Novemberpogrome
"Hoy me toca escribir una columna que jamás quisiera haber hecho, dedicada a Donald Trump, virtual presidente de los Estados Unidos..."
Hoy me toca escribir una columna que jamás quisiera haber hecho, dedicada a Donald Trump, virtual presidente de los Estados Unidos. A pesar de ser misógino, xenófobo, racista y con todos los epítetos que podamos colgarle, tendrá en breve tiempo al mundo en su mano como si de una pesadilla se tratase. Una especie de payaso diabólico creado por Stephen King.
Como médico, tengo una sensación comparable con la desagradable conmoción que se experimenta cuando se da la noticia de un fallecimiento. Aquí por fortuna nadie ha muerto todavía, pero el panorama es sombrío, sobre todo para los 13 millones de mexicanos que habitan la potencia del norte.
Hace cuatro años que el Partido Revolucionario Institucional regresó a la Presidencia de la República con toda la gloria de su cinismo y la peor telenovela que se puede hacer de una democracia. Creí sinceramente que nada peor nos podía suceder a los mexicanos, pero como siempre, mi capacidad de asombro y el alcance de mi análisis fue superado.
El triunfo de Trump, al igual que el del PRI hace cuatro años, fue un ataque a la inteligencia en un país donde habitan 55 millones de hispanos; o estados como Texas, el segundo con mayor número de latinoamericanos. Ni qué decir de Florida, donde en Miami el 65% de sus habitantes son cubanos, puertorriqueños o sudamericanos.
Se abre la Caja de Pandora y pueden desatarse con ella todas las fuerzas antihumanas del universo. No olvidemos que el mayor arsenal militar lo posee Estados Unidos, y el botón de encendido para los misiles estará ya en manos de un hombre con la madurez de un niño de tres años y el sutil tacto de un erizo, quien ha atacado verbalmente a musulmanes, a los mexicanos, a los negros, los orientales y a todo el que disienta de su visión de una Norteamérica anglosajona –y aun así, nada de esto fue suficiente para detenerlo en su triunfo-. Incluso algunos mal llamados “intelectuales” como la escritora Ann Coulter, proponen algo similar a la “Solución Final” nazi contra los mexicanos, a través de un bombardeo para acabar con la inmigración, amenaza que no debemos desestimar, ya que encierra una ontología de odio y xenofobia que, como ya lo demostraron, apoya buena parte de los norteamericanos, al igual que en su tiempo lo hicieron los alemanes con las tergiversaciones raciales de Adolfo Hitler, símil ineludible, por más chocante y gastado que parezca.
Vale la pena acudir alguna vez en la vida al Museo de la Memoria y Tolerancia que se encuentra en la Ciudad de México, frente al Hemiciclo a Juárez, para entender cómo comienzan las catástrofes humanitarias. Es una lástima que tan excelente exposición no contenga nada relacionado también con Hiroshima y Nagasaki, las peores hecatombes llevadas a cabo por el país de la democracia, la libertad y los derechos humanos. O por lo menos en el discurso hasta el 08 de noviembre de este año, porque muy seguramente la retórica y las acciones van a cambiar.
A los judíos que llevaban viviendo siglos en Alemania, durante la Noche de los Cristales Rotos (que casualmente también sucedió el 09 de noviembre de 1938) no hubo poder humano que los defendiera de la furia de un loco que los veía como enemigos y los culpaba de todos sus males. A quien no recuerde la historia, convendrá decirle que aquel aciago día fue el preludio del Holocausto.
Sólo se necesita una pequeña chispa para encender la flama en una nación enojada por la fuga de sus empresas a países con más bajos salarios, lo cual ha aumentado el desempleo en un 6%, con la consiguiente pérdida de su poder adquisitivo, que debe ser terrible en un imperio basado en la cultura del usar y desechar a quienes les hicieron creer que la felicidad está tasada en torno a la potestad del consumo. Los que poco tenemos aprendimos a ser felices con un libro, con una charla entre amigos, a través la cercanía de la familia, y poco o nada nos han podido quitar; sin embargo al que todo lo tuvo y de pronto lo pierde, le cuesta trabajo adaptarse a su nueva realidad. Alguien tendrá que pagar por ese vacío existencial que sienten los gringos de un tiempo a la fecha.
Señalar a una minoría como chivo expiatorio de todos los males es tan viejo como la historia misma. Siempre que ha habido hambrunas, pestes o guerras, se ha ofrecido en sacrificio a un grupo humano distinto a la mayoría, ya sea por su raza, su cultura o su religión. Trump ya les dio la clave para apaciguar la ira divina.
Llueve sobre mojado, ¡que melancolía!, en verdad: los personajes que gobiernan México, posteriormente el Brexit, luego el NO a la paz en Colombia, y ahora tener que lidiar con quien moverá el tablero geopolítico sólo me hacen sentir tristeza, incertidumbre, desolación y ganas de guardar un minuto de silencio. Son la antítesis de la humanidad que muchos habíamos soñado, sobre todo quienes jamás creímos en las fronteras y las barreras culturales, quienes hasta el 08 de noviembre no habíamos perdido la fe en el género humano. Quizá sea el réquiem del mundo como lo conocemos, con su modelo económico incluido, lo cual puede ser rescatable.
Aun así, también nosotros debemos prepararnos para una crisis existencial. México, en el mejor de los escenarios, debe tomar medidas para recibir y dar trabajo a varios millones de migrantes que se encontraban en la diáspora, y evitar que sean cooptados por el crimen organizado si son deportados. Debe reactivar el consumo interno para paliar los cambios que se le puedan hacer al TLCAN y sobre todo, no perder jamás la esperanza, recordando que el cielo se pone más negro cuando está por amanecer. O como decían los abuelos “no hay mal que por bien no venga”.