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Guía de Lectura • Cartucho, de Nellie Campobello • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

Cartucho, de Nellie Campobello
Cartucho, de Nellie Campobello
Guía de Lectura • Cartucho, de Nellie Campobello • Jaime Panqueva

 

Me parece imposible escapar al morboso encanto de los relatos de Cartucho, la capacidad fragmentaria de pergeñar viñetas de la revolución en Chihuahua, y concretamente en Parral, lugar donde sería emboscado Pancho Villa, a través de una voz infantil que se enamora de los muertos y llega a desearlos como si fueran muñecas, potencia las descripciones de las luchas y de los dramas de los fusilados. Marginado por ser villista, en particular en los últimos relatos que se agregaron para la segunda edición de 1940 (la primera data de 1931), y a la vez por haber sido escrito por una mujer cuyo origen de por sí aún es muy difícil de rastrear, su importancia parece capital para la literatura mexicana y de Latinoamérica. Sobre esto vale destacar el estudio de Jorge Aguilar Mora, que prologa la edición de Era, donde lo relaciona como precursor en el uso de las voces y del tono, entre otros, dos obras cumbres: Pedro Páramo y Cien años de soledad.  

La muerte, esa fatalidad que todos debemos afrontar, pero que es más cruenta y muchas veces más absurda durante las guerras, es arrostrada por personajes del pueblo con valor, como el de los hermanos Pablo y Martín López, o el del mismo general Felipe Ángeles, quienes son descritos con una sencillez lapidaria por Campobello, que a la vez exalta la dignidad de los desposeídos al entregar su vida en servicio de una causa encarnada en la polémica figura del general Villa.

Como una gran paradoja literaria, los últimos años, meses o días de la autora son un gran enigma. Como se menciona de forma sucinta en la cronología de la edición de Era, en su ancianidad fue mantenida oculta por Claudio Fuentes Figueroa y su esposa María Cristina Belmont Aguilar, quien había sido alumna de la escritora y coreógrafa. Se dice que su última aparición en público, en una comparecencia judicial, fue en febrero de 1985, mientras que una investigación finalizada en el año 1998 apuntó que su muerte había sucedido el 9 de julio de 1986, y que había sido enterrada en el Cementerio Progreso de Obregón en Hidalgo, de donde luego fueron trasladados sus restos a su natal Villa Ocampo, Durango. En esa última comparecencia, la escritora daba “rasgos de suma debilidad, de estar perdiendo sus facultades mentales o de estar narcotizada”. No cabe duda que tanto en su obra como en su vida, y en entrelazamiento monumental de éstas, hay un filón de extraordinario valor para cualquier buen escritor de novelas o de guiones.

 

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