Taxi aéreo
“…me parece exagerado el ataque contra cualquier candidato por utilizar aviones privados: la verdad, si yo monto un avión comercial y veo que entre los pasajeros están Anaya o El Peje, prefiero bajarme…”
El 4 de junio de 1969, el Vuelo 704 de Mexicana de Aviación, un Boeing 727-64 registrado como XA-SEL, se estrelló cerca de Salinas Victoria, Nuevo León, 20 kilómetros al norte de la ciudad de Monterrey. Las 79 personas que viajaban a bordo murieron; entre ellos el político Carlos Alberto Madrazo (padre de Roberto Madrazo Pintado). El avión se aproximaba al Aeropuerto Internacional del Norte, a pocos kilómetros de la capital neoleonesa. Había hecho un descenso continuo en los últimos 5 minutos antes del impacto, y dicen quienes lo vieron desde tierra, que de improviso voló en pedazos y sus restos cayeron envueltos en llamas hasta impactarse en el Pico del Fraile, donde se disolvieron. Del Lic. Carlos A. Madrazo únicamente se pudo recuperar una mano con el anillo de bodas.
Carlos Alberto Madrazo Becerra llegó a la presidencia del CEN del Partido Revolucionario Institucional, donde promovió una reforma en el partido para la elección democrática de los candidatos, oponiéndose a que fueran elegidos por el presidente en turno, sino a través de una elección interna entre los militantes del partido, lo cual lo ponía como fuerte aspirante a la Presidencia de la República, cosa que lo enemistó seriamente con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien quería dejar en su lugar a Luis Echeverría Álvarez. Al ver que echaban abajo su propuesta, Carlos A. Madrazo renunció al cargo del CEN del PRI en noviembre de 1965. Habría sido el candidato idóneo para la presidencia de la República mexicana, pero aquel accidente aéreo lo sacó de la contienda y, de paso, segó la vida de 79 personas más.
Se especuló de sabotaje por parte del Estado Mexicano, ya que el avión estalló mientras aterrizaba, como si hubiese contenido una fuerte carga explosiva, por lo que Madrazo habría sido el objetivo y el resto de los pasajeros, víctimas colaterales. Habría sido cínico y políticamente más costoso un atentado directo al estilo Colosio o Ruiz Massieu, aunque las víctimas habría sido menos, ya que también hubo muertes en tierra.
La misteriosa explosión del vuelo 704 fue el accidente de aviación más letal en suelo mexicano, hasta el fatídico vuelo 940 de Mexicana de Aviación que se estrelló el 31 de marzo de 1986, en la montaña El Calvario, en el municipio de Maravatio, Michoacán, cerca de Acámbaro, mi ciudad, y que me tocó presenciar de lejos, siendo aún niño. Este último siniestro dejó muertas a 167 personas. Varios conocidos que subieron a la sierra para ayudar en las labores de rescate todavía no se reponen de la impresión de ver los cuerpos y las pertenencias de los pasajeros colgados de los árboles, y sufren pesadillas nocturnas a 37 años del accidente. La versión oficial fue que inflaron un neumático con aire en vez de nitrógeno y se sobrecalentaron los frenos, pero yo que transitaba a esa hora por la carretera de El Oro rumbo a Maravatío, vi que el aparato estalló en el aire y cayó envuelto en llamas. Nadie lo dijo entonces, pero un grupo terrorista se adjudicó la autoría del presumible atentado, aunque la versión oficial no cambió.
Ya no me adentro más en otros casos similares; solamente mencionaré los eventos más recientes, como el accidente aéreo de Juan Camilo Mouriño (potencial candidato del PAN para la Presidencia de la República), el de Francisco Blake Mora (secretario de Gobernación) y el de Ramón Martín Huerta (secretario de Seguridad Pública federal), ocurridos en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, en un claro complot contra su gobierno y sus políticas, aunque quieran pintarlo de otra manera,
El sistema ha sido capaz, incluso, de volar edificios con gente adentro para borrar evidencia, como el caso de la Torre de Pemex.
Viéndolo desde esa perspectiva, a Andrés Manuel López Obrador la única forma que tienen de coartarle su llegada a Los Pinos, es a través de un atentado, ya sea en su contra o de manera indirecta: contra el contrincante que va en segundo sitio. No digo que quiero que él llegue a ser presidente, pero es casi inevitable su triunfo, y un hecho consumado, que el aspirante oficial quedará en tercera posición si Margarita Zavala no lo alcanza. En este mismo contexto, me parece exagerado el ataque contra cualquier candidato por utilizar aviones privados: la verdad, si yo monto un avión comercial y veo que entre los pasajeros están Anaya o El Peje, prefiero bajarme. Las posibilidades de perder la vida en un accidente aéreo pasarían de ser ínfimas a infinitas.
Por eso sigo pugnando porque usen vuelos privados, porque no vendan el avión presidencial y de esa manera, por demagogia, no pongan en peligro la vida de cientos de pasajeros que no tienen la culpa de ser víctimas colaterales. Es mejor para ellos (El Peje y Anaya) contratar servicios aéreos privados de última hora para dificultar cualquier sabotaje.
Un atentado no debe ser necesariamente con arma de fuego; la mejor manera es algo que suscite suspicacias como lo es un accidente aéreo o carretero, para luego dejarlo en el imaginario popular como obra de la fatalidad (ejemplo Clouthuer) y no de un claro complot (ejemplo Colosio), que es más difícil justificar.
Ya lo que digan los candidatos en público y luego se contradigan es cuestión de retórica, les toca a ellos justificarse, pero por amor de Dios: no se pongan en riesgo, ni pongan en peligro la poca estabilidad nacional que aún queda, y de paso se lleven entre los pies a otros cientos de eventuales víctimas inocentes arriba y debajo de una avión con altas probabilidades de sabotaje.
Como dice la sabia de mi madre cuando alguien se está quejando (sobre todo de resaca): “si quieren morirse por gusto háganlo, pero solitos y calladitos, sin estar chingando a los demás”.