Benditos malditos • ¿Quién decide?: Gatekeeping y agenda-setting en las letras • Ricardo García Muñoz
“...existen fuerzas invisibles que determinan quién capta la atención del público y quién se queda leyendo para un círculo íntimo…”
Hace poco, el Seminario Mexicano de Cultura Guanajuato me extendió una invitación para leer algunos cuentos en un evento celebrado en el Museo Iconográfico del Quijote. Fue una grata sorpresa encontrar el recinto lleno. A lo largo de mis años en esta profesión, he observado que, si bien la promoción es importante para llenar un recinto, hay otros movimientos menos ingenuos que influyen en la visibilización de los autores. Mientras leía, no pude evitar reflexionar sobre una constante en esta profesión: existen fuerzas invisibles que determinan quién capta la atención del público y quién se queda leyendo para un círculo íntimo.
El control cultural en acción
El mundo literario opera de forma similar a los medios de comunicación, con filtros discretos que moldean qué se publica y qué no. Las teorías de Gatekeeping y Agenda-Setting, fundamentales para entender cómo se prioriza la información en los medios, son igualmente aplicables al ámbito cultural. McCombs y Shaw demostraron en 1972 que, si bien los medios no nos dicen qué pensar, son maestros en indicar sobre qué pensar. Esto se traduce en que ciertos curadores culturales –editores, críticos, suplementos, instituciones, incluso booktubers– ejercen un control decisivo sobre qué literatura llega al público y cuáles narrativas predominan. En el campo cultural, este fenómeno se traduce en la capacidad de ciertos actores para dirigir la atención pública hacia determinados autores, géneros o corrientes estéticas. No es fortuito que revisitemos constantemente las reediciones de clásicos, mientras nuevas voces permanecen en la sombra.
David Manning White acuñó el concepto de gatekeeping en 1950 para explicar cómo los editores de periódicos seleccionan noticias. En la cultura, estos guardianes culturales no solo tamizan qué autores alcanzan visibilidad, sino que construyen jerarquías de relevancia que definen nuestra percepción de la literatura contemporánea. Este proceso se despliega en múltiples niveles: desde los editores que eligen manuscritos, pasando por los distribuidores que deciden qué libros llenan los anaqueles, hasta los críticos que seleccionan qué obras reseñar. Cada instancia funciona como un colador selectivo que reduce el universo de posibilidades literarias.
Los criterios de selección de estos “modeladores de la cultura” rara vez son explícitos. Factores económicos (lo comercialmente seguro), estéticos (gustos establecidos que se replican), políticos (alineación con discursos hegemónicos) y sociales (las redes de afinidad) se entrelazan para crear patrones de inclusión y exclusión. Estos se presentan como un resultado “natural” de la calidad literaria, pero en realidad responden a lógicas de poder. El sesgo estético, por ejemplo, tiende a reproducir formas y temáticas ya aceptadas, dificultando la emergencia de propuestas genuinamente innovadoras.
Paralelamente, la Agenda-Setting explica cómo los medios especializados y las instituciones culturales no solo informan sobre literatura; también construyen una agenda literaria que moldea nuestras expectativas y valoraciones. No se limitan a comunicar, sino que crean activamente la realidad de lo que consideramos literatura relevante. Esto se traduce en la construcción de una agenda literaria que determina no solo qué autores son relevantes, sino cómo debemos pensar sobre la literatura mexicana contemporánea. Los medios especializados y las instituciones culturales no simplemente reportan sobre literatura; construyen activamente marcos interpretativos que moldean nuestras expectativas y valoraciones estéticas.
La Santísima Trinidad: Estado, universidad y mercado
La concentración empresarial en el sector editorial es solo la superficie. El verdadero poder reside en la alianza no declarada entre el Estado, la universidad y el mercado.
El gobierno, lejos de ser un ente neutral, opera como un gran guardián institucional. Sus presupuestos para el fomento editorial condicionan lo que se publica; sus criterios de selección para premios y sus políticas de adquisición para bibliotecas públicas definen qué llega a los lectores y qué se enseña en las aulas.
