Escenarios • El teatro como edificación • Paola Arenas
“Vivir dignamente del teatro puede ofrecer menos probabilidades que la de sacarte la lotería…”
El teatro como edificación es ese lugar donde trabajamos, esos pedazos de cemento, madera, acero, plástico y telas que le dan forma a un recinto donde en su interior sucederá el arte escénico. El 27 de marzo se celebra el “Día mundial del teatro”, un día para celebrar el arte que escogimos como profesión, para reflexionar sobre nuestro diario acontecer, nuestras condiciones laborales, para cuestionarnos si seguir en esta lucha diaria, vale aún la pena.
El edificio teatral, al cual he dedicado este espacio para visibilizar sus condiciones arquitectónicas y técnicas, pasando por las andanzas diarias de quienes nos dedicamos al quehacer escénico, con tintes a veces históricos, a veces que cuestionan las condiciones y tradiciones arraigadas en estos espacios.
Como mujeres en el área técnica nos especializamos en operar estas edificaciones, corremos las funciones, en iluminación, audio, tramoya, producción, traspunte, vestuario, utilería, multimedia, a la par de cualquier técnico, que tienen un lugar por tradición en estas áreas. De a poco hemos ido poblando todos los recintos en el país, cada vez más al llegar a trabajar a estos lugares encontramos equipos mixtos, y en algunos casos, equipos con paridad.
Las mujeres nos hemos ganado lugares con los años demostrando nuestra capacidad, habilidad y conocimiento, cambiando las dinámicas perpetuadas por años en estos recintos. No es una guerra ganada, quedan muchos espacios por conquistar, mucho por aprender, y mucho que hacer antes de lograr un piso parejo para quien quiera entrar en esta área.
Pienso también en las cabinas, con ergonomías pensadas desde lo masculino, en el sinnúmero de ocasiones que he debido pasar por un baño de hombres para llegar a mi área de trabajo, porque al construirlos se pensó solo en hombres para tareas técnicas. En bodegas con mingitorios integrados, y en una visión desde cabina con alturas promedio de hombres que, claro, siempre me han quedado incómodas, hasta las sillas, donde mis pies quedan colgando.
Reflexiono esto mientras de alguna manera termino acorralada por seis hombres en un trolebús, rumbo a un teatro, abriendo la escuadra para evitar el intento de cercanía del que está a mi izquierda, desviando la mirada del viejo que está a mi derecha mientras me observa de forma lasciva, colocándome la mochila como protección para evitar contacto “accidental” de cualquiera de ellos. Me recuerdo vulnerable, a pesar de lo privilegiada que soy. Me sé frágil ante la amenaza social que todos los días recorremos entre los kilómetros que nos toca viajar para llegar al trabajo.
Sin embargo, prefiero desviar mi pensamiento para recordar a las y los grandes maestros que me han llevado hasta este punto en mi carrera, donde tengo el gran privilegio de entrar a muchos recintos en el país, y sentirlos como mi casa. Recuerdo a Miguel Ángel Valderrama, quien me ensañara a doblar cables de señal y me regaló un tubo lleno de filtros que sobraron del festival TeatroStageFest, mismos que sirvieron durante los años de aquel Centro Cultural Cacahuate que teníamos en el centro de la ciudad de León; a mi gran maestro Ancona, que me regaló el privilegio de su mirada, de su sensibilidad, sobre todo, que me regaló su confianza; ahora a Melisa, quien me enseña con hechos la sororidad posible en el área técnica. Y tantas y tantos que a la buena o a la mala me han forjado el carácter, la templanza, los conocimientos y habilidades.
Vivir del teatro es algo que parece poco posible y poco probable. Vivir dignamente del teatro puede ofrecer menos probabilidades que sacarte la lotería. Existen oportunidades, convocatorias cada vez más escasas y peor redactadas, con retrasos en pagos y condiciones laborales que hacen sentir que “te hacen el favor” de darte una oportunidad, cuando en realidad es nuestro derecho.
Este día del teatro, quisiera pensar que, desde el edificio teatral, o desde el teatro comunitario, escolar, de calle, del teatro que es territorio y es cuerpo, podemos seguir construyendo una plataforma para que se convierta en una industria con trato digno para todos sus trabajadores, y que atrás queden los días donde se pasaba por encima de la dignidad y derechos del teatrista por sacar una función.