martes. 16.04.2024
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GUÍA DE LECTURA

El alma de Napoleón, de León Bloy

Jaime Panqueva
Tachas 171
Tachas 350
El alma de Napoleón, de León Bloy

Libro extraño, panegírico religioso, El alma de Napoleón es un repaso místico y febril sobre la vida del gran Emperador, escrito en los últimos años de vida de este escritor francés salido de la norma. Hijo de librepensador volteriano, Bloy se transforma a lo largo de su vida hasta convertirse en uno de los más devotas plumas del catolicismo, en contracorriente de la secularización casi absoluta de la literatura francesa de finales del siglo XIX y principios del XX. Llegué a él a través de una recomendación indirecta de Jorge Luis Borges, quien comentaba que Bloy era uno de los siete autores de los cuales gustaba releer. Me imagino que por el vigor de sus opiniones y el uso de una retórica presta a galvanizar su punto de vista, que quizá podría equipararse en la literatura de habla inglesa con Chesterton, también escritor admirado por el argentino.

Michel de Nostradamus, según sus exégetas, presagia los desastres de la humanidad y la llegada de tres anticristos. El primero de ellos era su compatriota Napoleón Bonaparte, a quien el profeta no duda en llamar tirano y carnicero. Bloy, muy por el contrario, escribe su libro desde un arrobamiento místico por la figura del Corso y el Imperio construido por él: “Yo no concibo el Paraíso sin mi Emperador”, exclama en un pasaje. Exactamente un siglo después de la gran derrota en Rusia que precipitaría el final del Imperio, Napoleón es ensalzado como un enviado de la divinidad, víctima de la incapacidad de quienes lo rodeaban y de la perversidad de sus enemigos que jamás correspondieron a la generosidad y buena fe con la que actuaba el Emperador.

Si Bloy canta con seráfica prosa al destino divino de Napoleón, quizá sus páginas más ácidas y contundentes las dedica a las dos principales naciones a las achaca su inmerecida caída, Inglaterra y España. Mientras Rusia y Prusia, por su parte, reciben un tratamiento despectivo, aunque más dirigido a sus monarcas que a sus pueblos y costumbres.

El alma de Napoleón lo considero un curioso trabajo de elocuencia, bordado con frases de gran efecto y referencias anecdóticas que agradarán a cualquier amigo de la historia. Bloy, lejos del afán pedagógico del historiador o del dramatismo de un novelista, derrocha pasión y retórica. Me despido con un ejemplo:

No se podrá comprender nada en Napoleón, mientras en él no se vea un poeta, un incomparable poeta en acción. Su poema es su vida entera, y en ello no hay quien lo iguale.”

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