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¿Qué vas a querer, corazón?

Chema Rosas

Corazón Delator, Edgar Allan Poe
Corazón Delator, Edgar Allan Poe
¿Qué vas a querer, corazón?

“Corazón, calma un instante y aclaremos el misterio”.

Edgar Allan Poe

Basta con subir de prisa las escaleras, tratar de alcanzar el triciclo de los elotes o toparse repentinamente con los ojos de esa persona para recordar dónde está el corazón y para qué sirve. Eso que golpea desde adentro el pecho izquierdo y bombea la sangre por todo el cuerpo; provee de oxígeno y nutrientes a las células que forman tejidos que a su vez construyen órganos de los sistemas que al juntarse hacen eso que conocemos como nuestro cuerpo.

Los expertos en temas del corazón se llaman cardiólogos y estoy seguro de no ser uno de ellos, sin embargo, soy consciente de su importancia y llevo rato tratando de entenderlo… si no a todos, por lo menos al mío. Aunque confieso por adelantado que no he tenido éxito comparto algunos de mis hallazgos:

  • Desde el punto de vista anatómico podemos decir que es un músculo con cuatro cavidades en su interior, aunque habrá algún fatalista que asegure que el corazón es en realidad un espacio vacío, rodeado de pared muscular que se hincha de sangre sólo para expulsarla.
  • Dos de esas cavidades son ventrículos (creo que se llaman así porque tienen la costumbre de hacer shows de comedia en los que hablan sin mover la boca), las otras dos llevan por nombre aurículas (porque, supongo, tienen forma de oreja y prefieren hacerse sordas a las malas bromas de sus compañeras).
  • Se parece a la cebolla en eso de tener capas; unas que protegen, otras que protegen de la protección y otras como el miocardio que sólo se preocupa por palpitar. Tiene de hecho dos circulaciones: una que lleva la sangre sucia – inserte aquí su chiste de Harry Potter- a los pulmones para ser oxigenada y otra que avienta la sangre renovada a todos los lugares donde hace falta. Sé que también necesita sangre fresca, pero no sé si saca un poco de la que bombea o se tiene que auto bombear.
  • Hay quien lo lleva en la manga, o en la mano, quien lo tiene en la garganta o en el estómago. Incluso algunos lo ponen en el trabajo, en su arte, en un hilo o en las manos de otras personas… pero debe ir del lado izquierdo y a la altura del pecho.
  • Es del tamaño de un puño cerrado, y así se siente a veces.
  • El de los hombres pesa en promedio 300 gramos y el de las mujeres 250. Esto les da una ventaja cuando quieren dejarlo volar. El corazón de algunos deportistas profesionales llega a pesar 500 gramos y el de alguien que está de luto puede alcanzar los 5 kilos.
  • Si el cuerpo fuera una máquina, el corazón sería una bomba…. Más de las que bombean que de las que explotan, pero es una imagen interesante.
  • Es más conocida su forma simbólica que la anatómica, y se suele representar con un símbolo más o menos así:

 

Corazón

  • Además de agua, aire, fuego y tierra es uno de los elementos para invocar al Capitán Planeta.
  • Está conectado emocionalmente al estómago, pues cuando está lleno se pone contento… además se dice que, si una mujer quiere llegar al corazón de un hombre, tiene que entrar por el aparato digestivo.
  • Que cuando se rompe es porque hiciste algo importante. O por lo menos eso dice el gran compositor Marco Aurelio Alvírez. Y hay algo bueno en eso de estar roto; las cicatrices atraen a las chicas.
  • Si su forma simbólica se encuentra en una playera es sinónimo de amor. Especialmente si está en medio de las letras “I” y “NY”.
  • Existe la creencia de que se detiene por un instante al estornudar y al conocer al amor de tu vida. Es por eso que en ambos casos se consideran apropiadas las frases “salud”, “Dios te bendiga” y “la Virgen te guarde”.

De todo lo que he escuchado acerca del corazón hay dos cosas que considero de inquietantes:

La primera es que hay culturas que creen que al nacer nos fue asignado un número finito de latidos que debemos administrar a lo largo de nuestras vidas; que por eso no hay que ir demasiado rápido y escoger bien con quién y cuando dejamos que se acelere sin control. La segunda es que hay quien asegura que hay que seguir a nuestro corazón si queremos sentirnos realmente vivos.

El problema con la primera es que las cosas y personas que ayer lo ponían a brincar hoy no tienen el mismo efecto y qué bueno porque lo mismo pasa con las cosas que le tenían atado con grilletes ¿cómo le hacemos entonces para administrar latidos?  Y la segunda simplemente parece mala idea; me temo que, si hiciera caso a todas sus ocurrencias sin cuestionar, se duplicaría mi cuenta de malas decisiones y más que cicatrices se estaría lleno de heridas abiertas. Y esas no atraen a las chicas.

Descubrir qué es lo que quiere el corazón es un misterio para muchos y pregunta obligada en algún momento de la vida. Es obvio que no he logrado entenderlo, pero no necesito ser cardiólogo para asegurar, sin miedo a equivocarme, que si el corazón tuviera voluntad lo único que querría es seguir bombeando sangre mientras le sea posible, y no desperdiciar ni un latido.

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Chema Rosas (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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