La caja de Skinner
“Lo que realmente se requiere es tener un estipendio suficiente, las horas de trabajo exactas, los días de descanso y vacaciones que marca la ley, y una jubilación digna y a tiempo para alcanzar el bienestar social…”
Hay una disparidad entre la utilidad de las cosas y el tiempo que nos lleva realizarlas. Por lo regular perdemos el tiempo en cuestiones inútiles, y lo importante, que muchas veces es más sencillo de ejecutar y mantener, lo descuidamos porque estamos entretenidos en alguna estupidez.
La caja de Skinner es un artilugio ideado con el fin de ocasionar el condicionamiento de distintas especies animales, mediante el “reforzamiento positivo” o recompensa, para aumentar la probabilidad de que una conducta se repita en el futuro. Desde pequeños, todavía ni aprendemos a hablar, y ya se nos conduce a realizar nuestras “obligaciones” a cambio de algo agradable, o mediante un estímulo negativo si fallamos o no cumplimos. Cuando ingresamos al colegio, la enseñanza se convierte en una serie de reforzamientos positivos y negativos, al grado que terminamos en volvernos timoratos esclavos de la recompensa para servirle a la sociedad de consumo, a cuyo beneficio trabajaremos el resto de nuestras nimias vidas.
Razonar es sencillo, actuar con ética es sencillo, ser libre es sencillo, acumular plata, no tanto, pero es lo que más perseguimos y, por lo regular, está peleado con los puntos anteriores.
Para esto nos duermen, como al velador cuando se le quiere asaltar, con teorías de “pensamiento positivo”, de “actitud emprendedora”, de “desarrollo personal” y demás patrañas que solo sirven para enriquecer a algunos a través de seminarios intensivos, coaching y asesorías que enseñan “buenos hábitos”, y en las que las empresas y los gobiernos gastan inconfesables cantidades de plata y recursos, porque según nos mienten: “estar bien o mal depende de nosotros mismos”: ellos no tienen ninguna responsabilidad. Que la culpa no es de lo que nos pasa, sino de cómo lo asimilamos. Debemos ser unos esclavos sumisos y felices, por el bien de La Patria.
Es así como quieren convencer al obrero que deje su vida en la fábrica por un mini salario; a la mujer, que se engrille también a la línea de producción a costa de la educación sus hijos; a los profesionistas, para rentarse como Offsourcing sin ninguna prestación ni seguridad social, luego de haber dejado media vida y el futuro de sus padres empeñados en una universidad; a estar conformes con el aumento del 10% al salario mínimo, cuando para poder comprar la canasta básica se sugiere elevarlo a 96 pesos por lo menos. Mientras, la inflación no detiene su ascenso (México es el único país del orbe donde todo el mundo tiembla cuando se aumenta el salario mínimo, ya que eso significa que las cosas andan muy mal y esperan una espiral inflacionaria al triple del aumento cacareado). Y si a la inflación le sumamos la nueva Unidad de Medida y Actualización (UMA) de la que ya les platiqué, y en lo que se convertirán las pensiones y fideicomisos, creo que necesitaremos algo más que pláticas motivacionales, encuestas de clima y cultura organizacional y toda la parafernalia necesaria para introducirnos como pichones de laborarlo a la caja de Skinner, sobre todo cuando a ésta ya se le acogotaron los reforzamientos positivos y trabaja a base de elementos punitivos.
Lo que realmente se requiere es tener un estipendio suficiente, las horas de trabajo exactas, los días de descanso y vacaciones que marca la ley, y una jubilación digna y a tiempo para alcanzar el bienestar social. De lo demás, ya nosotros nos encargamos para poder ser felices y optimistas –aquí pueden meter el estribillo: “únete a los optimistas, abre tus alas, levanta el vuelo, siéntete triunfador”–, tal y como lo quiere el Nuevo Orden Mundial para hacernos más productivos.
Pero que no le hagan tanto al cuento, porque viniendo de la Secretaria de la Función Pública, quien en vez de ponerles un alto a los políticos, jode cada vez más a los trabajadores que sudan a chorros para ganarse su pan y su vino, y todavía les vienen con tonterías que les quitan el tiempo.
La burla es lo que más cala.