viernes. 19.04.2024
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Placeres

Tachas llega a su entrega 20.

Rompe su de por sí volátil formato para dar paso a Placeres.

Allí donde los sentidos intercambian energías con el mundo, afinados, lejos de los intereses y los prejuicios, lejos del instinto y de la sociedad. Inocentes y puros. Por supuesto, la naturaleza actúa de inmediato y tiende a acomodar esas informaciones en sus diversos niveles e intereses. Pero el primer puntazo, la chispa, se ha producido, instintivizarla o socializarla, profundizarla en el desorden o en el orden es cosa del hombre. Bastantes operaciones ha echado a perder para lograr su estatus de especie privilegiada.

En Tachas 20, “Aprendiz de hedonista” de Elena Bernal Medina nos habla del encuentro permanente con el placer, el riesgo de la vida no sometida al robo de la esencia por parte de los mecanismos coercitivos internos y externos.

“Bataille: del placer de ver y morir” de Citlalli Luna nos habla del placer sexual, de su contacto con la muerte, de su dosis de desafío y derrota, y lo relaciona con la caída del torero, a merced del burel, mientras un personaje goza su propio cuerpo.

“Danza” de Edgard Cardoza en sus versos, atiende al mito del Bautista, al dibujar del cuerpo en el aire, extraviándonos, lejano, mientras los reinos combaten y arriesgan y, según sea el caso, pierden la cabeza.

“Dejadlo todo” de Miguel Ángel Chávez Díaz de León cambia el eje del mundo sea de los pies, el equilibrio, sea del cerebro, la conciencia, sea del corazón, el afecto, a las nalgas y al profundo secreto que se oculta en su desnudez.

“desde la azotea” de Alejandro García nos cuenta el temprano voyeurismo ejercido desde una azotea, donde la infancia o lo que le sigue, empieza ya a saber de los placeres del mirar, del esconderse y de la traición.

“Ecos de un Científico” de Jesús Madrigal Melchor y Raúl Alberto Reyes Villagrana nos cuenta el placer del descubrimiento, el gozo de lo nuevo, bien desde la ciencia, bien desde la experiencia vital o desde ese tobogán de aprendizaje que es el vivir.

“El placer de leer o el amor a los libros” de Caleb Landaverde nos habla de ese fulminante encuentro con los libros dado por los ojos, el olfato, el tacto, el mismo oído al rasgar el envoltorio y lo que de nutriente y/o desasogante tienen en su contenido.

“Entre hermanos” de Filiberto García nos cuenta ese gran momento en que agonizamos o muertos somos ya, tendidos en un suelo que nos quiere, a la vista de gente que en el mejor de los casos, pasa sin mirarnos y en todo esto está el placer de seguir contando.  

“Estados crepusculares” de Aleqs Garrigóz nos lleva en versos encendidos a la vista del cuerpo, a su toques, a sus puntos de arribo, a sus huecos de cantos de sirena y de abandonos plenos, allí donde radica el placer primigenio, la liquidez que nos habita.

“Lejos de casa, festejan a su progenitora. 10 de mayo de 2002” de

Ángel Amador Sánchez es la crónica de una ausencia, el placer de regresar sin estar allí, el día de la madre. Las flores hablan del amor, las voces telefónicas ratifican la distancia. Un rato de felicidad.

“La demagogia del sexo. El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence” de Carmen Martín Gaite, pone sabor a la novela del inglés al cuestionar su falso soporte narrativo, su tendencia propagandística casi religiosa, en donde a veces el morbo gana al arte.

“Viborero” le muestra tres buenos ejemplares, querendones y ardientes, dispuestos al placer más extremo.

Placeres van, placeres vienen,

dependen de hombres de carne y hueso,

de las proyecciones del mundo de la necesidad,

pero sobre todo de ese refinado órgano que reparte y diversifica: el cerebro.

Allí está todo, pero eso es reducir lo bueno a una mera denominación o cárcel lingüística. Lo importante es el camino, la intriga, el recoveco, el ardor, el querer más, el tocar las estrellas o rozar la muerte: placeres me van, placeres me vienen. Como en la pirinola: toma 1 o 2, pon 1 o 2. Toma todo. Todos ponen. Placeres.