. Le tocó vivir en un México que sufrió y vivió la Revolución Mexicana y que luego se proyectaba hacia la modernidad, en épocas difíciles para todos, y más para las mujeres. El puro hecho de ponerse a trabajar no era bien visto en la sociedad de su época, pero su actitud rebelde le permitió abrirse paso, desarrollarse en lo que más quería y le gustaba: la fotografía. Llegó a expresar: Las mujeres que trabajábamos y lográbamos hacer algo, y que nos respetaran dentro de nuestro trabajo y por nuestro esfuerzo, éramos muy pocas. Sus retratos otorgaron dignidad, con su cámara criticó, y acarició con luz los rostros de personas que representaban al pueblo trabajador e iban quedando en el olvido por la industrialización creciente. Le interesó siempre retratar la vida del ciudadano anónimo, como una cronista visual.