Big Brother
"El espionaje en México ha entrado a un terreno mucho más íntimo. El gobierno ya no nada más espía los contenidos"
65 mil dólares es lo que cuesta cada intrusión para espiar a un ciudadano que el gobierno considera enemigo del sistema. Ahora, esta cantidad multiplicada por miles, tal vez millones de veces que ha entrado el gobierno a nuestros teléfonos móviles, da una cantidad insultante en un país con serios problemas de salud, educación y desigualdad económica. Lo grave es que no lo está haciendo con delincuentes, narcotraficantes, secuestradores, bandas de huachicoleros y traficantes de personas y órganos, sino contra periodistas, opositores, activistas y demás gente incómoda para el sistema priista.
Si este dinero se destinara a buscar desaparecidos, ya hubiesen encontrado a los 43 de Ayotzinapa. En el rubro de defensa con esas cantidades se adquirirían los Sukhoi Su 34 que tanta falta le hacen a la fuerza aérea mexicana como armas disuasivas. o por lo menos 6 cruceros equipados para vigilar y proteger las costas del Atlántico y el Pacífico. Pero no, esas no son preferencias de seguridad. Por lo menos no para el PRI, que tiene como prioridad el 2018 y las evidencias para enlodar a sus detractores
Esta vigilancia orwelliana sobre nosotros a través de un sistema denominado MAGUS PEGASUS dejó de ser una suposición (ya había hablado de ella en otra columna titulada Pepe Grillo), para pasar a ser hecho consumado demostrado por los peritajes independientes hechos en Toronto, Canadá, por Citizen Lab. Y difundidos por el New York Times. La reacción del señor presidente, quien lejos de sentir alguna tribulación al ser descubierto como en el caso de la Casa Blanca, fue a amenazar con encarcelar a los chismosos que presentaron denuncias por ser espiados.
El cinismo y la impunidad a su máxima expresión, ni siquiera superado por el dictador Maduro cuando dijo que sólo usaba "gasesito lacrimógeno contra los opositores". Para ponerlos en contexto, cuando el gobierno mexicano le pide a Nicolás Maduro que renuncie y lo ataca dentro de la OEA, es como el comal criticando a la olla por mugrosa.
El espionaje en México ha entrado a un terreno mucho más íntimo. El gobierno ya no nada más espía los contenidos. Nos ha puesto micrófonos y cámaras prácticamente en los testículos (los órganos más cercanos a donde reposan nuestros celulares): Amigo opositor, ya seas periodista o activista, si te echaste un rapidín con tu secretaria, dalo por seguro que Osorio Chong ya está enterado porque les grabó desde tu celular hasta sus granos más íntimos (si no es que toda la tienda CONASUPO con el granero adjunto), y tarde o temprano te va a chantajear para que no se entere tu esposa ni todo el público en general. Es más, tú mismo sabías que ni el cantinero (al menos él es mi mejor psicoanalista) te conocía tan bien como tu celular. Pues asústate, ahora ya hay alguien que te conoce mejor.
Pero esto no es lo más grave. Lo peor es el daño patrimonial ocasionado con los recursos que se están desviando para espiarnos.
¿Habrá castigo contra estos servidores públicos de alto nivel por daño patrimonial? ¿O como todo en este país, por seguridad nacional se reservará la información de los que roban, descarrilan recursos, y causan menoscabo al erario espiándonos con el nada barato sistema PEGASUS, de empresa israelí que destina la tercera parte de su infraestructura para México, No así de sus víctimas, que seguramente serán exhibidas cuando el contexto político lo amerite?
Yo, por lo pronto, ya eché mi viejo celular a una cubeta con agua de San Ignacio, para que aleje los malos espíritus y sofwares dañinos, que y nadie vuelva a ver ni escuchar nada indebido.