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David Byrne: De América para el mundo

Fernando Cuevas

Brian Eno y Davyd Byrne, My Life In The Bush of Ghosts, detalle
Brian Eno y Davyd Byrne, My Life In The Bush of Ghosts, detalle
David Byrne: De América para el mundo

La creatividad y experimentación dentro del rock encontró un terreno bien abonado hacia la segunda mitad de la década de los setenta en Nueva York. Con el punk y la música disco (ambos de origen proletario, aunque después entrarían los billetes) conviviendo desde posturas distintas, empezaron a surgir artistas en diferentes disciplinas y grupos que consigo cargaban el legado de Velvet Underground y Andy Warhol: primero con New York Dolls y Wayne County; después con Suicide y Television; y, ya a principios de los ochenta, con DNA, The Feelies y los radicales de Swan, quienes se convirtieron en un movimiento clave para el desarrollo de futuras tendencias.

Alrededor de clubes como Max’s Kansas City y el CBGB, que ocupa un lugar importante en el primer capítulo de su sentido libro Cómo funciona la música (2012, Sexto Piso, 2014), en el que lo contrasta con el Tootsie’s Ourchide Lounge de Nasshville, la efervescencia del punk, el glam y la no wave, predominaban entre las corrientes alternas de la gran ciudad. Hoy sabemos que entre los aquí mencionados se encuentran varios de los precursores del movimiento alternativo que tomó por asalto la primera mitad de la década de los noventa: grunge, indie pop, noise y demás arterias de circulación estilística.

De las cabezas parlantes a la diversidad de asociaciones

Fue en este contexto en el que surgió Talking Heads, asociación de estudiantes de diseño que encontraron en el rock un vehículo ideal para expresar sus ideas. Con un notable desarrollo artístico caracterizado por un avant-garde pop y ciertos toques funkies, las cabezas parlantes eran lidereadas por el escocés David Byrne (1952), quien de su tierra natal se mudó a Canadá y de ahí a Baltimore para después instalarse en Rhode Island en 1970. Tras un breve regreso a la misma Baltimore, donde formó el dúo Bizadi junto al acordeonista Mark Kehoe, volvió en 1972 y en complicidad con sus compañeros de estudios Chris Frantz y Tina Weymouth, debutaron en 1975 como teloneros de los Ramones en el citado CBGB.

Expandiendo sus búsquedas artísticas, decidió combinar lances simultáneos: en compañía de su amigo Brian Eno, quien apadrinó varios trabajos de la banda, grabó el hipnóticamente experimental y ya clásico My Life In The Bush of Ghosts (1981), mezclando voces de evangelistas, sampleos, cantos islámicos y cantantes egipcios, estableciendo así su interés por la relación de éxtasis entre las experiencias religiosas y el rock; una versión ampliada apareció en el 2006. Ambos se reencontrarían en el distinto y sumamente disfrutable Everything That Happens Will Happens Today (2008), plagado de pop, electrónica y aventuras góspel deliciosamente integradas, como si dos magos se sentaran a intercambiar trucos.

Considerado hombre renacentista por sus habilidades para la fotografía, la composición, la producción musical, la creación literaria y la dirección fílmica, el escocés-neoyorkino de trajes cuadrados y movimientos epilépticos, se encargó de la música para el ballet de Twyla Tharp, plasmada en Catherine Wheel (1981); este mismo año le produjo a los B-52’s su álbum Mesopotamia y posteriormente Jonathan Demme le dirigió a los Talking Heads Stop Making Sense (1983), una de las mejores películas de rock de la historia, cuyo soundtrack vería la luz en 1984, en tanto que Sounds of True Stories (1986) se constituyó a partir de versiones según la mirada personal de Byrne.

Incorporando texto y música basada en las bandas clásicas de Nueva Orleáns, grabó el espléndido The Knee Plays (1985) en colaboración con Robert Wilson; dirigió, interpretó y produjo el film True Stories (1986) sobre algunas excentricidades en el país del Norte en clave de comedia con todo y la presencia de John Goodman. Contribuyó junto con Ryuichi Sakamoto y Cong Su para darle música al nivel de las expectativas a la opus magna de Bertolucci, El último emperador (1987) y como devolviendo el favor, se encargó del score de la comedia Casada con la mafia (1988) del propio Demme.

