miércoles. 17.04.2024
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Impulsan estudio arqueogenético de Cañada de la Virgen

INAH y Langebio analizan 19 entierros en esta zona arqueológica de Guanajuato

Impulsan estudio arqueogenético de Cañada de la Virgen

INAH

San Miguel Allende, Gto. Nuevas incógnitas se abrieron con la datación por radiocarbono de dos entierros excepcionales descubiertos en la Zona Arqueológica de Cañada de la Virgen, en Guanajuato. Los fechamientos arrojaron que los decesos de los individuos denominados “El jerarca” y de “La niña guerrero” acaecieron hacia 700 antes de Cristo, temporalidad muy distante del lapso de ocupación del sitio, entre 540 y 1050 d.C.

Lo anterior sugería que durante un milenio, una decena de generaciones trasladaron las reliquias de sus ancestros-fundadores. “El jerarca”, que en vida debió fungir como guerrero o líder militar, fue depositado por última vez al interior de la pirámide principal, también nombrada “La Casa de los 13 Cielos”, en 760 d.C., envuelto en un petate y sosteniendo en sus brazos a un perro en su arduo camino hacia el inframundo, informó la arqueóloga Gabriela Zepeda, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El Proyecto de Investigación Cañada de la Virgen planteó la necesidad de realizar estudios de ADN antiguo para despejar interrogantes más complejas, esto una vez agotados los estudios antropométricos y de antropología física sobre “El jerarca”, que señalaron la presencia de prognatismo (extensión de la mandíbula), periodontitis, hiperostosis porótica (evidencia de anemia) y una diversidad de lesiones, entre las que destaca una fractura craneal de consecuencias letales; análisis a los que se sumaron pruebas por carbono14.

Las respuestas a tales preguntas no sólo se hallan en el código genético de dicho personaje, sino también en el de “La niña guerrero”, correspondiente a una infante que falleció aproximadamente a los siete años de edad. Al igual que la muerte de “El jerarca”, el deceso de la menor ocurrió hace más de 2,500 años, pero fue enterrada siglos después durante la ocupación de Cañada de la Virgen, con una rica ofrenda compuesta por un cuchillo de obsidiana, además de collares y pendientes hechos con caracoles y concha nácar.

De esta manera, el INAH, a través del proyecto liderado desde hace 15 años por la arqueóloga Gabriela Zepeda García Moreno, estableció un vínculo con el Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (Langebio), del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav Irapuato), para impulsar el primer estudio genético de uno de los sitios más importantes y mejor estudiado del Catálogo Arqueológico de Guanajuato.

En esta iniciativa colabora la doctora Karla Sandoval Mendoza. La investigadora del Langebio forma parte de un equipo de profesionales que tras años de experiencia en el extranjero, buscan formalizar en México el desarrollo de estudios de ADN antiguo y de paleogenómica.

Una de las dificultades para avanzar en este campo —señaló— ha sido el escaso acceso a las muestras, de ahí la importancia de apoyar la colaboración entre el Langebio y el INAH mediante proyectos avalados por el Consejo de Arqueología de esta institución. Con este apoyo que requiere un “voto de confianza mutuo”, dijo, podría desincentivarse el envío de muestras a laboratorios del extranjero.

En parte por su formación como antropóloga física, Sandoval Mendoza es consciente de las posibilidades de análisis que conllevan las colecciones osteológicas bajo resguardo del INAH, las cuales incluyen restos de individuos precerámicos (con una datación superior a los 10 mil años), así como de sociedades complejas de los periodos previos al descubrimiento de América y la conquista española. Esto sin contar los acervos osteológicos coloniales y de épocas más recientes.

Además de la preservación de los materiales, la doctora Karla Sandoval apuntó que la clave en la realización de estudios arqueogenéticos está en las interrogantes que desee despejar el proyecto científico en cuestión. En el caso del corpus osteológico de Cañada de la Virgen, que incluye un total de 19 entierros humanos, una duda esencial es la que entrañan los restos de “El jerarca” y de “La niña guerrero”. Asimismo, se pretende dilucidar el parentesco entre ellos y describir la diversidad genética de los pobladores del sitio.

