Día del padre

el día que desaparezca la familia, terminará con ella la sociedad como la conocemos desde hace 10 mil años…

 

 

 

 

De niño, nos llevaron del colegio al Museo de Antropología e Historia que se encuentra en Chapultepec, y cuando nos preguntó la maestra lo que más nos llamó la atención, respondí que la maqueta de los primeros pobladores de América, donde un grupo de hombres salía a cazar un mamut atascado en el barro, mientras otro grupo de mujeres se quedaba al cuidado de los niños, curtiendo pieles, zurciendo y cocinando. Ahí comprendí el fundamento antropológico de la familia como base social, no nada más de los humanos, sino de todos los primates.

Me extraña no enterarme hasta el día de hoy, que alguna hembrista haya protestado porque al artista se le olvidó poner a mujeres independientes, buchonas, luchonas, cabronas, padres y madres a la vez que se hacen respetar, representadas en la maqueta dándole igual que los cavernícolas, sus  piñazos al animal.

El primer Día del Padre tuvo lugar en Washington D. C. el 19 de junio de 1910, en homenaje a los padres de otras ciudades de Estados Unidos. En 1966 el presidente Lyndon B. Johnson firmó una proclama que declaraba el tercer domingo de junio como fecha para la celebración del Día del Padre. En México el día del padre también se celebra el tercer domingo de junio, pensando en que es el día en que los padres de familia no trabajan. Si fuera otro día tendrían que otorgarles la tarde o se presentaría mucho ausentismo en los centros laborales.

Leí en algún lado, que hay empresas donde se comienza a exigir como día festivo el tercer Domingo de junio para homenajear el día en familia (a los padres que laboran en fin de semana, como médicos, enfermeros, bomberos, policías, etc), lo que realmente considero una revancha sexista.

Ceder el asiento a una dama, o la frase “mujeres y niños primero”, no es sexismo, es mero instinto de conservación de la especie, que tenemos como monos evolucionados. Sabemos que es más fácil que sobreviva una cría si muere el padre, que si llega a faltar la madre. Incluso en algunas especies, como los leones, las madres tienen que cuidar que el rey de la selva no termine por devorarse a sus hijos.

Hoy en nuestra sociedad se han perdido los roles dentro de la familia, en primer lugar por moda, ya que desde que un movimiento llamado hembrismo suplió al verdadero feminismo que bregaba por la igualdad de género, los hogares dejaron de ser un patriarcado para convertirse en un matriarcado de señoras buchonas, en lugar de una verdadera democracia donde se respeten los derechos de todos por igual. Hoy las mujeres terminan por ganar cualquier discusión, incluso en los tribunales, tengan o no la razón. En segundo lugar, los roles de género se han disipado por la necesidad económica. Los salarios paupérrimos que marcan como pauta el capitalismo voraz, hacen imperioso salir a trabajar  y partirse el alma por igual de sol a sol a hombres y mujeres. Hoy ya no trabajamos para vivir, vivimos para trabajar, y no vamos a ganarnos la vida, sino a perderla en la chamba. Las madres también cayeron en la trampa.

No me gustan las teorías conspiracionistas, pero parece ser que un complot de alguna oscura fuerza mundial quiere acabar con el poder de la familia, la base de cualquier sociedad. Probablemente sea tildado de conservador, pero estoy seguro de que nuestros problemas de violencia e inseguridad seguirán aumentando en el mismo sentido en el que la familia tradicional va desapareciendo de la memoria colectiva, al igual que los mamuts, y llegará el día que la dinastía sea vista sólo en la representación de la maqueta de un museo de antropología, si es que la especie humana logra subsistir sin ella.

La casta, como cualquier institución social, tiende a adaptarse al contexto de una época. Hoy, con la moda de las familias no tradicionales, podemos extraviar el derrotero para saber quién es el papá y quién la mamá el tercer domingo de junio. Si regalar una pipa y un cinturón, o un bolso que haga juego con las zapatillas de tacón. Estos nuevos clanes están muy bien sustentadas legalmente (las leyes son hechas por el hombre), pero en términos evolutivos, destinados al fracaso. Y no emito un juicio desde el punto de vista moral, sino más bien médico/fisiológico.

Gran parte de la felicidad del niño es la familia en la que crece, y gran parte de la felicidad del adulto es la familia que forma. Esto es que todos tenemos, derecho a ser felices, y la obligación de ser la dicha de los demás.

No quiero con esto colocar  al accidente del nacimiento encima de los valores de un hombre y el poder del clan sobre la potestad al libre albedrío individual, pero el día que desaparezca la familia, terminará con ella la sociedad como la conocemos desde hace 10 mil años.

Así que, una vez vertida mi opinión en este espacio, ¡felicidades a todos!: padres y abuelos independientes, buchones, luchones, que se hacen respetar; también a las mujeres que son padres; a los padres transgénero; pero sobre todo, un abrazo a mis amigos mandilones que son más mamás que papás, en este mes de junio.