Las universidades públicas, a menudo con dependencia financiera del gobierno, actúan como correas de transmisión de estas agendas oficiales. Grupos de intelectuales vinculados al poder —miembros de sistemas de investigación, beneficiarios de becas, consejeros— crean burbujas de información que fluyen desde la capital, reproduciendo jerarquías culturales centralizadas. Mientras se predica la “diversidad cultural”, los mecanismos de distribución de recursos a menudo refuerzan patrones de exclusión sistemática.
La influencia gubernamental se extiende a la designación de jurados en premios literarios, donde las redes de poder académico y político se fusionan, llevando a la repetición de los mismos gustos y resultados predecibles. Esta concentración de poder vincula a editores, académicos, funcionarios culturales y medios especializados en círculos de retroalimentación, difuminando las fronteras entre lo público y lo privado.
La crítica académica constituye otro nivel fundamental de filtrado. Universidades y revistas especializadas actúan como legitimadores que otorgan o niegan el capital simbólico necesario para la consagración literaria. Sin embargo, estos espacios frecuentemente operan bajo lógicas endogámicas que favorecen a autores ya integrados en redes académicas específicas, perpetuando dinámicas de exclusión hacia voces ajenas a estos círculos.
Los filtros implícitos y el caso de Guanajuato
Los criterios de filtrado operan con una brutalidad similar a la selección natural. El sesgo geográfico hacia la Ciudad de México margina sistemáticamente las voces del interior del país, priorizando lo que ya ha demostrado “viabilidad comercial”. El sesgo generacional favorece a autores establecidos, castigando la incertidumbre de los nuevos talentos.
Este fenómeno se replica a nivel estatal. En Guanajuato, la maquinaria cultural funciona como una versión en miniatura del sistema nacional. Instituciones estatales, suplementos culturales locales, universidades públicas y medios regionales reproducen los mismos patrones de gatekeeping. Los mismos rostros en jurados, las mismas voces dominando la opinión cultural, y los mismos criterios de “calidad” se aplican automáticamente. Paradójicamente, mientras la escena local proclama su identidad regional, opera con filtros y sesgos importados desde el centro, creando una red de control que se replica a cada nivel territorial.
Un ejemplo contundente de este gatekeeping local se vivió con el nombramiento de una persona ajena al ámbito cultural guanajuatense y a Guanajuato como titular de la nueva Secretaría de Cultura. Esto no es un simple desatino administrativo; es una clara aplicación de los mismos filtros nacionales: el sesgo contra lo local, la desconfianza hacia lo conocido y la preferencia por lo “externo” como sinónimo de “profesional”. Los “desatinos y tristezas prolongadas” que se observan son las consecuencias directas de aplicar marcos interpretativos externos a realidades locales, desarticulando ecosistemas culturales construidos durante décadas.
Los suplementos culturales de periódicos importantes —como Babelia, Confabulario, Laberinto— son instancias cruciales de este control mediático. Sus decisiones sobre qué libros reseñar y cómo enmarcar su importancia tienen un efecto multiplicador que se propaga como ondas sísmicas. Una reseña favorable en estos espacios puede marcar la diferencia entre la visibilidad y el olvido para un autor emergente. A nivel local, los medios culturales en Guanajuato (radio, televisión, suplementos) operan de manera similar, difundiendo información derivada de boletines oficiales y sus propias afinidades, generando un efecto de “nado sincronizado” en la difusión de la información cultural.
Los ecosistemas cerrados de información cultural generan cámaras de eco intelectuales donde círculos académicos y mediáticos se retroalimentan, creando consensos artificiales sobre el valor literario que pueden estar desconectados de la diversidad real. Los algoritmos de recomendación en plataformas digitales amplifican estos efectos, creando burbujas donde la aparente personalización esconde la reproducción de patrones de consumo establecidos.
