El Evangelio según • Víctor Hugo Pérez Nieto • Una furtiva lágrima
“Ese día que me vacunaron, una furtiva lágrima escapó al recordar todo lo perdido en sólo dos meses…”
La primera vez que escuché Caruso, terminé llorando con el intérprete. Hoy únicamente lo escucho solo, no vayan a creer mis hijos que ya me ablandé (algo que en verdad ocurrió con los años, luego de recordar varias anécdotas).
Para todos los que desprecien a la libertad de expresión: si no es a través de memes, protestas y columnas periodísticas (atacadas, en defensa no sé de quién, pero obvio, no de la salud del personal hospitalario), por fin la semana pasada se alcanzó el 50% de la vacunación del personal del IMSS Acámbaro, sin entrar en detalles, porque a la mayoría nos pusieron apenas la primera dosis, con lo cual ya comenzamos con el primer paso en la solicitud de inmunización al 100% de los médicos, químicos, enfermeras, camilleros, etcétera.
Doy gracias a todos quienes me leen, y por la polémica, ya que no hay nada más desangelado que una columna de opinión que no genere controversia. Incluso los descalificativos e insultos por no coincidir con la inconmensurable abyección –parecida al fanatismo- que ha contagiado a muchos mexicanos, me han sido de utilidad.
Nunca ha sido fácil pelear por lo que es justo.
Todavía recuerdo la primera marcha a la que acompañé a mi padre en defensa de los derechos de los trabajadores IMSS, contra las imposiciones de un líder de triste memoria llamado Antonio Punzo Gaona, a quien la clase trabajadora hizo renunciar en 1989, cuando en el congreso ordinario 21 afirmó que él se debía al presidente de la república y no a sus agremiados, y Carlos Salinas de Gortari ya le había ordenado la mutilación del Contrato Colectivo del Trabajo del IMSS. El polvorín explotó y las marchas disueltas a garrotazos y gases lacrimógenos a las que acompañé a mi padre, me enseñaron que los derechos se exigen y se defienden, esté quien esté en el poder.
El querer tratarnos como xylospongio de letrina romana no es nuevo. En el sexenio de Felipe Calderón, Valdemar Gutiérrez Fragoso vendió el contrato colectivo del trabajo del IMSS a cambio de una diputación federal en el 46 congreso ordinario. Cuando volvimos a protestar a la Ciudad de México para intentar parar el despojo, habían cercado con vallas metálicas desde varias calles a la redonda la Cámara de Diputados.
Ahora, la 4T planea ir sobre los aguinaldos del IMSS y reducir las pensiones en UMAS pero, lo que es más triste para nosotros, no ha cumplido con el compromiso de vacunar contra el COVID a todo el personal hospitalario, lo que nos había ocasionado miles de contagios y muertes. Pensaron que nos mantendrían sumisos con aplausos y develación de placas.
Pero a base de protestas e inconformidad han vuelto a mirar a los médicos y enfermeras, eso a pesar de no ser una gran fuente de votos duros.
El viernes 19 de mayo por fin nos llamaron para primeras y segundas dosis, con lo que ya se completó casi la protección de la mitad del hospital del IMSS de Acámbaro, que aunque continúa siendo insuficiente, le da la razón a la voz de mi padre, que me decía en sueños que si se queda uno callado, como todo gobierno quisiera en cualquier parte del mundo tener a su pueblo, las consecuencias serán peores que las represalias.
Ese día que me vacunaron, una furtiva lágrima escapó al recordar todo lo perdido en sólo dos meses, y que a partir de ahí, si ya nada podía mejorar, por lo menos tampoco empeoraría.
Unos hermosos fantasmas que me han acompañado en estas últimas semanas, por fin me han dejado dormir en paz, no porque la misión esté ya concluida, sino porque saben que el luchador social que engendraron no conoce el vasallaje, el lacayaje, la sumisión ni el silencio.