Muertes maternas

“¿Hay algún jefe de personal o algún líder de equipo de supervisión a nivel nacional investigado por muertes maternas? Hasta ahí queda el enigma para los medios de comunicación, sobre el repunte en las muertes de mujeres embarazadas…”

 

Muertes maternas

Últimamente se ha observado el repunte preocupante de casos de muertes materno fetales, un programa prioritario que muy de cerca siguen organismos internacionales como la OCDE y la ONU.

Lo más fácil cuando fallece una mujer en edad reproductiva es culpar a los médicos, pero ellos son sólo el último eslabón del delicado proceso.

Aunque la gente común lo desconoce, existen muchas razones para no realizar un procedimiento quirúrgico a tiempo. En el ingreso a una sala de operaciones están involucrados varios pasos: desde los más obvios como la asistencia y/o cobertura de médicos y enfermeras, hasta otros poco conocidos como CEYE (central de equipos y esterilización), banco de sangre y transfusión, higiene y limpieza, laboratorio clínico, camillería, mantenimiento, etc. Todos trabajan como un engranaje al igual que las diferentes estructuras de una célula, en la cual, si algún elemento falla, enferma o disfunciona, todo lo demás falla sin remedio previsible.

En los hospitales, quienes reciben las críticas de los usuarios y las medidas punitivas de las autoridades son siempre los médicos que se desempeñan tanto en el nivel operativo como directivo. Son ellos quienes dan la cara; sin embargo, sería prudente que los medios de comunicación comenzaran por hacer un análisis a conciencia del porcentaje de cobertura de incidencias con el que cuentan los hospitales del estado y del país (menos del 90% de cobertura representa un riesgo latente cuando, como cualquier trabajador, el personal de salud debe tomar sus vacaciones que por ley le corresponden; ni hablemos de las incidencias no programadas, como las incapacidades que no se cubren, dejando vacíos en los servicios).

Habrá que revisar también el porcentaje de ocupación de los hospitales públicos, que en su mayoría se encuentra por encima del 150%, el nivel de equipamiento médico, el estado de las ambulancias, la disponibilidad de hemoderivados, y otros muchos indicadores, en los que en nada tiene injerencia el personal que labora en los nosocomios, pero es quien paga las consecuencias al momento de que una bomba estalla por las omisiones de otros.

Cargar culpas a los galenos siempre ha sido la solución, pero jamás solicitan cuentas a los encargados de tener suplentes disponibles, para comenzar desde ahí con el deslinde de responsabilidades, sin que el hilo deba romperse por lo más delgado.

En toda institución, a nivel nacional y estatal, hay un responsable de la gestión y la contratación de personal suplente, y otro responsable de supervisar que en todos y cada uno de los hospitales se esté trabajando con lo mínimo indispensable. Esto es, un equipo multidisciplinario. Ellos, que también tienen cargos, nombres y apellidos, son quienes deben ser llevados ante la justicia cuando, por ahorrarse una nómina extra o por maquillar las cifras, ponen en riesgo a una madre y a su bebé, obligando a los doctores de las unidades periféricas a trabajan con lo poco que les proveen, dejándolos con la cabeza en la guillotina.

¿Hay algún jefe de personal o algún líder de equipo de supervisión a nivel nacional investigado por muertes maternas? Hasta ahí queda el enigma para los medios de comunicación, sobre el repunte en las muertes de mujeres embarazadas.

Así como exigimos castigo a los médicos, también debemos pedir las cabezas de los jefes de personal y los líderes de supervisión, muchos de ellos incluso con graves señalamientos de acoso laboral, actitud que está contemplada y penada en el artículo 3bis y 51 de la Ley Federal del Trabajo.

El sistema penal no debe dejar pasar omisiones. Ninguna, a ningún nivel, para impedir la operación de cualquier hospital sin el 100% de cobertura médica, sobre todo la de los asignados a programas tan importantes como el que se encarga de abatir la mortalidad materna; así como obligar a los equipos de supervisión a dejar de ser un organismo punitivo contra el trabajador de confianza y se conviertan en su mejor aliado.