Solo y bien acompañado

Ya con los Talking Heads finiquitados, Byrne le entró de lleno a la música del mundo y fundó su Luaka Bop, sello que como el Real World de Peter Gabriel, buscaba recuperar las manifestaciones musicales de otras latitudes: así nació el Rei Momo (1989), una deliciosa, nutritiva y contagiante ensalada preparada con ritmos latinoamericanos, particularmente brasileños. Para darle la perspectiva visual a su nuevo derrotero, filmaría el documental Ilé Aylé. The House of Life (1989), sobre los rituales dancísticos en la región brasileña de Bahía, fuertemente influenciados por influencias africanas: todo un trabajo etnográfico de involucramiento cultural.

Volvió a colaborar con Robert Wilson en el épico The Forest (1991), componiendo para orquesta como si lo hubiera hecho desde siempre. Tras los consecuentes Uh-Oh (1992), con ciertas piezas de inmediata identificación y el homónimo David Byrne (1994), parecía anclarse en la propuesta que desarrolló junto con sus cabezas parlantes. Encontrando el punto medio entre su tradición neoyorkina y sus asomos latinos, firmó Feelings (1997), como para que dejemos de ser personajes de juguete y nos pongamos a vivir con plenitud, explotando sentimientos de efusividad y melancolía; cerró el siglo con el soundtrack para Séta (1999), filme del húngaro Zsombor Dyga.

Look Into the Eyeball (2001), con todo y la invitación al vocal de Café Tacuba, saludaba con vitalidad el milenio para volvernos a sorprender con un trabajo cargado de sensibilidad vía Lead Us Not Into Temptation (2003), música para la película The Young Adam de David Mackenzie, considerando una predominancia en las cuerdas de enfático acompañamiento visual y un cierre que nos lleva por un camino de plena hacia las emociones del oeste. Desde la portada, Grown Backwards (2004) anunciaba la mirada precisa del multifacético artista, hacia atrás y delante, con un pie en la gan ciudad y el otro en un mundo lleno de rítmicas que se intersectan entre sí con la inconfundible vocal: solo se puede crecer desde el pasado.

Impulsado por ese espíritu explorador y atento a lo que sucede a su alrededor, publicó el libro Diarios de bicicleta (2009, Sexto piso, 2011), en el compartía sus vivencias andando por diferentes ciudades en el vehículo del título que, a diferencia del automóvil, permite encuentros más directos con los ambientes por donde se transita. Volviendo al mundo de la música, presentó en homenaje a Imelda Marcos y junto con Fat Boy Slim y 22 cantantes, Here Lies Love (2010), como dando cuenta de su radar político y estilístico. En compañía de Will Oldham le puso pentagrama ad hoc a Un lugar maravilloso (Sorrentino, 2011) con Sean Penn como roquero anacrónico.

Siempre interesado en manifestaciones actuales, formó equipo con la gran guitarrista y compositora Annie Clark, conocida como St. Vincent, para firmar el igualmente irónico y emocional Love This Giant (2102), al que le siguió el film Contemporary Colors (2016), que capturó un par de conciertos con grupos formados por los llamados Color Guards. American Utopia (2018) es el primer disco firmado en solitario en casi tres lustros, comparitendo su mirada acerca de un mundo cada vez menos comprensible, a partir de un estilo sonoro cincelado a lo largo de diversas experiencias vitales.

Figura tutelar de la cultura musical contemporánea, David Byrne conserva intacto ese aliento de renovación, búsqueda e integración de mundos que se imbrican y expenden en sonidos y espíritus. En su libro antes referido sobre el funcionamiento de la música, en el que comparte con cercanía y complicidad sus experiencias alrededor de esta manifestación artística, considerando sobre todo los contextos en los que se desarrolla, muestra con nitidez su ausencia de protagonismo o necesidad de reconocimiento: al contrario, manifiesta su motivación por compartirnos sus sentires y pensares y, sobre todo, por seguir aprendiendo.

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