La homofilia cultural —la tendencia a promover lo similar y familiar— opera como un principio organizativo implícito. Favorece a autores que comparten códigos estéticos, referencias teóricas o posiciones ideológicas con quienes controlan los mecanismos de visibilidad. Esto no es una conspiración consciente, sino una dinámica de afinidad con efectos estructurales de exclusión.
Los sesgos cognitivos intensifican estos efectos. El sesgo de confirmación nos lleva a buscar autores que validen gustos preestablecidos en lugar de explorar propuestas desafiantes. El sesgo de disponibilidad hace que sobrevaloremos lo más accesible mediáticamente, creando círculos viciosos donde la visibilidad genera aún más visibilidad. El sesgo de anclaje usa referencias conocidas como puntos de comparación, dificultando la apreciación de lo genuinamente innovador. El pensamiento grupal en círculos especializados genera consensos prematuros, limitando la exploración crítica. La polarización acentúa estas preferencias, creando ortodoxias estéticas que funcionan como filtros adicionales. Finalmente, el espejismo de diversidad crea la ilusión de variedad en burbujas homogéneas, satisfaciendo la demanda de pluralidad sin modificar los patrones de exclusión. Es como un bufé con mil platos que saben exactamente igual.
El precio de la invisibilidad
Las consecuencias trascienden el campo literario. La diversidad narrativa perdida —voces, experiencias y perspectivas que no llegan al debate público— empobrece nuestro panorama cultural colectivo. La invisibilización sistemática reproduce y amplifica desigualdades sociales y regionales, convirtiendo los mecanismos de consagración cultural en instrumentos de exclusión social. Cuando los mismos autores, temas y enfoques dominan el espacio público de discusión literaria, perdemos oportunidades de confrontación de ideas que podrían enriquecer significativamente nuestra comprensión de la realidad mexicana.
La realidad al día siguiente
Esta maquinaria de control cultural no es un accidente. Es un sistema diseñado para reproducir poder, mantener jerarquías y neutralizar la amenaza de lo nuevo; opera con la eficiencia de un algoritmo y la sutileza de la manipulación psicológica.
Los mecanismos de gatekeeping y agenda-setting culturales operan con mayor eficacia cuando permanecen invisibles, cuando se naturalizan como resultado inevitable de la «calidad» o las «preferencias del mercado». Hacer visible lo invisible constituye el primer paso necesario para su democratización.
Regresemos a ese recinto lleno en el Museo Iconográfico del Quijote. Al día siguiente de aquel exitoso evento, no apareció ni una sola nota en los diarios locales. Lo que presencié esa noche no era solo una lectura de cuentos; era la materialización de todo lo que hemos diseccionado. El caso de Guanajuato se convierte en un laboratorio perfecto para observar cómo la maquinaria del control cultural opera a nivel micro: cada decisión errática, cada programa desarticulado, cada exclusión de voces locales, cada priorización de agendas ajenas es una confirmación empírica de estas teorías.
Mientras reflexiono sobre los filtros invisibles que deciden qué leemos, experimento en carne propia cómo los curadores visibles deciden qué cultura se produce, se apoya y se visibiliza en mi propio estado. Porque, al final, la pregunta no es solo quién decide qué puedes leer, sino quién decide qué cultura mereces tener. Y esa decisión, como hemos visto, raramente la toman quienes mejor conocen y entienden el territorio cultural que habitan.
Reza el dicho: “pa los toros del Jaral, los caballos de allá mesmo”.
Se trata de construir un campo cultural que refleje realmente la riqueza y complejidad de la experiencia guanajuatense contemporánea, en lugar de reproducir indefinidamente los mismos filtros y jerarquías que limitan nuestro horizonte.
La literatura guanajuatense es mucho más rica y diversa de lo que los mecanismos actuales de visibilidad permiten apreciar. Guanajuato, con una tradición letrada de más de 250 años, merece un campo cultural que refleje realmente su riqueza y complejidad, en lugar de reproducir indefinidamente los mismos filtros oficiales y jerarquías que limitan nuestro horizonte literario colectivo.
