A una bionda nervosa
Edwin Yllescas
Nervosa, bionda donde antes fue castaña
camina entre las mesas del cafetín
junto al turulato: un extraviado, un desmayado
entre los ojos de la mujer y la muerte que vendrá
pasmado, boquiabierto abre el ojo del solitario
donde antes tuvo nada, aguarda la memoria.
Retorno a la sombra de sus pasos
a la bionda (no-me-acuerdo-cómo-se-llama)
vengo a escuchar su taconeo de tacón alto
a vislumbrar sus piernas bajo el sol vertical
las uñas rojo cinabrio, la rodilla flexible, la grada dócil
el bolso contra la baranda, la mano que aparta el bolso
por los aires vengo por los aires a escuchar su taconeo
su tacón alto, la bionda no-sé-cómo-se-llama por los aires
vengo, me ahogan las orillas, me marean las siluetas
retorno, prosigo mis prácticas de música.
El solfeo, la concha acústica de su cuerpo.
12, 02, 10.