Espíritus superiores
En épocas de crisis no existen héroes, solo surgen a la luz los espíritus superiores. Se ve en su justa dimensión el valor de un deportista, del mejor pagado de los artistas de Hollywood, de un banquero o de un político de cualquier parte del mundo.
Hace ya algún tiempo leí “La Peste” de Albert Camus. Aunque no he tenido oportunidad de releerla, tengo presente su importancia para comprender el comportamiento humano dentro de las pandemias, relatado por la pluma de uno de los más geniales filósofos del siglo pasado.
Tal vez sea eso, la filosofía, lo que me anima a seguir adelante ante el miedo que siento todos los días al llegar y meter la mano en el biométrico para checar mi entrada al hospital donde laboro a lo largo de seis horas, sin tener la certeza de no salir contagiado del nuevo Coronavirus. En casa me esperan, me necesitan, y tengo padres con factores de riesgo a quienes puedo llevar la muerte.
Entre nosotros los médicos, enfermeras y paramédicos, cada que nos saludamos investigamos, porque nadie nos lo informa, cuántas muertes hubo de neumonía atípica en la guardia saliente (desde el AH1N1 ya sabemos lo que significa ese eufemismo, que se plasma en los certificados de defunción, y su utilidad para las estadísticas).
No es en vano: se nos prohibió, incluso, el uso de cubrebocas bajo el pretexto de no causar pánico a los pacientes, como si nuestra profesión fuera la de ser payasos y ponernos zapatos y nariz de goma para divertir o espantar al público. De ese tamaño fueron las estulticias que debimossoportar, hasta que la realidad alcanzó a los directivos cuando varios hospitales y personal del estado de Coahuila debieron entrar en cuarentena por un contagio masivoiniciado en el HGZ7 de Monclova (por cierto, aún no se los califican como riesgo de trabajo y ya hay muertos). Entonces sí cambian las órdenes dadas por los médicos de escritorio a los que vemos cara a cara a la muerte que nos tose y nos estornuda. Hoy nos acarician la espalda, porque al caballo se le soba el lomo para poderlo montar.
No somos héroes, porque los verdaderos héroes no tienen miedo. Cuentan con poderes sobrehumanos, algunos —como supermán llegaron del espacio-, y otros —como Rambo, o los boinas verdes- están entrenados para cumplir órdenes sin cuestionarlas. Héroes nuestros policías, nuestras fuerzas armadas, los bomberos.
A nosotros nos malpagan para mantener la homeostasis del pueblo con los mínimos recursos, como si quisieran que un piloto estresado, desvelado y malcomido, no termine por estrellarse en su avión. Se nos criminaliza, se nos exhibe en redes, les quitan las becas y los apoyos a nuestros pasantes. Pero eso sí, cuando hay una crisis sanitaria, de pronto dejande tratarnos como matasanos, insensibles, dinereros, y el mismo Estado que lleva décadas criminalizándonos, ahora nos ensalza y nos quiere convertir en héroes, porque saben que siempre hay una cruz para cada mártir y nos tienen que convencer de ello, de que subamos desnudos al patíbulo para rescatar al mundo. Ya luego, como el homenaje al soldado que muere en batalla y es enterrado en una fosa común,habrá algún monumento al médico desconocido, mientras que el futuro de nuestras familias —igual que las de los soldados muertos en cumplimiento de su deber- será la pobreza, marginación e incertidumbre social.
Mis compañeros y yo, en vez de héroes, queremos ser profesionistas dignificados y respetados en lo subsecuente, con o sin contingencia. Que haya leyes que nos protejan para no ser sólo carne de ataúd. Sabemos que se avecina una crisis económica severa y no hay manera de que en este momento nos paguen compensaciones por conceptos de insalubridad y alto riesgo, pero queremos, si sobrevivimos, tener un contrato colectivo de trabajo justo, certidumbre laboral, una vejez digna, y una actividad profesional libre de miedos y amenazas por leyes mal hechas y peor aplicadas.
Ya se comprobó que es más útil a la humanidad una enfermera, un camillero o el intendente de cualquier hospital que un equipo completo de la Champions League, sólo que a la enfermera nadie le aplaude cuando vela por la vida de un paciente.
Y me resisto a ser héroe, porque cuando todo esto termine, quiero volver a abrazar a mi familia, pasear a mi perromientras pienso en la filosofía de levantar su mierda en una bolsa que no es biodegradable, juntarme con mis amigos, mis hijos, mis seres amados y, por qué no, bailar otra vezdanzón sobre un escenario repleto de gente.
Yo también tengo mis maneras de arrancar aplausos.
Por eso ni héroes, ni mártires, ni santos (es mejor no esperarmucho de seres humanos comunes y corrientes, para que pueda emerger sin presiones el verdadero espíritu superior que cada quien alberga dentro), y que todos mis compañeros médicos, enfermeras y paramédicos, salgamos bien librados de esta crisis.
La salud está acéfala, la información cambia cada hora y la desinformación todavía más rápido, y si no nos cuidamos entre nosotros, nadie más lo hará. Por eso me solidarizo con mis compañeros del IMSS Coahuila (donde tengo entrañables amigos) y el personal sanitario del resto del mundo.