Pero al final, la pregunta no es qué decides leer. La pregunta es: ¿quién decide qué puedes leer?
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Ricardo García Muñoz
Escritor, comunicador y narrador de lo incómodo. Concibe la literatura como un acto de resistencia.
No escribe para gustar. Escribe para raspar. Ha transitado la literatura, el periodismo y los medios públicos con una convicción: las palabras no son ornamento, son cuchillos. Doctor en Artes, premiado por contar verdades disfrazadas de cuento, su obra ha incomodado a burócratas, editores tibios y lectores cómodos.
LA FÁBRICA DE IMPRESCINDIBLES |
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¿Cómo se fabrican los «imprescindibles»? |
Discursos de excepcionalidad |
¿Qué son los «discursos de excepcionalidad»? Son narrativas que presentan a ciertos autores como únicos, irreemplazables, «geniales» de manera casi natural. Frases como: «Rulfo es imprescindible para entender México» «Sin Paz no se entiende la literatura mexicana» «Fuentes es un gigante de las letras universales» El Problema: Estas afirmaciones se presentan como hechos objetivos, cuando en realidad son construcciones socialesresultado de procesos específicos de poder.
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1. El Efecto Priming Cultural ¿Qué es el priming? En psicología cognitiva, el priming es cuando una exposición previa influye en respuestas posteriores. En cultura, significa que cómo nos presentan a un autor condiciona cómo lo leemos. Ejemplos concretos: Antes de leer a Octavio Paz:
Resultado: Llegas al texto predispuesto a encontrar «genialidad» Antes de leer a un autor desconocido de Chiapas:
Resultado: Llegas al texto sin expectativas, o peor, predispuesto a la indiferencia |
2. La construcción de jerarquías «naturales» El mito de los «autores mayores y menores»: Esta clasificación se presenta como si fuera objetiva, basada en «calidad pura». Pero analicemos cómo se construye: Factores reales que determinan la «mayoría»: Recursos editoriales: ¿Quién puede pagar mejores campañas? Conexiones institucionales: ¿Quién tiene acceso a universidades, medios? Capital social: ¿Quién conoce a los gatekeepers? Timing histórico: ¿Quién tuvo la suerte de aparecer en el momento «correcto»? Afinidades estéticas: ¿Quién coincide con los gustos de las élites culturales? Factores que NO la determinan (pero se asume que sí):
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3. Los procesos de Consagración Mediática Cómo se «fabrica» un autor «imprescindible»: Fase 1: Aparición inicial
Fase 2: Amplificación institucional
Fase 3: Naturalización
Fase 4: Perpetuación
Elena Poniatowska (consagrada):
Autora hipotética de Guerrero (invisible):
Resultado: Su libro sobre violencia en Guerrero, quizás igualmente valioso, nunca llega a tu radar |
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4. Las lógicas de poder específicas ¿Qué determina realmente quién se vuelve «imprescindible»? Geográfica: Cercanía a centros de poder (CDMX) Económica: Acceso a recursos para promoción Social: Conexiones con redes de influencia Educativa: Formación en instituciones prestigiosas Generacional:Pertenecer a la «generación correcta» Ideológica: Afinidad con discursos hegemónicos Estética: Coincidencia con gustos de élites culturales. |
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5. La trampa de la «Objetividad» El discurso dominante dice: «Los grandes autores se imponen por su calidad intrínseca» La realidad es: «Los autores visibles son resultado de procesos sociales específicos de selección y amplificación» Ejemplo revelador: ¿Por qué conocemos a Rulfo y no a docenas de narradores rurales contemporáneos suyos que escribían sobre temas similares? ¿Realmente era el único con «genio»? ¿O tuvo acceso a redes editoriales y críticas que otros no tuvieron? |
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6. Consecuencias prácticas Para lectores:
Para autores emergentes:
Para la cultura:
La clave: No se trata de «tumbar» a los consagrados, sino de hacer visible cómo se construye la consagración para poder diversificar los procesos de reconocimiento cultural. |