sábado. 20.04.2024
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Ecos de un científico

Jesús Madrigal Melchor y Raúl Alberto Reyes Villagrana

Ecos de un científico

 

En el desarrollo científico de la humanidad existen diferentes pasajes que van desde el fracaso de una teoría hasta el logro de generar explicaciones del comportamiento de la naturaleza. En este caminar los científicos han manifestado diferentes formas de entender, plasmar y divulgar sus conocimientos. No creemos que en este proceso no hayan sentido algún tipo de placer, ya sea positivo o negativo. Cómo olvidar la famosa expresión de Arquímedes cuando resolvió el problema de la corona de oro, que exclamo ¡¡¡¡EUREKA!!!!, que claramente fue exclamación de placer y que hoy podemos interpretar como un sobre salto de capacidad, esto es, decir ¡¡¡¡que chingón soy!!!!

Esto nos da pie de hablar sobre el placer que un científico siente al desarrollar su actividad cotidiana. Empecemos como buenos científicos, a que aspiramos ser, en dar la definición de placer, la cual según RAE es: Satisfacción, sensación agradable producida por la realización o suscepción de algo que gusta o complace.

Según diversas fuentes, existen siete tipos de placeres: placer físico, placer psíquico, placer estético, placer intelectual, placer lúdico, placer emotivo o emocional y el placer de la contemplación. Como se puede ver todos hemos sentido alguno de estos placeres en diferentes momentos de nuestra vida. Cada uno de ellos nos produjo mayor o menor satisfacción, al grado que un mismo placer en diferentes circunstancias impacta de manera diferente en el ánimo de las personas.

Si bien es cierto que el placer físico es el más necesitado y buscado por el ser humano, los otros placeres son muy importantes. A quién no le gusta beber una buena copa de vino, disfrutar de una excelsa comida tanto regional como internacional y qué decir del placer carnal al disfrutar y permitir que disfrute la pareja, para después tomar una relajante ducha, por mencionar las fuentes más a la mano del placer físico.

Sin embargo, desde nuestro mundo cotidiano un placer que experimentamos es el placer intelectual, el cual logramos cuando resolvemos alguna encrucijada de la naturaleza, al poder describir mediante modelos, tanto físicos como matemáticos, su comportamiento.  En nuestra trayectoria académica, desde que fuimos estudiantes hasta hoy, existieron diferentes detonadores para alcanzar diferentes niveles en este placer. Por ejemplo, el placer del primer día al pisar un salón de clases; el resolver un problema al estar dormido y levantarse a escribirlo; al ser evaluado en los diferentes grados, y realizar un examen que raya en la excelencia; publicar el primer artículo realizado completamente por uno; lograr reproducir mediante un modelo físico el comportamiento de un sistema experimental, graficarlo una y otra vez y disfrutar como el modelo se ajusta al comportamiento de la naturaleza.

No quisiéramos terminar, sin mencionar que creemos que si lográramos cuantificar el placer que los científicos han sentido en las diferentes épocas, la raza humana buscaría con mayor ahínco las mieles del placer intelectual.

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