Es lo Cotidiano

EL DICCIONARIO BIOGRÁFICO DEL FRACASO LITERARIO

Lysva Vilikhe

C.D. Rose (Traducción de José Luis Justes Amador)

Lysva Vilikhe

De todas las muchas variedades de fracaso que hemos examinado, la más simple y banal categoría de error no ha aparecido todavía. La de confundir una cosa por otra, una confusión taxonómica, una falta de entendimiento de donde comienza algo y donde termina, es uno de los más básicos y potencialmente el tipo de fracaso más brutal.

Podemos, por ejemplo, tomar el caso de Lysva Vilikhe, cuyo libro, A Guide for the Curious Traveller, podía haber sido una de la grandes novelas del siglo XX, sólo que la gente la confundió con una guía de viaje de baja calidad y de una ciudad remota y poco interesante.

A Guide for the Curious Traveller fue impresa por la Empresa Estatal para la Imprenta y la Información, en un papel tan malo que apenas servía para liar cigarrillos, y encuadernada con un pegamento barato, entre unas horribles cubiertas mal impresas, en 1959.

Leído de determinada manera, el libro, como es lógico, da un cierto número de itinerarios para que el viajero curioso recorra la ciudad, señalando los monumentos, parques, hoteles, restaurantes y otros lugares de interés en una ciudad, remota incluso para los habitantes del país en que se encuentra.

Leído de otra manera, sin embargo, el libro cuenta no la historia de la innominada ciudad sino historias acontecidas en él: la extraña desaparición del padre de la autora, el triste y lento declinar de la madre, una adopción por parte de sus tías gemelas. Después, conforme la protagonista crece, sus propias peregrinaciones por la ciudad en busca de que afloren significados, el libro casi se convierte en una novela de misterio, mientras que el narrador va recogiendo pistas para la posible solución de los muchos misterios que la vida le ha presentado, encontrando trazas de explicaciones escritas en las piedras de la calles, en las aceras y en los mismos edificios.

Se deja al lector que intuya la historia de la reunión de Vilikhe con un extraño en la ciudad, su breve pero apasionado romance con él y su triste final en un hotel de estación. Cuando su amante le ruega que se vaya con él, ella se siente tentada de irse antes de sopesar la posibilidad del regreso de su padre perdido, o (si leemos entre líneas) chantajeada por los servicios secretos de la ciudad para quedarse.

Si miramos la sección “Parques”, por ejemplo, encontramos una descripción del parque Yevachev, al que describe (algo banalmente) como con “una vista romántica y fantástica del río” y después (más intrigante) como “un lugar perfecto para una cita romántica secreta”, mientras que la descripción del parque Kharms como un lugar “de misterio, donde la feria de atracciones puede llevarte a perder al que amas”, señala un propósito más oscuro.

En la sección “Hoteles”, encontramos el hotel Raspberry Bush, que es “el mejor lugar para un fin de semana íntimo”, mientras que al International Friendship lo describe diciendo que sólo tiene una cosa buena: su cercanía a la estación y desde el que, dice Vilikhe, “si te quedas ahí, sabes al menos que vas a irte en la mañana”. (“Si tienes que pernoctar ahí”, nos aconseja, “quédate en la habitación 22” –la habitación en la que su última presencia se constató, según los recientemente descubiertos archivos del Estado-.)

“Servicios Médicos” advierte al viajero de la pobre calidad de los servicios de salud, mientras que da pistas sobre el declinar y la pérdida de su madre. “bares y Restaurantes” nos dice dónde conseguir buena comida, pero nos advierte sobre el peligro de caer en las malas compañías de borrachos y disidentes.

¿Por qué, nos sentimos tentados de preguntar, contó Vilikhe su historia de este modo, en lugar de escribir una novela o una memoria cautivante? No tenemos una respuesta sencilla. Lo más seguro es que Vilikhe estaba intentando burlar a los censores y por eso contó su historia en forma de guía en lugar de una novela intrincada y sospechosa. Es más, así podía escribir directamente en inglés (un idioma que había aprendido en casa de sus tías gemelas, mujeres educadas y que aparecen en la categoría de “Servicios de interpretación y traducción”), para atraer a una mayor audiencia que los ancianos de la ciudad querían en un momento de apertura internacional. Ella sabía, probablemente, que en su región nadie hablaba inglés y que, incluso si lo hacían, a pocos les iba a interesar una guía para los poco frecuentes visitantes de la ciudad distante.

Ella quería contar su historia. Su contenido importaba poco. Llámenlo novela, noveleta o cuento: para ella era lo mismo. ¿Por qué no llamarlo guía de viajes?

La historia que necesitaba contar ocurrió enteramente en su ciudad natal, a la que nunca abandonó desde su nacimiento. (Y de la que, la verdad sea dicha, no podía haber partido, dadas las restricciones al transporte que enfrentaban sus habitantes en aquel tiempo.) Nosotros, que hemos vivido en el ancho mundo, podemos suponer que sus limitados horizontes la llevaron a pensar en las salmueras y los bloques de apartamentos de cemento, el olor mineral de la planta procesadora y la caída única de la siempre presente nieve, entre las cosas más hermosas que contempló. Pero, ¿Quiénes somos para cuestionar sus percepciones? Especialmente si escribe tan bien de ellas.

Por desgracia, en 1961, habiendo sido acusado de impureza ideológica el gerente del hotel International Friendship, la Empresa Estatal para la Imprenta y la Información hizo que se destruyeran todas las copias de A Guide for the Curious Traveller, aunque nadie había descubierto la descorazonadora historia que contenía.

Si pudiéramos encontrar una copia del libro, seguiríamos todas y cada una de las sugerencias de Vilikhe, aunque describa una ciudad que ahora tiene otro nombre y que tal vez ya no exista.

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