Por su temporalidad, la arqueóloga Gabriela Zepeda García Moreno comentó que en la información genética de “El jerarca” y de “La niña guerrero” podría estar el quid de la presencia de grupos de habla proto-otomangue en esta región del Bajío, siglos antes de Cristo.

Este idioma probablemente se extendía desde el Valle de Oaxaca hasta lo que hoy es el norte de Guanajuato y sur de San Luis Potosí. En algún momento entre los siglos VI y III a.C., el proto-otomangue se separó en una variante meridional, ancestral a las familias zapoteca, chinanteca, amuzga, mixteca, popoloca y tlapaneca, así como una variante septentrional, ancestral a la familia otopame, que en tiempos de la Conquista se hablaba en esta parte del Bajío y el Altiplano Central.

Por su parte, la doctora Karla Sandoval explicó que mediante la secuenciación se determina el orden exacto de los pares de bases en un segmento de ADN o el total del genoma (conjunto completo de todas las moléculas de ADN en el núcleo), que en el caso del humano consta de tres billones de pares de bases.

No obstante que las técnicas de secuenciación son estandarizadas, el costo de las mismas es alto, y una dificultad añadida es contar con restos óseos sin contaminación, fragmentados y con una concentración endógena suficiente de ADN para poderlo secuenciar. En ese sentido, cabe mencionar que las temperaturas extremas y húmedas que prevalecen en México son factores que obstaculizan la adecuada preservación de restos orgánicos con ADN.

La investigadora refirió el caso de “Naia”, el esqueleto de una mujer con una antigüedad que se calcula entre 13,000 y 12,000 años A.P., hallado en el cenote Hoyo Negro de la península de Yucatán, del cual hasta el momento sólo se ha podido determinar la secuencia mitocondrial que consiste en 16 mil pares de bases; no así de los tres billones de pares de bases que conforman el genoma.

En lo que respecta a los 19 entierros procedentes de Cañada de la Virgen, en el Langebio se han extraído muestras principalmente de dientes, a excepción de un hueso de neonato. Todos ellos, incluidos los restos de “El jerarca” y “La niña guerrero”, pasaron por un proceso externo de limpieza, descontaminación y extracción de polvo óseo. A nivel molecular se llevó a cabo la extracción de ADN y la construcción de algunas librerías genómicas.

Con el fin de optimizar costos y obtener resultados más certeros, en un primer momento se efectuará una secuenciación diagnóstico a baja profundidad, y dependiendo de los resultados se elegirán las librerías necesarias para “enriquecerlas” (incrementar el ADN endógeno). Posteriormente se hará una secuenciación a alta profundidad de las mejores librerías.

La doctora Karla Sandoval detalló que no basta obtener una secuencia, sino que es necesario aplicar tecnologías bioinformáticas para verificar su autenticidad, como los patrones de daño que deben de estar presentes para validarla como endógena de los restos a analizar. Si la secuencia presenta daño es posible hablar de ADN endógeno, no de contaminación.

Dependiendo del estado y porcentaje del ADN endógeno, un primer paso consistirá en la secuenciación del ADN mitocondrial. De esta manera será posible determinar a cuál de los haplogrupos mitocondriales americanos (A, B, C, D y X) pertenecen los restos provenientes del sitio Cañada de la Virgen, y también podrían establecerse filogenias vía materna, detalla la especialista.

“La meta es contar con una descripción de la diversidad genética de los antiguos habitantes de Cañada de la Virgen; de sus relaciones de parentesco —por ejemplo, entre “El jerarca” y “La niña guerrero”— y su vínculo con otros grupos nativo americanos; verificaremos si verdaderamente corresponden al grupo otopame, así como las proporciones de mestizaje”, añadió.

Esto es factible dado que se tienen paneles de referencia de poblaciones indígenas actuales; además podrá verificarse el sexo asignado por métodos antropométricos a los 19 individuos descubiertos en el sitio, y asignarlo a aquellos que no es posible por ser neonatos o infantes, e incluso podrían determinarse ciertos fenotipos. “Estos estudios pueden representar una ventana directa al pasado”, finalizó la investigadora del Langebio.