viernes. 19.04.2024
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En el camino: Manual para futuras generaciones

Itzel Guadalupe Núñez García

En el camino: Manual para futuras generaciones

Hay quien dice que las reglas se hicieron para romperse, que no hay razón para seguir lo establecido. Además, lo bello de la vida consiste en salir de lo cotidiano, aventurarse, saber qué hay más allá. Mientras unos investigan el porqué de las cosas, otros sólo están disfrutando de los frutos que van dejando. Y me veo haciendo este ensayo, tratando de saber el porqué de la generación Beat, mientras ellos, tal vez ni se preocupaban en lo que daban a hablar. Sólo se interesaban por disfrutar la vida, sin seguir esquemas o prototipos.

La generación Beat fue “una de esas rebeliones contra la sociedad establecida y los valores aceptados, que periódicamente se producen en toda comunidad inquieta e inteligente”.[1] Las generaciones actuales, muy burdamente, buscan lo mismo, salir del camino que marca la idea de lo bueno y lo malo; luego pienso en la intolerancia que reciben y que, a pesar del tiempo, los prejuicios siguen siendo los mismos, igual que las críticas. En el camino marcó la vida de toda una generación y podría seguir haciéndolo.

Aproximadamente en la cuarta década, y tomando como influencia primordial a los existencialistas, nace un movimiento llamado Beat. Diversas fuentes hablan de la entrevista de 1948 entre Jack Kerouac y John Clellon Holmes en 1948 como el acto fundacional. Y los miembros rechazaron el origen peyorativo de la palabra, por lo cual quisieron desnombrarla y asociarla a nuevos referentes, ya que las personas comenzaban a darle a la palabra sólo  el significado despectivo.

El grupo que conformaba la Generación Beat agitó el medio intelectual norteamericano, especialmente en lo que se considera la bohemia y permeó hacia los otros movimientos juveniles de la época y posteriores. Dejó obra y es muy posible que se tenga que decir que fue absorbido por la cultura de masas en su aspecto consumista o en su lado superficial.

Hay diferentes opiniones sobre el periodo que duró esta generación, algunos dicen que hasta la quinta década. Otros aseguran que hasta la sexta. Tomando ambas teorías se puede deducir que mientras esta generación se iba desarrollando surgían otras con bases parecidas: llegan los Beatniks y a continuación los hippies. Coincidían en que eran grupos que buscaban decir lo que pensaban y se expresaban mediante la música y la literatura.

        En el camino Jack Kerouac cuenta la historia de Sal Paradise, un joven escritor que para financiar su libro tiene que encontrar un trabajo que le sirva como fuente de ingreso. Buscando ese primer trabajo se dedica a hacer autostop junto a uno de sus amigos. Después se sumarán más y perderá sentido el viaje y el único objetivo será recorrer los Estados Unidos y parte de México. Todo es repetitivo: hacen autostop, fuman Tila, beben, terminan el dinero (entre otras cosas en chicas), consiguen más, regresan a su lugar de origen y de nuevo la misma rutina; perdí la cuenta de las veces que es lo mismo. Lo único diferente son las aventuras que tienen que recorrer para conseguir lo que quieren y su objetivo.

Todos mis amigos neoyorquinos estaban es la posición negativa de […] combatir la sociedad y exponer sus aburridos motivos librescos o políticos o psicoanalíticos, y Dean se limitaba a desplazarse por la sociedad, ávido de pan y de amor; no le importaba que fuera de un modo o de otro:

—Mientras pueda ligarme una chica guapa con un agujerito entre las piernas… mientras podamos comer, tío.”[2]

Las necesidades sociológicas pasan a segundo plano ya que, tal vez, la gente sólo se preocupa por cosas sin importancia: el dinero, la guerra, el consumismo, la política:

vamos a […] ver qué está haciendo la gente, aunque ese asunto nos importe poco […] Ahora fíjate […] en esos de ahí delante. Están inquietos, van contando los kilómetros que faltan, piensan en dónde van a dormir esta noche, cuánto dinero van a gastar en gasolina, el tiempo que hará, cuándo llegarán a su destino… como si […] no fueran a llegar. Pero necesitan preocuparse.[3]

Pelean contra la idea de tener que perder el tiempo en esas cosas, cuando se puede disfrutar de otras más importantes. Y llegan a México maravillados con lo que el país les ofrece:

Aquí nadie desconfía, nadie recela […]. Fíjate en todas esas historias que hemos leído sobre México y el mexicano dormilón y toda esa mierda sobre que son grasientos y sucios y todo eso, cuando aquí la gente es honrada, es amable, no molesta.[4]

Cambian sus dólares por montones de pesos mexicanos. Sal dice que se siente como millonario y le gusta la idea de comprar todo tan barato y de calidad. Las mejores chicas, el mejor Tila. Y Dean, con los ojos llenos de lágrimas, se siente feliz porque ha encontrado a gente que se le parece. El racismo pasa a segundo plano, ya que sólo divide naciones y masas.

El objetivo de la rebeldía consiste en no dejarse domesticar ni hacer lo que algunos dicen qué está bien. Cuestión de perspectivas. Lo que para unos es bueno, para otros es malo y viceversa “todos los canallas del mundo andan detrás de nosotros. Tenemos la obligación de evitar que nos impongan su modo de vida. Tienen un montón de modos para cazarnos […]. Recuérdalo”.[5]

La vida debería de ser así, sin preocupaciones. Todos podrían hacer lo que quisieran sin que el dinero fuera un impedimento. Hay personas que viven dejando vivir a los demás y otras que simplemente tienen vida porque molestan a todos. Las cosas deberían correr sin estrés, sin miedo. Hay muchas formas para ser feliz.

Siempre existirá la lucha por la sobrevivencia y sólo saldrá a flote quien siga la corriente o se revele. La naturaleza del ser humano es bestial, como la de todos los animales feroces de la creación. Necesita saciar su hambre de poder para sobrevivir. No importa el medio sino lo que puede llegar a conseguir, independientemente de si daña a alguien o no. Así es como entra la lucha entre grandes y chicos, entre una autoridad que quiere que las cosas se hagan como ella lo marca y entre los sometidos. No todos los seres humanos tienen el mismo grado de sumisión.

Los jóvenes de hoy, tal vez, si en verdad son tan radicales, deberían leer lo que surge de la Generación Perdida, tener un antecedente de lo que fueron e hicieron y por qué, entender que todo tiene una razón y hacer las cosas de la mejor manera. Si su modo de vivir es la contracultura, tendrían que saber que ésta es “una cultura tan radicalmente desafiliada […] a los principios y valores fundamentales de nuestra sociedad, que a muchos no les parece siquiera una cultura, sino que va adquiriendo la apariencia de una invasión bárbara”.[6] Deberían leer En el camino y, si así lo desean, aplicar todas esas aventuras que Sal vivió pero en la época contemporánea. Hacer de la libertad un arte de expresión.

 

[1] Straumann, Heinrich La Literatura norteamericana del siglo XX, FCE, México, 1979, p. 132.

[2] Kerouac, Jack, En el camino, Bruguera, Barcelona, 1981, p. 22.

[3] Ibid., p. 275.

[4] Ibid., p. 99.

[5] Idem.

[6] Theodore Roszak, El nacimiento de una contracultura, Kairós, Barcelona, 1981, p. 57.