Los directores también lloran

“Muchos me preguntan ahora que renuncié a una dirección médica, por qué lo hice: y la más poderosa razón fue que casi cualquier puesto de confianza es un ambiente sumamente inhóspito para la ética, la moral y la libre expresión…”

Los directores también lloran

Para tener enemigos solo basta decir lo que se piensa.
Martin Luther King

Este martes 23 es Día del Médico, y nos prometió el presidente electo un sistema de salud como el de los países nórdicos. Espero que eso incluya los salarios del personal sanitario.

Muchos me preguntan ahora que renuncié a una dirección médica, por qué lo hice: la más poderosa razón fue que casi cualquier puesto de confianza es un ambiente sumamente inhóspito para la ética, la moral y la libre expresión, a pesar de que esta última viene consagrada en los artículos Sexto y Séptimo constitucionales, y en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Tomando en cuenta que ningún contrato colectivo ni estatuto puede estar por encima de la Constitución, y ninguna constitución por encima de ningún tratado internacional firmado por el gobierno de México, la libertad de expresión es mi derecho a pensar y compartir con otras personas mis ideas, reflexiones y opiniones, es decir, el derecho a razonar y dar a conocer lo que pienso y lo que conozco. Este derecho incluye también la libertad de buscar, recibir y difundir ideas, opiniones e informaciones, por cualquier medio. Esta libertad, sin embargo, no se puede ejercer cuando se opera en un puesto de confianza, aunque cualquier estatuto es una ley jerárquicamente inferior que la Constitución Mexicana.

En ese limbo, las autoridades utilizan la intimidación a través de la excesiva organización para transformar a hombres y mujeres en autómatas, matándoles el espíritu creador y suprimiéndoles el libre albedrío, a través del terror sistemático de no ser competitivos si son capaces de pensar y actuar por sí solos, así sea para salvar una vida (un ejemplo fue la colega doctora, jefa de pediatría, a quien le rescindieron el contrato por expedir una receta a un paciente mayor de edad, ella que tuvo desde pequeño en protocolo).

No es que los directores sean malos, sino que el sistema neoliberal los tiraniza a costa de sus propias convicciones. Esto ocurre en cualquier organización lineal o piramidal, que es la que priva en los ejércitos y las dependencias de gobierno, donde la cabeza es un economista, quien cree que su organización es un panal de abejas y él es la abeja reina. Así llega cada sexenio un grupo de tecnócratas, a destruir lo que ya se ha construido y llenarse los bolsillos durante otros seis años. Sólo que las instituciones de salud no producen miel, ni ningún otro insumo; su objetivo es paliar el sufrimiento y para eso se necesita un pensamiento humanista, no economista.

Para lograr un cambio se requiere dejar de tener recibidores de órdenes sin espíritu crítico en las direcciones de los hospitales, pero los gobiernos capitalistas han trabajado mucho desde la época de Hitler y Mussolini para la reingeniería mental del líder, sólo que ahora a través de couches y departamentos de competitividad y capacitación, en lo que se les va gran parte del presupuesto que se utilizaría de una mejor manera en medicamentos y material.

Las cúpulas directivas adoctrinadas pueden ser tan morales e inteligentes como los individuos que las forman, capaces de cualquier cosa, salvo del libre albedrío para razonar individualmente.

Por eso hoy, después de haber salido del ruedo y mirándolos desde las gradas, no culpo a quienes continúan en esos puestos. Se necesitan años de lectura y una base moral sólida para renunciar sin miramientos a un puesto que no ofrece otra cosa que dinero, a cambio de silencio y estancamiento del intelecto. Los mejores ejemplos que se me vinieron en mente fueron Bukowsky cuando renunció a su empleo de oficinista, u Octavio Paz como embajador de México en la India.

El caso es que los últimos gobiernos de México han hecho de la medicina un terreno inhóspito. No en vano se han disparado las demandas médicas, a la par que se destapan cloacas que se comienzan a dar a conocer respecto a la corrupción que representó por tres sexenios el Seguro Popular, y que era un secreto a voces. El negocio de las licitaciones es un barril sin fondo para la burocracia dorada.

Decía Chomsky que la técnica de la privatización consiste en “cortar el presupuesto para que las cosas no funcionen, la gente se moleste y esa inconformidad sea usada como excusa para pasarlo al capital privado”.

Pero mientras está uno adentro del sistema, tiene prohibido escandalizarse con las incoherencias. Se está obligado a esconder brotes epidémicos, cochupos y enfermedades de la pobreza, así como a buscar culpables y no soluciones. Aunque como dijo Martín Lutero: “no oponerse al error es aprobarlo, y no defender la verdad es negarla”.

Este 23 de octubre tenemos los médicos muy poco que festejar, cuando junto con los periodistas, hemos sido una de las profesiones más golpeadas y denostadas.

En una reivindicación de nosotros como gremio ante la sociedad mexicana, pero también de los administrativos ante los trabajadores, escribo este artículo. En tres años como director me di cuenta de que, salvo la alta burocracia, todos somos víctimas de este sistema de reingeniería social, frente a la ineficiencia gubernamental (unos más que otros, claro: estamos más vulnerables quienes damos directamente la cara), y que los directores, coordinadores, jefes de prestaciones médicas y demás personal de confianza del sector salud, también lloran.

A ellos también mis saludos, mis letras y mis felicitaciones este día del médico, si tuvieron algo para festejar en este año de Hidalgo del peor sexenio de la historia del México moderno, donde más que administrar recursos, les tocó sortear carencias y soportar el Síndrome de Estocolmo, donde hay que justificar a un Estado victimario.

Ojalá que en lo sucesivo, además de un ajuste salarial, haya una reingeniería del gobierno en el modo de tratarnos y comportarse para con nosotros, el hilo más delgado del proceso salud-enfermedad, cosa que estoy seguro que no se podrá lograr sin la presión social del gremio.