José Luis Zárate Herrera es uno de los escritores mexicanos más representativos de ciencia ficción y terror en la actualidad. Nació en Puebla en 1966. Entre su obra más destacada, podemos citar La ruta del hielo y la sal, que obtuvo el Premio MECyF 1998, finalista del premio Ignotus 2012 y considerado uno de los mejores libros publicados en lengua española en ese año por la crítica mexicana, pues cuenta a detalle lo sucedido con el barco Demeter, que llevaba a Drácula de Transilvania a Londres, y al que Stoker dedica tan solo unas páginas, y Xanto. Novelucha libre, que homenajea al Enmascarado de Plata fue publicado en 1994 y se convirtió casi de inmediato en un clásico de culto.

En entrevista para Eslocotidiano, Zárate explicó la importancia que un escritor como Matheson ha tenido para la literatura de terror contemporánea. Para Zárate, conocer a Richard en un tiempo previo a internet significaba conocer a autores sin más guía que unas portadas, una línea leída al azar, una colección.

El estilo de Matheson no se basa en descripciones detalladas, en detalles minuciosos… sino todo lo contrario, dice Zárate. En eso precisamente radica su talento y su capacidad para aterrar (cuando narraba cuentos de miedo) y asombrar (cuando se enfocaba en la fantasía y la ciencia ficción). José Luis explica más a fondo: “era ese estremecimiento de lo sugerido, del horror más allá de la página impresa lo que ha hecho de Matheson una influencia (al menos eso espero) en mi obra”.

En cuanto al séptimo arte, el autor de La ruta de hielo y sal opina sobre el autor de La casa infernal: “el Matheson de cine (la serie Poe de Roger Corman), de las películas El Hombre Menguante, Duelo y Pídele al tiempo que vuelva es una referencia obligada, pero me gusta más el siniestro, el que nos muestra infiernos terribles con palabras amables”.

Respecto al impacto en México del creador  del horroroso gremlin que destroza un avión apoyándose en un ala, Zárate puntualiza: “no conozco la importancia de Matheson para los autores mexicanos, pero su relato Bebe mi sangre era casi un signo de identidad para quienes apreciamos la literatura sobre vampiros, para no mencionar el clásico Soy leyenda.